El periodista y sociólogo Pedro Brieger ha estado en Barcelona donde ha participado en varios actos y conferencias. Actualmente dirige Nodal, un portal informativo que analiza los procesos políticos y sociales de los países de la región latinoamericana y del Caribe. Es corresponsal en Latinoamérica de Público TV. Intervino en la sesión “Democracia y extrema derecha en Llatinoamérica y España”, organizada por Barcelona en Comú.
¿Qué fuerza tiene actualmente la extrema derecha en América Latina?
Cada país es diferente. Sí es verdad que hay varios partidos, movimientos, personalidades de extrema derecha, que han logrado crecer en estos últimos años con un discurso en contra de la política, un discurso antipolítica. Creo que influenciados también por el crecimiento de Vox en España, el triunfo de Trump en Estados Unidos, y el objetivo justamente de sectores de la extrema derecha de Estados Unidos de armar una especie de internacional de extrema derecha. Vox es muy activo en esto. Tal vez el problema de Vox es que viene con un discurso muy conservador católico que hoy no tiene una gran influencia en América Latina. En América Latina más bien es un discurso antipolítica, en algunos casos más vinculado a sectores evangelistas, como es el caso de Bolsonaro en Brasil. Y en gran medida se montan sobre el fracaso de algunos de los gobiernos llamados progresistas, en el más amplio sentido de la palabra, de poder llevar adelante reformas profundas que favorezcan a la mayoría de la población. Incluir a millones de personas dentro de sociedades todavía muy excluyentes es una tarea gigantesca. No se hace de la noche a la mañana. Y todas las fuerzas conservadoras, reaccionarias, acompañadas por los grandes medios de comunicación, ponen piedras en el camino todo el tiempo. El problema de las derechas tradicionales es que pueden ganar una elección pero ya no representan una alternativa como podían ser en otros tiempos. En realidad las derechas latinoamericanas, durante décadas, más allá de haber construido los países, los sectores conservadores vinculados a la iglesia católica, a los militares, se basaban mucho en el poder militar. Y el mérito que tenían era justamente lograr que los militares llevaran adelante golpes de Estado dados a favor de sus intereses. Esto prácticamente es imposible hoy en América Latina. Entonces usan otro poder que es el judicial. El famoso lawfare que apareció en estos últimos años para tratar de hacer caer gobiernos que antes derrocaban con los militares, pero no tienen una alternativa de vida, de proyecto de vida que seduzca. Y la extrema derecha tampoco. La extrema derecha se basa en un discurso muy anti, en contra de, pero no hay un gran proyecto de vida, y mucho menos de inclusión. Sin embargo, como decía, el fracaso de alguno de los gobiernos progresistas ha llevado a que, montados sobre el discurso antipolítica, puedan crecer partidos, movimientos de extrema derecha, en Argentina, en Brasil, en Colombia, en México. Pero como digo, cada país es particular.

Los dos máximos exponentes latinoamericanos de estos grupos de extrema derecha eran Bolsonaro en Brasil y el candidato de Uribe en Colombia. Los dos perdieron.
Bolsonaro es un fenómeno particular brasileño por supuesto. Sí es representante de esta extrema derecha conservadora, con la paradoja de que era parte del establishment pero se presentaba como si él no fuera el establishment. Él era presidente y con su discurso parecía que estuviera en la oposición. Muy similar al discurso de Trump. Muy apoyado por los sectores evangelistas, llega después de una crisis muy profunda del Partido de los Trabajadores por el derrocamiento de Dilma Rousseff. Bolsonaro llega porque derrocan a Dilma Rousseff, sino hubiera sido prácticamente imposible que pudiera llegar a la presidencia. De hecho era un diputado marginal que estaba en el Congreso hacía 20 años. El caso de Colombia es diferente. Tal vez lo que tienen en común es el discurso antipolítica. El caso de Colombia es el de un empresario que viene prácticamente de la nada, al estilo de Javier Milei, en Argentina, con sus peculiaridades, que también viene de la nada, sin partido político, sin estructura, pero aparece como disruptivo. Creo que el mérito de algunos de estos sectores de extrema derecha es presentarse como disruptivos, como aquellos que no negocian con el establishment, que están en contra de la política tradicional, que no van a robar, que no son corruptos. La corrupción existe, es realidad, los políticos están enquistados en el poder hace décadas. Y se presentan como algo novedoso, diferente. Trump también se presentó así. Trump no era la política tradicional, era alguien que venía de fuera de la política. Se incorpora al Partido Republicano. Ahí hay una diferencia con Bolsonaro, con Milei, con el caso de Colombia o con el caso de Chile. Trump se monta sobre una estructura, conquista la estructura de uno de los dos grandes partidos de Estados Unidos porque era consciente que por fuera de los dos grandes partidos, con dinero no alcanzaba. Ya había habido una experiencia años anteriores del multimillonario Ross Perot, pero solamente con dinero no alcanza para ser candidato en Estados Unidos. Trump leyó muy bien la experiencia de Ross Perot. Un hombre que venía de los medios de comunicación, que sabe comunicar muy bien, muy hábil con la comunicación. Creo que en eso tienen varios puntos en común algunos de estos grupos de la extrema derecha, que tal vez los emparentan con Santiago Abascal en España. Gente disruptiva, provocadora, grita, gesticula, está dispuesta a romper todo, dice barbaridades.
Mentiras también
Por supuesto, sí. Barbaridades y mentiras. Y cuantas más barbaridades dicen más atractivosson para los medios de comunicación a los que les gusta el show, hasta que en algunos casos, se está viendo ahora en Argentina, se dan cuenta de que engendraron un monstruo y que ese monstruo hoy no lo pueden parar, que tiene su propia dinámica, pero que en un momento les pareció divertido. El caso de Milei en la Argentina es particular.
Milei, como alternativa de extrema derecha ¿se abre camino en Argentina?
Está pisando muy fuerte. Fue invitado a la última fiesta que hace Vox todos los años. Milei estuvo ahí, arengando. Es un hombre que apareció en los medios de comunicación como un payaso mediático, un poco al estilo Abascal, diciendo barbaridades, agrediendo, disfrazándose. Y a los medios de comunicación le gusta el show y esta persona garantizaba show. Agredía a las periodistas mujeres, con un discurso misógino, diciendo barbaridades hasta que decidió lanzarse a la política. Lo vieron como alguien particular y en cierta manera gracioso. Hoy hay tres candidaturas que pueden llegar a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en la Argentina y una de ellas es la de esa persona de la extrema derecha, aunque parezca increíble.
¿Y en México o en otros países de América Latina?
Son diferentes. Por eso digo, cada caso es particular. México no tiene hoy una persona así. Van apareciendo. En Colombia fue un empresario. En Paraguay hay un personaje así. En México es una extrema derecha que surge más de la derecha tradicional. Que es el caso también en cierta medida de Chile, alguien que reivindica a Pinochet. Lo que tienen en común, más allá de las particularidades, es que se presentan como disruptivos. La izquierda hoy no es disruptiva, la izquierda es parte del establishment. La izquierda fue disruptiva mientras había dictaduras. La izquierda fue disruptiva con la revolución cubana en 1959, la izquierda fue disruptiva con los movimientos guerrilleros, pero la izquierda hace 40 años se insertó en el sistema democrático, lo sostiene, no lo cuestiona, en su inmensa mayoría, y es vista como parte del establishment.
Y mucha gente quiere disrupción
Exactamente. Especialmente gente joven sí quiere algo disruptivo. Hay que ver si lo quieren en la presidencia, eso ya es otra cuestión. Pero son figuras atractivas por lo disruptivo. El caso argentino es bien claro al respecto.

Decía que antes la extrema derecha llegaba al poder gracias a los golpes de Estado militares y que ahora ya no. ¿Podemos descartar para siempre que haya nuevas asonadas militares?
No, no, no. En la historia latinoamericana, en la historia mundial, no hay que descartar nada nunca. Pero por primera vez en la historia, países como Argentina, Uruguay, Chile, han tenido casi 40 años de democracia ininterrumpida. Y esto se da por primera vez en la historia. Hay que recordar que son naciones jóvenes de apenas 200 años, y que siempre ha habido golpes de Estado. Hoy hay una situación diferente. Los ejércitos tienen mucho menos poder, pero nunca hay que descartar que las élites económicas puedan apelar otra vez a sectores del ejército para llevar adelante un golpe de Estado. Nunca hay que descartarlo.
¿La religión qué peso tiene en los momentos de la extrema derecha? Usted informa también de temas religiosos
Yo me dedico también a temas de religión. Sí, efectivamente, yo no soy religioso, pero trabajo temas de religión. También cada caso es particular. En Brasil, como dije antes, Bolsonaro está muy vinculado a sectores evangelistas que han crecido y mucho, con un discurso en contra de la izquierda, en contra del aborto, que es uno de los temas fundamentales que unifica a todos los sectores de las extremas derechas latinoamericanas y españolas, un discurso en contra de lo que llaman las teorías de género, en contra de la inclusión de las diversidades. Un hombre es un hombre, una mujer es una mujer y punto. Son muy conservadores. Conservadores del 2023, pero son una línea que continúa con los conservadores que se opusieron al voto femenino. Hoy no se pueden oponer al voto femenino, obviamente, porque ya nadie se puede oponer al voto femenino. Sectores que antes se oponían al divorcio y hoy ya no se oponen al divorcio, entonces su bandera es en contra del aborto y en contra de las diversidades. Esto unifica a todos estos sectores de la extrema derecha. No de la derecha, que ahí está mucho más repartida, pero de la extrema derecha sí. Algunos más vinculados con sectores religiosos, otros no tanto.
¿Se impone esa visión de la religión en América Latina o la que representa el Papa Francisco?
Ahí hay una pelea política importante porque los sectores evangelistas crecieron mucho. En algunos países tienen mucho poder, en algunos países de América Central o en Brasil tienen mucho poder. En Argentina no se ha estudiado lo que es el poder de los evangelismos, porque hay muchos, por supuesto. Es difícil hablar de un voto evangélico en Argentina. En Brasil esto tal vez es más claro, se puede hablar de un voto evangélico más vinculado a la derecha. En otros países habría que ver. En América del Sur el caso más fuerte es el del voto evangelista en Brasil vinculado a Bolsonaro, que considera todo lo que tenga que ver con el socialismo como el demonio. De hecho Lula durante la campaña electoral tuvo que salir a decir que no había tenido un pacto con el diablo. Palabras textuales, no es una metáfora.
En España Vox, Abascal juegan mucho la baza del racismo. ¿Se juega también esa baza en América Latina?
Se juega pero menos. Otra vez, depende de qué caso. En República Dominicana hay mucho racismo hacia los haitianos, pero es un país que no tiene la trascendencia que tienen los grandes países de América del Sur. En Argentina hay mucha gente que vino de Paraguay, de Ecuador, de Bolivia, de Uruguay, de Brasil, de Colombia, de Venezuela, y no hay un racismo tan fuerte. En Chile ahora hay una inmigración venezolana, haitiana importante. La extrema derecha la utiliza, identificando siempre a los migrantes con los robos, con las violaciones, como se ve en Estados Unidos respecto de mejicanos y gente de América Central. Es el mismo discurso en todos lados. Son ladrones, son sucios, tienen otra cultura, otras tradiciones, no se pueden adaptar a las nuestras, traen malos hábitos, otra noción de la familia, otra religión. En Europa también está el tema del terrorismo islámico, como un tema fuerte que no existe en América Latina. En ese sentido, sí hay racismo, porque en todas las sociedades hay racismo, pero no es una bandera de la extrema derecha, no es una bandera central. No lo fue en Brasil, no lo es en Argentina.

¿Se coordinan los movimientos de extrema derecha de los diferentes países de Latinoamérica?
Sí, desde la era Trump. Trump tiene una persona, Steve Bannon, que fue su mano derecha durante un tiempo -no sé qué vínculo tiene hoy con él- que recorrió varios países de la región, estuvo también en Europa, tratando de formar este internacional de derechas. Creo que más que Bannon o Trump, es Vox quien tiene más influencia, con su imagen de la Iberosfera, que tratan de imponer en la región. Ya hicieron un segundo encuentro hace pocas semanas en Lima, Perú, tratando de juntar a las extremas derechas latinoamericanas. No les fue muy bien, no tienen tanta fuerza, pero se van juntando, dirigidos en gran medida por Vox, que tiene tal vez la la visión más estratégica de unificar a los grupos de América Latina, que además sienten que es un freno frente al socialismo, al comunismo. Están obsesionados con el socialismo y el comunismo como si vivieran 60 años atrás.
¿Cree que la extrema derecha es un peligro real en Latinoamérica?
Sí. No se puede predecir el futuro. No me atrevería a decir que va a ser marginal. Mucho depende del éxito o fracaso de los gobiernos progresistas. Si los gobiernos progresistas tienen éxito, la extrema derecha va a ocupar un lugar dentro de la sociedad, pero menor. Frente a las crisis también de las derechas tradicionales, si le agregas las crisis y fracasos de los gobiernos progresistas, creo que hay sectores de extrema derecha que pueden crecer.
¿Si Trump hubiese ganado, estaríamos peor en este tema?
Imposible saber eso. Trump quiere volver, así que no hay que descartarlo, no hay que subestimarlo. Ya lo subestimaron en la elección anterior y ganó.
Es un referente para este mundillo de extrema derecha
Es un referente, pero hasta ahí. La cultura estadounidense está muy metida en América Latina, es real, pero no me parece que haya mucha atracción hacia Trump. No me parece una figura tan atractiva en América Latina.
Bolsonaro se fue a Estados Unidos cuando perdió las elecciones
Se fue a Estados Unidos, tiene vínculos con Trump, su hijo se pasea bastante por América Latina tratando de juntar la extrema derecha, pero no parece Trump un referente. Creo que la extrema derecha latinoamericana mira más hacia España, por historia también. Por eso lo de la Iberosfera que plantea Vox: España y América Latina. Inventaron una palabra para decir que somos parte de esto. Vendría a ser otra vez la madre patria España guiándonos a los latinoamericanos. Eso también tiene un límite, tiene su techo porque ya no se le rinde pleitesía a los reyes de España, como antes.
¿Cómo se combate a la extrema derecha? ¿Cuál es el mejor antídoto para frenarla?
Que la gente viva mejor con gobiernos progresistas. Me parece que es la mayor garantía: mejorar el nivel de vida de la gente. Entonces no va a buscar soluciones mágicas. Si la gente vive cada vez peor aparecen locos de la nada proponiendo soluciones mágicas y eso cautiva.