Llevo varias semanas en plena meditación trascendental sobre cómo enfocar el inicio de nuestro paseo por los segundos Indians, que en realidad, no es mal comienzo, son un barrio sin nombre, categoría con mucha presencia en Barcelona.

Estas estructuras son tales porque constituyen una urbanización unitaria integrada más tarde en lo geográfico a latitudes cercanas. Son como fallas del orden establecido. Entre ellas podemos mencionar, sin ser exhaustivos, el barri de Romans entre Gràcia y el Baix Guinardó, el casi extinto de las Casas Boada en Camp de l’Arpa junto a Navas, el siempre en riesgo Camp de la Creu en Les Corts o la barriada de Plus Ultra en Port. 

La ubicación en el mapa es importante para comprender ciertos porqués de estos mal llamado segundos Indians. Si accedo a su superficie desde el triángulo de passeig Maragall con carrer de les Acàcies, entiendo cómo los Laboratorios del Doctor Ferran incidieron en los límites del futuro barrio, vecino de la masía de Can Sabadell y de las propiedades de Ramón Albó i Marti, diputado regionalista, además de presidir el Centro de Menores Abandonados y Presos. 

Albó cedió el primero de diciembre de 1916 los terrenos para concretar la urbanización planteada desde 1908 por Salvador Riera, un tejido de tres calles, al principio designadas con las tres primeras letras del abecedario y posibles aspiraciones de ir más allá, algo típico en su impulsor, como veremos mientras completo las piezas del rompecabezas, donde no está de más mencionar cómo Albó mantuvo su torre en la esquina de passeig Maragall con Garcilaso hasta su fallecimiento, acaecido en 1955.

Muchos años antes, en 1894, había muerto Joaquín Prats i Roquer, pío industrial de la sedería. Entre sus donaciones, figuró una de ochenta mil pesetas, aplicada por la Caixa de Barcelona en 1908 para edificar casas de los trabajadores en el entorno de la Torre dels Pardals. 

Confluencia de Prats y Roquer con Maragall y los Quince | Jordi Corominas

Toda esa extensión configuró otro barrio sin nombre con debut precioso en passeig Maragall con las calles de Mascaró y la de la Marquesa de Caldes de Montbui. Esta última se denominó de Prats i Roquer en distintos periodos, pero ahora este nombre corresponde a la vía en descenso del barrio de los segundos Indians, con la placa del nomenclátor errada al bautizarla como Prat d’en Roquer, un extra para despistar y una vergüenza de rigor. 

Confluencia de paseo Maragall con el barrio posibilitado por una donación de Prats y Roquer, con las calles de Mascaró y la Marquesa de Caldes de Montbui | Jordi Corominas

Desde las casitas proyectadas por Enric Sagnier, imbatible en productividad e hijo del dueño de la institución bancaria implicada en la cuestión, veo cómo Prats i Roquer se acelera hasta topar con el muro del carrer d’Alexandre Galí, un limbo y una pantalla para ocultar la eclosión del Congrés. 

Asimismo, Prats y Roquer es un auténtico enclave en el planisferio de los márgenes barceloneses por la confluencia de passeig de Maragall con els Quinze, el camino de Sant Iscle hacia Fabra i Puig, otra junción de varios universos. 

El último inicio de estas Barcelonas nos conduce a la conexión de sus puntos. Hace más de un año me introduje en un parquin más que destartalado en la Verneda, junto al carrer de Bonaventura Gispert, por donde circuló la riera d’Horta. En el interior de este inmenso aparcamiento la masía de Can Riera, superviviente por pura desidia,  asoma como si fuera una prisionera en proceso de descomposición.

La masía de Can Riera | Jordi Corominas

Si quitaran de esa parcela los coches y dignificaran todo este perímetro, magnífico en los aledaños de la iglesia de Sant Martí de Provençals, ganaría muchos quilates y podría apreciarse mejor el origen de la zona. En ella debió crecer Salvador Riera Giralt, quien junto a sus hermanos José y Gerónimo sobresalió en acumular hectáreas para gestar la urbanización del Sant Martí previo a las Agregaciones de 1897.

Gerónimo y José coparon un sector de calado en el Camp de l’Arpa, hasta tener calles a su nombre en Ruiz de Padrón y Besalú. Quizá fueron el punto de partida para una mayor ambición del clan, nítida en la década de los noventa del Novecientos, cuando salvador, casado con Cecilia Estapé, adquirió Can Sors, el Mas Viladomat y el Mas Guinardó en la montaña de Sant Martí. En 1890 Pedro Borrás, residente en el Clot, había trazado un esbozo de urbanización, aprovechadísimo por Riera, quien zanjó la adquisición barata de ese tramo tan apetitoso en 1896, un año antes del legendario 20 de abril de 1897, cuando su Guinardó pudo cobrar un peso propio desde su pertenencia a Barcelona.

Riera, afincado en el Mas Viladomat, en la encrucijada de caminos compuesta por Pare Claret, la rambla Volart y el futuro passeig de Maragall, deseaba fundar una ciudad jardín. Más tarde, hacia 1909, cedería al Ayuntamiento más tierras para así propiciar el nacimiento del parque del Guinardó, el segundo municipal tras la Ciutadella. 

El Riera de la madurez, algunas fuentes sitúan su nacimiento hacia 1847, era un mandamás pletórico, metido en todas las salsas. Fue de la partida en acabar con los quebraderos de cabeza causados por el torrent del Bogatell en la actual calle Rogent e insistió en la urgencia de un mercado para los vecinos, no sin en 1900 invertir en una sociedad en comandita centrada en fabricar barnices y colores, la Feliu Casanova, yerno de nuestro protagonista y a no menospreciar en todo ese entramado porque fue su heredero.

Riera debió soñar con ser como los Fargas, Micaela Borrás o los Casanovas. Para conseguirlo, si bien sólo he localizado dos referencias más bien inciertas, amplió su imperio rural en 1898 con Can Sabadell. De repente, mientras procedía a la paulatina urbanización del Guinardó, ganaba una nueva opción en ese limbo con tanto vacío a su alrededor entre los campos cercanos y la incipiente barriada de Can Berdura, els Indians. 

Murió meses antes del visto bueno a la urbanización de los segundos Indians, compuesta por las calles de Ramón Albó, Prats i Roquer y Acàcies El documento de la Gaceta Municipal lo delimita entre la carretera antigua de Horta, más o menos el passeig Maragall, y la nueva, es decir, Garcilaso. Sin embargo, su confín más difuso se estipuló en un camino anónimo, el de Horta a Sant Martí. 

Acàcies fenece también en Alexandre Galí, que algo tendrá si sale tanto por aquí. Ramón Albó devino no hace tanto una continuación bastarda de la ronda del Guinardó, aunque en su génesis resulta más significativo pensar en su proximidad con el passeig de Fabra i Puig, enlace entre Sant Andreu y Horta. 

Confluencia de Prats y Roquer, pasaje de la Cebada y Alexandre Galí | Jordi Corominas

Prats i Roquer ahora es el tercer hombre, con la gracia de hilvanarse donde el beato sedero aupó la edificación de ese antecedente para las futuras casas baratas. Además de la trilogía de base, el barrio tiene dos pasajes, el de l’Ordi, cebada en castellano, y el de Salvador Riera, omnipresente en el nomenclátor de sus feudos.  

Mapa de 1931. 1 Son Los laboratorios del Doctor Ferran, 2 Can Sabadell, 3 la confluencia de Maragall con los Quince. La flecha roja indica el inicio de Prats y Roquer, el marrón la zona de la urbanización posibilitada por Prats y Roquer, mientras la negra indica el inicio de los Segundos Indians desde Acàcies. La línea verde es Garcilaso, la naranja paseo de Maragall y la azul el camino de Horta a Sant Martí
Share.
Leave A Reply