No deja de ser fascinante cómo el estudio de una zona concreta conduce a una mayor comprensión de un conjunto superior. El barrio de Salvador Riera, quién a buen seguro se hubiese ofendido con lo de los Segundos Indians, quiso generar su propia idiosincrasia de cruces y límites, topándose en la mayoría de ocasiones con designios inalcanzables, como las cocheras en el caso de Ramón Albó y Federico Mayo, un extenso muro para separarlo de las flamantes viviendas del Congrés.

Hoy no tengo mucha intención de marearos, y por lo tanto debo ser diáfano desde el principio. El protagonismo de las siguientes líneas recaerá en la calle de Prats i Roqué, una línea más bien recta desde passeig de Maragall con Els Quinze hasta Federico Mayo.

En anteriores entregas, vimos lo piadoso de este empresario sedero fallecido en 1894 con varias donaciones en su testamento, entre ellas ochenta mil pesetas, aprovechadas por la Caja de Ahorros y Monte de Piedad para edificar a partir de 1912, así consta en el Archivo Municipal, inmuebles económicos para trabajadores, algo considerado desde entonces como el precedente inmediato de las sucesivas leyes de casas baratas, en auge durante el primer tercio del Novecientos.

El abogado Lluís Sagnier encargó las fincas a su hijo Enric, el más prolífico de los arquitectos condales, esmerado en colmar el deseo de su progenitor en dos secuencias, la del 38 al 44 del carrer de Lluís Sagnier y otra del 8 al 22 de Prats i Roqué, así denominado al menos hasta junio de 1927, cuando la Gaceta Municipal registra la aceptación de cambiarlo por el de Marquesa de Caldes de Montbui a instancias de los militares de la cooperativa del pasaje del Tinent Costa, una maravilla demasiado poco remarcada de Barcelona.

La calle de la Marquesa de Caldes de Montbui, antes denominada Prats i Roqué | Jordi Corominas

Hasta esa fecha, nuestro objeto de atención se llamó con un vago Prats. El nuevo bautizo no ha suscitado muchas preguntas, ignorándose la sutil conexión existente entre la urbanización de arriba y el barrio de Salvador Riera, confirmada por un asunto estilístico acaparado por Enric Sagnier, un autor medio invisible en estos núcleos pese a ser omnipresente.

No quedan muchas de las casas baratas de las que construyó hacia 1919 en Acàcies y Prats i Roquer. Las supervivientes guardan bastantes similitudes con el número 6 del actual carrer de la Marquesa de Caldes de Montbui, afinidad asimismo intuida en el 64-66 de Ramón Albó.

Una de las casas baratas levantadas por Enric Sagnier en la calle Prats i Roqué | Jordi Corominas

Durante los albores de Prats i Roqué no todo fue cosa de Sagnier. Los años veinte llenaron los solares de pequeños propietarios y de cierto emprendimiento a la hora de facilitar el acceso a un hogar para muchos trabajadores. En 1929, Miguel Comas contrató al arquitecto Antoni Ferrater Bofill para este fin en sus terrenos comprendidos entre los números 35 y 41, reemplazados en la actualidad por bloques más o menos recientes.

Por lo tanto, en el primigenio Prats i Roqué se apostó con firmeza por el modelo de casas baratas; aun así, algunos pequeños burgueses, muchos provenientes del casco antiguo y del Eixample, quisieron poner su particular pica, como Ramón Fonollosa o Ramón Osó, quien, con toda probabilidad al haber visto su labor en el vecino carrer de les Acàcies, confió en el valenciano Joan Guardiola, con mucha faena en las inmediaciones antes de dar un salto hasta inventar su inimitable estilo fallero.

A veces, da la sensación que, para la autoridad municipal, Prats i Roqué ha contado poco o nada. El advenimiento de la Segunda República lo eliminó del nomenclátor, reemplazado por Pau Sabater hasta el final de la Guerra Civil. De este modo se rompía una unidad característica del barrio, con su callejero meditado para aunar tanto a sus hacedores como a la nobleza de Acàcies, popular por la hilera de ese árbol que le otorgaba un toque de sombra y distinción.

La calle Prats i Roqué. | Jordi Corominas

Pau Sabater fue un pez gordo del Anarco-Sindicalismo catalán, célebre por arrojo y líder del ramo de los tintoreros de la CNT. Su visibilidad y gusto por la acción hicieron de él un blanco muy apetecible durante los años del Pistolerismo, hasta ser asesinado cerca de su domicilio, en el 274 del carrer Dos de Maig, por la banda del temible Bravo Portillo. Luego, durante la noche del 17 de julio de 1919, fue traslado a la carretera de Montcada, donde fue hallado el cadáver de este obrero legendario, celebrado como pocos durante su funeral, del Clínic al camposanto de Montjuic.

La República debió definir y llenar toda la extensión de Prats i Roqué, si bien en su sector junto a Ramón Albó y passeig Maragall localizamos inmuebles con el estilo arquetípico de la segunda mitad de los cuarenta y principios de los cincuenta. En ese perímetro de la calle, en una de sus esquinas con Ramón Albó, hubo un refugio. Por lo demás no deja de admirar y sorprender el tesón del Consistorio incluso en la agonía bélica, cuando se acordó pavimentar Prats i Roqué con hormigón mosaico.

Esquina de Ramón Albó con Prats i Roqué | Jordi Corominas

La derrota me hace imaginar al espacio relatado en estas páginas con aspecto desolado y lúgubre. El lector podrá fruncir el ceño y prorrumpir para sus adentros hombre, Jordi, no vayas a lo fácil. No os equivoquéis. Paseo con asiduidad por Prats i Roqué, más estas últimas semanas para desmenuzarlo con minuciosidad sobre el terreno. Leo su mapa del pasado y parcelo metro a metro las décadas de construcción mediante las fachadas. Hay muchas villas prototípicas de la resaca del Modernismo una vez dejamos atrás Ramón Albó, moda de barrio de hace un siglo con un tono entre beige y marrón en la hegemonía cromática de ese período, con menos miedos y muchas esperanzas.

En mi memoria, Prats i Roqué siempre tuvo un aire medio congelado, como si en algún instante se hubiera detenido su reloj, la atmósfera gris, como el cielo, clausurándose su totalidad en la pantalla de Federico Mayo/ Alexandre Galí. Si lanzáramos un coche a lo loco desde el debut de Prats i Roqué con passeig de Maragall hasta esa muralla del Congrés, impuesta desde 1956, el resultado sería un choque espectacular y vertiginoso, un crash de película setentera.

Pasaje de Tinent Costa. | Jordi Corominas

Una de mis vistas favoritas de este 2023 consiste en la multiplicidad de ángulos de la esquina de Prats i Roqué con Federico Mayo/ Alexandre Galí. Uno abraza hasta al passatge de l’Ordi, mientras otro es ejemplar al enseñarnos cómo una casita de principios de los cuarenta hace de bisagra entre dos universos, el último inmiscuyéndose en el barrio de Salvador Riera, hasta disminuirlo y robarle el limes de la carretera de Horta a Sant Martí.

Desde hace décadas, Prats i Roqué se ha visto devorado por la negligencia del municipio con el nomenclátor. Las placas nos informan de hallarnos en el carrer del Prat d’en Roquer, una invención indignante, un botón más de desprecio bien diseminado por muchos márgenes urbanos. El nombre, junto a la disección de lo caminado para fundir el planisferio del hoy con los del ayer, suele ayudar a la comprensión de muchos factores,  aquí arruinada por tanto estrepitoso menosprecio, hasta despojar al barrio de una de sus sacrosantas señas de identidad.

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