Barcelona ha sido escenario de revueltas violentas a lo largo de su historia. Se ha bautizado estas revueltas como las “Rosas de Fuego de Barcelona” y éste es el título del libro que ha escrito el periodista Andreu Farràs y ha publicado Edicions 62. Lo presenta como “un relato de acciones y reacciones, de revuelta y represión, de asesinatos y fusilamientos, de exilio y prisión” y recoge “quince episodios fundamentales de nuestro pasado reciente” que muestran “una desgraciada constante histórica”. La primera Rosa de Fuego estalla en 1835. La última, en 2019, con la sentencia del Tribunal Supremo español a los independentistas implicados en la organización del referéndum del 1 de octubre de 2017.

“Barcelona, Rosa de Fuego”. ¿De dónde sale la expresión?

La primera vez que se encuentra es en un escrito de un periodista anarquista llamado Antonio Loredo en una revista anarquista que se llamaba ‘Tierra y Libertad’, en la Semana Trágica, en 1909. Loredo hace una alusión diciendo que siempre se recordará a Barcelona, las revueltas de Barcelona en 1909, como “rosa de fuego”. Lo decía en castellano: “Y así permanecerá en la historia”. Josep Maria Muñoz, director de la revista Avenç, que está a punto de desaparecer, realizó una investigación, y recoge que, aunque la historiografía lo adoptó en los años posteriores, no vuelve a aparecer hasta 1924 en La Vanguardia, en el anuncio de una zarzuela, que nada tenía que ver con Rosa de Fuego. Sin embargo, el término quedó acuñado así. 

Dice en el libro que entre 1835 y 1937 Barcelona era conocida como la ciudad de las bombas, que había mucho violencia y muy a menudo.

Esto es en lo que me he querido fijar en el libro. Es decir, la Barcelona de la rauxa, la Barcelona arrauxada. Siempre se habla de la Barcelona del seny o de la Cataluña del seny, pues también está la Barcelona arrauxada. Durante estos dos siglos, el XIX y el XX -dejamos a parte el XXI- Barcelona fue conocida internacionalmente, en todo el mundo, así. Incluso Marx, Engels, Kropotkin, George Sand, Trotsky más adelante, reconocen a Barcelona como una ciudad cosmopolita y también muy revolucionaria, con un gran espíritu revolucionario. Pensadores de esta altura se fijan en ello. Y no sólo dentro de España, donde Benito Pérez Galdós, Santiago Ramón y Cajal, Unamuno o Rubén Darío se fijan en esa rauxa, esas revueltas que periódicamente se producen en Barcelona, que hacen que sea conocida como la ciudad de las bombas, el pistolerismo, las bullangas, las barricadas o la rosa de fuego.

También Georges Orwell…

Orwell vino en una época especialmente convulsa, en plena guerra civil, pero él, con ironía británica, dice que había tantas barricadas siempre en Barcelona que se tendría que numerar los adoquines, porque así no habría problemas a la hora de reconstruir las calles.

Orwell decía que había tantas barricadas siempre en Barcelona que convendría que se numeraran los adoquines para poder reconstruir las calles

¿De todos estos personajes que han opinado sobre Barcelona hay alguno que acierte más a la hora de hablar de esta rosa de fuego?

Hay muchos. Kropotkin dice que es una ciudad de extrema inteligencia y elogia a los obreros. Tras lo ocurrido en la Semana Trágica de 1909, Kropotkin, que era un anarquista que venía de la aristocracia, decía que Barcelona era un ejemplo de ciudad inteligente y que era una lástima que los obreros hubieran perdido ante el gobierno opresor. Marx también lo alaba, Engels también. Muchos pensadores revolucionarios se sienten fascinados por esta Barcelona airada. A Barcelona en el resto de Europa la llamaban el Manchester español, el Manchester del Mediterráneo, y los italianos decían que era el Milán español pero con clima napolitano. Porque se daba el hecho de que aquí se produjo una revolución industrial, al contrario que en el resto de España, salvo en el País Vasco. Se produjo un enorme aumento de población migrante que venía a trabajar, de obreros que venían a ganarse la vida aquí, por esta revolución industrial, por esas industrias que se creaban aquí, sobre todo del textil, y tenían muy malas condiciones laborales y de vida, unos horarios de 11-12 horas, un trabajo infantil agotador y vergonzoso, y malvivían en unas viviendas insalubres, con mal alcantarillado y encorsetados en una Barcelona a la que el gobierno de Madrid no quería derribar las murallas. Todo esto creaba una situación muy inflamable que, a la mínima que sucedía algo, estallaba. En el libro no sólo hablo de esa violencia entre obreros y empresarios, también de la que estalló entre absolutistas y liberales, entre la burguesía y los partidarios del antiguo régimen.

Barcelona ha sido escenario de revueltas violentas a lo largo de su historia. Se ha bautizado estas revueltas como las “Rosas de Fuego de Barcelona” y éste es el título del libro que ha escrito el periodista Andreu Farrà | Pol Rius

¿Existe un patrón de estos enfrentamientos o van variando los protagonistas y las razones de cada rosa de fuego?

Van variando, porque en los distintos episodios que cuento los protagonistas son muy distintos. Están las bullangas del pueblo llano, del año 1835 y posteriores, que protesta porque considera que las órdenes religiosas están explotando a las clases populares, que luchan contra el antiguo régimen, representado por el clero regular, y por eso se da la quema de conventos, con la muerte de setenta curas y frailes. Estas bullangas no tienen nada que ver con lo que ocurre en 1937, donde la lucha es entre anarquistas y poumistas y los “partidos de orden” dentro de la república, que eran el PSUC y Esquerra Republicana. Son situaciones explosivas que se producen en Barcelona. También en otros lugares pero en Barcelona especialmente, en comparación con el resto de la península ibérica, sin duda alguna.

El componente religioso es frecuente, ¿no?

No siempre, no siempre. Pasa en las bullangas del segundo tercio del siglo XIX, y después pasa en la Semana Trágica, pero la Semana Trágica es una derivada; es decir, la quema de conventos que hay es porque las iglesias son un objetivo más fácil que las empresas y ya no digamos los cuarteles militares y los de la Guardia Civil, es un objetivo que está indefenso, y, por tanto, una manera de protestar es quemar conventos e iglesias en vez de atacar cuarteles, que también hubo. Pero no es tanto una antireligiosidad o un ateísmo como un anticlericalismo o un anti-antiguo régimen. No es tanto un enfrentamiento contra la religión como tal, contra Dios para entendernos, sino contra los privilegios que tenían determinados sectores de la iglesia, que eran el alto clero -es decir, los obispos- y los conventos, las órdenes monásticas, que eran los dos que cobraban diezmos y que todavía tenían privilegios del antiguo régimen. Si nos fijamos, y esto es bueno como matiz, en 1835 y en bullangas posteriores no mataron, y podrían haberlo hecho, rectores de parroquia, porque las pasaban tan canutas como el pueblo, ni tampoco mataron ni atacaron órdenes religiosas que se dedicaban a la enseñanza, como por ejemplo los escolapios. ¿Por qué no lo hicieron? Estaban atacando a órdenes que tenían privilegios, que cobraban unos diezmos y unos impuestos que consideraban injustos al pueblo llano.

El elemento nacionalista catalán, independentista, ¿qué peso tiene en estos estallidos?

El tema del nacionalismo es muy curioso. Algunas de estas protestas tenían un componente nacionalista, pero las autoridades de Madrid, las autoridades de España, utilizaron en muchas ocasiones el nacionalismo para desarticular y para impedir que se extendieran las protestas por toda España. Durante la Semana Trágica, por ejemplo, las autoridades españolas, en connivencia con los medios de comunicación, con los periódicos de Madrid, difundieron que eran protestas de los nacionalistas, de los regionalistas, cuando no se trataba de eso. La protesta de la Semana Trágica era de gente, sobre todo de familias, que estaba en contra de la movilización de reservistas que tenían que ir a combatir a Marruecos contra las fuerzas rifeñas que estaban machacando al ejército español apostado en Ceuta y Melilla. No tenía nada que ver con la reivindicación nacionalista, pero para que no se extendiera dijeron que era cosa de los separatistas. Por tanto, las protestas que empezaban a poner en marcha en Valencia y en Sagunto y en otros lugares, poco a poco se fueron desarticulando porque se presentaban como si fuera una cuestión catalanista.

¿Y en los estallidos de antes, en los del siglo XIX había componentes catalanistas, patrióticos?

No hay componente nacionalista. O es una lucha entre, liberales y absolutistas -es decir, entre liberales y carlistas- o entre obreros y empresarios, entre sindicatos y patronal. No hay ningún componente nacionalista estrictamente. En el tancament de caixes sí que había un punto regionalista, encabezado por Bartomeu Robert, que era un hombre de orden y alcalde de Barcelona, que se rebeló contra Madrid. Dimitió porque se negaba a sancionar a los tenderos e industriales que se negaban a pagar un tributo extraordinario para subvencionar las guerras de España, el recargo de guerra. Dimitió él y después dimitieron ministros, también. Algo curioso que es bastante común es que después de todos estos episodios de revueltas, altercados, peleas, bullangas, de todos los episodios de ira social en Cataluña -y que demuestra el peso que ha tenido en el desarrollo de la política española a lo largo de los siglos XIX y XX como mínimo- siempre existe una crisis de gobierno en España. Romanones, que fue presidente del consejo de ministros en tres ocasiones, dijo que “en mí frecuente paso por el Gobierno, he aprendido que la atención de los ministros ha estado absorbida constantemente por Cataluña; cuando no era una cosa era otra… Si el resto de España hubiera originado iguales preocupaciones, la vida ministerial habría sido imposible. Durante un cuarto de siglo, los gobiernos de España han vivido pendientes de las vibraciones catalanas”. Es una frase que podría atribuirse a Felipe González, Aznar, Rajoy o Zapatero. Este peso es tan grande, ese miedo a las revueltas es tan grande, que hace que desde 1814, final de la guerra del francés, hasta 1900, el 70% de este tiempo, Barcelona y/o Cataluña, han estado bajo estado de sitio o con las garantías constitucionales suspendidas. Estamos acostumbrados no sólo a los bombardeos desde Montjuïc y desde la Ciutadella, sino también a estas situaciones. Y eso también hace que haya épocas en que Catalunya tenía un 10% de la población de España y uno de cada cuatro soldados españoles en sus cuarteles, un 25%. ¿Por qué? Porque Catalunya ha pesado muchísimo en el desarrollo de la política de España.

Barcelona vivió en estado de sitio o con las garantías constitucionales suspendidas el 70% del tiempo entre 1814 y 1900

Visto con la mentalidad actual, hay conflictos que son fáciles de identificar:  empresarios contra trabajadores, la guerra civil,… Pero cuesta más entender el porqué de los enfrentamientos del siglo XIX

Viene de la revolución burguesa. Es un cambio que en Francia se produjo en 1789. La revolución francesa es una revolución burguesa. Es decir, existe un cambio de élites. La aristocracia, la nobleza, el clero y sus privilegios son sustituidos por la burguesía. Con “sus más y sus menos”. Tras la revolución existen involuciones. Aquí ocurre lo mismo de una manera diferente. La guerra entre liberales y carlistas es una lucha a muerte entre burgueses y absolutistas; esto es, entre burguesía y partidarios de la conservación de los privilegios del antiguo régimen, del sistema feudal, del sistema medieval. Es un cambio a base de guerras carlistas. En dos siglos se producen en España cuatro guerras civiles, tres de las cuales son conocidas como guerras carlistas. Y es esa eterna lucha entre el antiguo régimen y la burguesía que quiere subir y que finalmente triunfa. Una burguesía que después se divide entre moderados y progresistas, entre conservadores y progresistas. Están divididos e incluso enfrentados y algunos de estos choques se producen también en Barcelona. Son batallas constantes.

“La guerra entre liberales y carlistas es una lucha a muerte entre burgueses y absolutistas” | Pol Rius

La bullanga es una palabra curiosa. ¿Qué significa?

Bullanga sería revuelta; en castellano sería tumulto, algarabía, como decían Aznar o Rajoy. Sería agitación.

Luego la jamancia.

Lo miré. Jamancia viene de la jerga entre las clases populares, de jamar, comida, en caló. Unas milicias urbanas lo cogieron como jerga. Están luchando por la jamancia, por los cinco reales que les daban para comer.

Algunas de estas revueltas están protagonizadas por anarquistas. ¿Es injusto achacar a los anarquistas la tendencia a quemarlo todo, de ser violentos?

El anarquismo, como otros muchos movimientos, también el independentismo, el socialismo o el comunismo, tiene dos vertientes: la vertiente radical partidaria de la violencia y la vertiente no violenta o pacífica. Y dentro del anarquismo había una división muy profunda entre el anarquismo que sólo quería la lucha sindical de revuelta pacífica no violenta o no asesina y los partidarios de la violencia, de la acción directa. Esto se vio durante la guerra civil. Y antes también. Hablamos de la FAI, de Durruti, de Ascaso, etc… Había esa lucha dentro del anarquismo. Pero lo que ocurre es que también desde el otro lado, desde el conservadurismo, desde el establishment, se potenciaba mucho la vinculación entre anarquismo y violencia. Esto ocurre también con el islamismo o con el movimiento islámico. Existe un movimiento islámico partidario de reivindicar el islam por vías pacíficas y el islamismo terrorista. Esto ocurre con todos los movimientos. El anarquismo toma esta vertiente radical que desemboca en los años veinte en el pistolerismo, que provocó un elevadísimo índice de mortalidad, con casi 300 asesinatos y 558 heridos en cinco años, causados por ambos bandos enfrentados. Este pistolerismo es una lucha entre la violencia anarquista y la violencia del estado, la violencia del terrorismo de estado. El estado y la patronal para defenderse crean un sindicato, un sindicato entre comillas, un Sindicato Libre, que luchará contra el Sindicato Único, donde estaban afiliados y encuadrados los partidarios del anarquismo violento. Desde el propio anarquismo se criticaba que había auténticos delincuentes comunes dentro de ese anarquismo violento. Delincuentes que en algunos casos cambian de bando porque el Estado o la patronal les paga mejor. Esto ocurre no sólo en la época del pistolerismo, en los años veinte, que puede decirse que acaba con la dictadura del Primo de Rivera, sino después del golpe de estado del 18 de julio con las milicias antifascistas en las que también se infiltran delincuentes comunes. Es una minoría que ha dado pie a la mala fama del anarquismo.

Existe esta imagen de que el anarquismo está detrás de muchas de estas acciones violentas

Sí, pero es una parte, es una facción del anarquismo. Esto no puede negarse. Pero también existe una patronal violenta y un estado violento. Lo de utilizar las cloacas del estado no viene de ahora. No se lo han inventado los GAL ni Villarejo y Fernández Díaz. Esto ya viene de muy lejos.

Existe una fracción violenta del anarquismo pero también de la patronal y el estado. Las cloacas del Estado no las ha inventado el GAL Villarejo

¿El último estallido violento en Barcelona que menciona es el que se produjo a raíz de la sentencia del Tribunal Supremo por la organización del referéndum del 1 de octubre de 2017?

La idea de escribir “Roses de Foc de Barcelona” es justamente porque en 2019 vi una pintada de las muchas que se hicieron, donde decía “Barcelona torna a ser la Rosa de Foc”. En el Eixample, entre las cenizas, barricadas y contenedores quemados y carbonizados, vi esto. Y me hizo recordar que en Barcelona ha habido muchas rosas de fuego, no sólo la más conocida de la Semana Trágica. Y a partir de ahí empecé a indagar en los libros de Historia General de España, de Cataluña y de Barcelona, y busqué los episodios concretos de esos grandes estallidos de violencia, esos días de furia, días de ira que había en Barcelona. Hay algunos denominadores comunes, pero otros que nada tienen que ver. La Rosa de Fuego de Urquinaona y el Tsunami, etc., tienen un componente independentista pero también hay un componente de indignación. Había manifestantes que levantaron barricadas, que quemaron contenedores, que se enfrentaron a la policía, que gritaban “ningún estado nos hará libres”, se confesaban anarquistas. Algunos decían que lo hacían por anarquismo, no por independentismo. Declaraban a los medios que no lo hacían por independentismo sino porque estaban hartos de la situación en la que vivían. De hecho, era un movimiento no futuro, “no future” que se dice, un movimiento entre nihilista y anarquista. También había algunos adictos a la adrenalina, jóvenes que querían marcha. Y algunos que decían que se habían dado cuenta de que a través del pacifismo no se podía conseguir la independencia, que al pacifismo del 1 de octubre se había respondido con condenas durísimas y que habían decidido ir a las barricadas porque creían que sólo con violencia se podían conseguir cosas. De hecho, la réplica del seísmo de 2019 que hubo 15 meses después a raíz del encarcelamiento de Pablo Hasél tenía poco que ver con el independentismo y fue también muy virulenta.

La anterior Rosa de Fuego tiene lugar durante la guerra civil, en 1937. Es un momento frustrante de la historia de Cataluña, de enfrentamiento entre los que luchaban contra el golpe de Estado militar

Una guerra civil dentro de la guerra civil y una nueva demostración, de forma muy cruenta, de esta imposibilidad de evitar que la izquierda caiga en el cainismo y en la división sectaria.

Andreu Farràs y Siscu Baiges, caminando por Pau Claris (Barcelona)| Pol Rius

La Rosa de Fuego de 2019 es la única donde no ha habido muertes

Afortunadamente, la Rosa de Fuego de Barcelona del 2019 no tiene ni punto de comparación con los cientos de muertos ocurridos en las anteriores bullangas y revueltas. La represión antes era a base de disparos, de fusilamientos o de muertos con garrote vil. La división de la izquierda se da casi siempre. No sólo en los Fets de Maig de 1937. La vemos ahora en la lucha, no sangrienta y pacífica eso sí, que se está produciendo a la izquierda de PSOE. Es ese sectarismo, esa imposibilidad para conseguir la unidad y todo, muchas veces, por puro afán de protagonismo y cuotas de poder.

Si no se hubieran producido los Fets de Maig del 37 quizás se hubiera podido combatir con más eficacia a los franquistas, aunque la guerra duró casi dos años más

Es difícil decirlo. No lo creo, porque de hecho aquello no dejaba de ser una crisis consecuencia, en parte, de la desesperación, de la impotencia de las fuerzas republicanas por conseguir ganar a unas fuerzas fascistas, golpistas, apoyadas por Alemania e Italia, mientras aquí no había forma de conseguir apoyos, si no era por parte de la Unión Soviética de Stalin porque los países democráticos no quisieron ayudar en nada a la República. Era ganar la guerra o ganar la revolución. Aquí había los partidarios de ganar la revolución y los partidarios de primero ganar la guerra y sólo después ganar la revolución.

Leer el libro asusta un poco. Salen descuartizamientos, cadáveres arrastrados y quemados en las Ramblas… en nuestra Barcelona

He querido recogerlo porque como me dijo un amigo que leyó el libro: “es que has cogido muchas cosas que en los libros de historia general de Catalunya es sólo una línea, un párrafo, se pasa muy rápido”. Pero, claro, cuando hablamos de los bombardeos de Espartero o Prim estamos hablando de más de 5.000 bombas. Prim tiene un monumento en el parque de la Ciutadella y es una persona que ordenó que se lanzaran 5.000 bombas en 15 días en Barcelona. En las bullangas estamos hablando de una mortalidad de 90 personas en toda Catalunya, 70 de ellas frailes, que si lo comparamos con la población actual significaría que en una semana o diez días habrían muerto asesinadas 700 personas. Esto es lo que ocurrió en 1835 y esto es lo que ocurrió en la Semana Trágica con otras proporciones. Son cifras que si las comparamos son estremecedoras. Con un nivel de violencia sociopolítica muy grande en los últimos dos siglos. Quemaron a un gobernador militar en la plaza del Teatre, que era uno de los lugares céntricos de la ciudad antes de que derribaran las murallas. Y años después, también en el siglo XIX, como represalia por una serie de incidentes, cogieron al coronel Ravell, lo fusilaron donde ahora están los Jardinets de Gràcia, lo decapitaron, pasearon la cabeza por diferentes calles y después lo quemaron. Era un salvajismo que ahora nos deja bastante aturdidos.

¿Habrá más rosas de fuego en Barcelona?

Esto no se sabe. Hay situaciones inflamables en Barcelona y otros sitios. ¿Podíamos imaginarnos después del estallido de las armillas amarillas hace unos años en Francia que habría más revueltas en París? Estamos viendo que sí, que está volviendo a ocurrir con las protestas por el tema de las pensiones, que hay una rosa de fuego tremenda en Francia. ¿Puede ocurrir aquí? Yo creo que no se puede descartar. ¿Puede pasar por el independentismo? Puede pasar. Pero también puede pasar por otras situaciones, por las condiciones sociales que tenemos y que, en ocasiones, sorprende que en una situación como la actual no haya rosas de fuego.

Ha habido voces que han dicho que se necesitan muertes para conseguir la independencia

Yo no lo diría así. Prefiero cogerlo de otra forma. Un proceso independentista, sea donde sea, es un proceso revolucionario y los procesos revolucionarios, incluso los que triunfan, son regados con sangre y difícilmente se puede producir una revolución en Catalunya con un producto interior bruto, un PIB per cápita, de 30.000 euros. Aunque haya más de mil quinientas personas sin hogar, aunque haya un porcentaje muy alto de niños por debajo del umbral de la pobreza, es muy difícil que con un PIB per cápita de 30.000 euros se dé un proceso revolucionario y, por tanto, es muy difícil que se produzca un proceso independentista que tenga éxito con esta situación. Hubo el 1 de octubre. Puede haber otras protestas pero yo considero muy difícil la independencia con una estrategia unilateralista. Otra cosa es que el conflicto Catalunya-España, el conflicto Catalunya-Madrid, entre en proceso de negociación y se llegue a una mejora de las relaciones, pero en una situación de choque frontal no puede producirse una victoria de Catalunya.

Da la impresión de que en París toma el relevo de Barcelona como Rosa de Fuego

No toma el relevo. París siempre ha ido por delante. Las bullangas de 1835 tienen lugar 40 años después de la revolución francesa y Cataluña siempre se ha reflejado en todo en Francia más que en España. El espejo de Barcelona, el espejo de Cataluña muy a menudo ha sido París y no Madrid, cosa que en Madrid cabreaba, indignaba mucho, y por eso decían como insulto que los catalanes somos unos afrancesados. Esto ya es histórico. Y durante la revolución industrial, en el siglo XIX, la burguesía se fijaba en Manchester. Las clases dirigentes de Barcelona, aunque pudiesen tener buenas relaciones con Madrid porque es quien tenía el poder, siempre se han reflejado y siempre han tenido como muestra a París. También los pensadores, los revolucionarios y la élite intelectual catalana siempre se han fijado más en París, en Inglaterra y en algunos casos en Alemania, como es el caso de Joan Maragall, que en Madrid. En el caso de París, vemos que están protestando porque no quieren jubilarse a los 64 años. Ahora lo hacen a los 62 y aquí lo hacemos a los 67. ¿Pero por qué están en los 62? Están en los 62 porque previamente ellos han conquistado ese derecho en la calle. No les ha sido concedido magnánimamente por el estado francés, por la Republique o por la patronal. Lo han conquistado ellos, se lo han ganado. Es lo que dicen de que los derechos no se regalan se conquistan. En ese caso es clarísimo.

También es violencia que los ejecutivos del IBEX 35 cobren 118 veces más que sus empleados

Aquí también hay gente que reclama mejores pensiones pero no incendian París como hemos visto estos días

Cuando se habla de violencia también existe una violencia que a mí me gusta señalar. Estoy en contra de toda la violencia y cuando digo de toda, digo de las barricadas pero también de la violencia que representa que la media de lo que cobran los ejecutivos del Ibex35 sea hasta 118 veces la media de lo que cobran sus empleados; que el primer ejecutivo de Inditex cobre 298 veces más que sus empleados o que el de Repsol cobre 387 veces más, esto también es violencia.

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