Pol Rius
“Mientras unos llaman a la abstención, otros alertan de los peligros de la extrema derecha”. | Pol Rius

Estas últimas semanas he seguido con interés y una mezcla de curiosidad e incredulidad el debate que se ha generado en las redes y en los medios de comunicación a partir del llamamiento realizado por determinadas personas y algún colectivo, propugnando la abstención en las elecciones legislativas españolas del próximo 23 de julio. Una corriente que coge más fuerza cada día que pasa y que, a buen seguro, tendrá un importante protagonismo durante la campaña electoral.

En mis últimos artículos he defendido que estamos en un momento clave, en el que las fuerzas políticas tendrán que reflexionar a fondo ante la reacción de una ciudadanía cada vez más alejada de una clase política que navega entre la autocomplacencia y la desconexión del día a día. Reflexión que debería ir seguida de acciones y propuestas para revertir la situación. Pero no; parece que no hay manera y no hemos visto ni dimisiones, ni cambios de rumbo, ni asunción de responsabilidades. Los dirigentes de las formaciones políticas se han enrocado y los cuadros navegan entre el miedo a perder la silla y la obediencia acrítica. Sólo en privado y pidiendo máxima confidencialidad, te reconocen que no vamos bien.

Por eso no me sorprendió que inmediatamente después de la convocatoria del 23J surgiera la campaña a favor de la abstención como reacción a años de desencuentro. Un llamamiento que personalmente considero absolutamente político; de hecho, creo que hay que hablar claramente de abstencionismo militante. Pero ya sabemos que la clase política nunca deja de sorprendernos, y por eso estamos asistiendo a este lamentable espectáculo en el que las reacciones ante el movimiento abstencionista por parte de los estados mayores de los partidos y los altavoces oficiales se han movido entre el pánico y la histeria. El llamamiento para no votar ha conseguido poner nerviosos a unos partidos que han dejado de escuchar a la ciudadanía.

De manera bien coordinada, como un solo hombre y una sola mujer, han activado el argumentario del manual “Cómo infantilizar a los votantes sin preocuparnos por disimular”. Desde editoriales de diarios supuestamente prestigiosos a largos hilos de twitter de los miembros de los diferentes círculos de los partidos, se han puesto sobre la mesa una larga lista de conceptos, argumentos y consignas. No dispongo de espacio suficiente para recogerlos todos, pero aquí van algunas muestras: anti política, populismo, inconscientes, irresponsabilidad, ya os lo encontraréis, antidemocracia, sectarios, pataleta,…

¡Claro que sí! Insultar a los votantes, ridiculizarlos y tratarlos como inmaduros es la mejor manera de convencer para que vayan a votar. Una ofensiva en toda regla que tuvo su súmmum en el diagnóstico de un respetado analista: “los abstencionistas están equivocados y no se dan cuenta”. ¡Madre mía! ¡Qué paternalismo, qué obsesión por decir a los demás cuando piensan bien y cuándo no! Todo un síntoma del momento que vivimos y de la dimensión de la tragedia. Y todo ello se dirime, especialmente, en la “burbuja” de twitter; ¡bendita burbuja! Suerte tenemos de un espacio que se escapa del férreo control de los partidos y permite que cada uno diga la suya.

El paternalismo y el desprecio que muchos están demostrando en este debate es una muestra de la falta de cultura democrática de nuestro país. Es evidente que la historia no ayuda y el hecho de continuar con las reglas del juego de un régimen del 78 y de una falsa transición, herederas de la dictadura franquista, no favorece el objetivo de convertirse en una democracia real y acreditada. Grave es que determinados estamentos del país vayan cojos en este sentido; pero aún es más preocupante que los partidos políticos, máxima expresión de la participación y el compromiso, reproduzcan esquemas antiguos, paternalistas y poco respetuosos con la ciudadanía. Para muchos y muchas de los que apostamos hace años por la militancia se hace cada día más difícil defender según qué posiciones y actuaciones.

Hace unos días escribía en Reflexión en tres actos que las elecciones legislativas serían el segundo acto de un proceso que tuvo a las municipales como previa y que culminará con unas elecciones catalanas muy probablemente adelantadas. Queda menos de un mes para la jornada electoral y el debate está muy vivo. Mientras unos llaman a la abstención, otros alertan de los peligros de la extrema derecha, obviando que esos que ahora preocupan tanto no han salido de la nada. La gente de VOX estaba en el PP. ¿O no recordáis cuántas veces se repetía, sólo hace cuatro días, aquello de que en España no había extrema derecha porque estaban todos en el PP? Lo que representa VOX ya lo hemos vivido. En forma de 155, en forma de Aznar, en forma de Ayuso gestionando la pandemia.

¿Puede ser peor? Seguro, el fascismo siempre tiene recorrido para degenerar. Pero para mí la pregunta no es esa. La pregunta debe ser: ¿han hecho la izquierda y el independentismo todo lo que hacía falta para detener el avance de las propuestas populistas, de recortes de derechos y de protección de los poderes económicos especuladores? Pase lo que pase a finales de julio, es necesario que las formaciones políticas progresistas i las independentistas empiecen a reconocer errores, renueven liderazgos y hagan frente a una desafección que sólo beneficia a la derecha. ¡Y guárdense el paternalismo donde les quepa, por favor!

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