El otro día fui a la pista polideportiva de mi gimnasio a jugar al baloncesto. Aprovecho para hacer algo de deporte y, a la vez, practicar el deporte que más me gusta. No destaco por mi físico privilegiado ni por una técnica exquisita, pero es la actividad deportiva que más he practicado a lo largo de mi vida. Un poco de música y a disfrutar. Sin embargo, ese momento de desconexión fue interrumpido por otro chico. Alto y fuerte, se me dirige en inglés y me pregunta si quiero jugar un partido contra él. “Con normas FIBA de 3 contra 3″, remacha, con un marcado acento ruso. Acepto y pienso que perderé estrepitosamente después de verle lanzar desde media distancia. No sólo tiene un físico privilegiado, sino que además sabe cómo jugar. En este contexto solo tengo una opción: jugar rápido y tirar desde fuera, desde lejos, para sumar puntos más rápidamente. Triple tras triple. Lanzamiento desde la línea de 6,75 m para huir de su defensa.
Pedro Sánchez y el Partido Socialista han sufrido una clara derrota en estas elecciones municipales y autonómicas. Los resultados en la Comunidad Valenciana, las Islas Baleares o Extremadura se suman a las ya esperadas —y contundentes— derrotas en la Comunidad y en el Ayuntamiento de Madrid. Algunas de estas comunidades autónomas constituirán gobiernos de coalición entre los populares y la ultraderecha, tal y como ya había ocurrido con anterioridad en Castilla y León. Un magma complejísimo para los socialistas pero también para Unidas Podemos, que desaparece de la Comunidad de Madrid —y también del Ayuntamiento— y obtiene un resultado pírrico en todas las autonomías que ayer elegían asamblea parlamentaria. Podemos y sus aliados obtuvieron entre un 3 y un 7% de los votos en estas autonomías. Los dos socios del gobierno de coalición están en graves problemas frente al avance de la derecha y la extrema derecha.
¿Cómo ha decidido Sánchez enfocar esa situación negativa? Él, que había jugado en las categorías inferiores del Estudiantes, seguramente ha pedido tiempo muerto en Moncloa para ensayar una jugada de pizarra. La única manera de librarse del marcaje de la oposición de derecha era hacer algo que nadie esperara. Y así es como ha decidido convocar elecciones generales para el próximo 23 de julio. Unos comicios a medio camino entre la playa y el inhábil mes de agosto, que tradicionalmente en España no es que desmovilice, es que paraliza absolutamente. El Presidente del Gobierno está lanzando un triple de aquellos que en las retransmisiones de la NBA dicen que se efectúa “desde el parking” o “desde su casa”. Muy bombeada, haciendo una parábola increíble y efectista. Digna de Stephen Curry. Veremos si entra.
Las consecuencias del triple de Pedro Sánchez son imprevisibles —tanto como su propia táctica—. Por un lado, parece que la mejor forma de armarse contra la ultraderecha no es convocar unas elecciones en pleno verano. Es obvio que la abstención ha jugado un papel relevante en el descalabro de las municipales y autonómicas, y no parece claro que la solución pase por unos comicios a finales de julio. Por otro lado, la falta de articulación de una candidatura por parte de Sumar y Podemos no ayuda a imaginar un escenario donde éstos puedan sumar parlamentariamente con los socialistas. Sánchez, por supuesto, es ambicioso y pretende borrar del arco parlamentario el espacio que le queda a su izquierda a través del noble arte de la polarización. Pero, ¿y si no es suficiente? ¿Y si de tanto audaz, Sánchez no llega a buen puerto? Arriesgado y temerario.
Corren por las redes muchos vídeos de partidos de baloncesto, donde los jugadores, muy jóvenes, muestran habilidades distintas a la hora de plantear el juego. Si antes pasaban la pelota e intentaban demostrar sus capacidades combinatorias, ahora es solo uno de ellos el que encabeza el equipo y utiliza su lanzamiento para sumar de tres en tres. Triples. Sorprende porque es un estilo de juego criticado por los entrenadores, que enseñan a chavales en etapa formativa, que se quejan de las malas influencias del baloncesto americano. La política, como el baloncesto, no es un deporte individual y requeriría calcular los esfuerzos en común. Sin embargo, la cultura política del bipartidismo sigue intacta en el ADN socialista. Quizás Sánchez necesita un entrenador de esos que, como en el baloncesto formativo, riñe al jugador que juega solo y únicamente sabe lanzar triples.
Por si se lo habían preguntado, el partido en mi gimnasio fue muy duro. Mi colega ruso me hizo un par o tres de bloqueos, no fue nada fácil plantarle cara. Además, necesité mucha puntería para equilibrar la balanza. Perdí el primer partido, de once puntos. Pero, mira por dónde, al final los triples entraron uno tras otro hasta dos victorias consecutivas. 2-1. “Game”, decía él, mientras reía consciente de que, en condiciones normales, habría tenido que imponerse.
Sin embargo, Sánchez ha apostado a doble o nada, se lo juega todo con la última carta que le quedaba. La ambición de recoger todo el apoyo de las izquierdas polarizando la campaña juega un papel crucial. Demasiado, me temo. Yo, aunque convencido triplista, no me fío demasiado del efectismo de una jugada maestra de estas características. Mucho cuidado, aviso a navegantes: esto no va sobre una pachanga de baloncesto; nos jugamos que el futuro esté gobernado por la ultraderecha española.