En el año 1934, a las puertas de iniciarse la Segunda República Española, Manuel Azaña —su futuro presidente—, publicaría Las dos Españas, un libro en donde abordaba la compleja situación política y social en la que se encontraba el país, en un esquema similar al presentado por Ortega y Gasset en La España Invertebrada unos años atrás: la España liberal y progresista, en este caso representada por la República, buscaba modernizar el país, establecer una sociedad más justa y avanzar hacia una mayor democratización. La España conservadora y tradicionalista, que se oponía a los cambios impulsados por la República y defendía la preservación de las instituciones y valores tradicionales, especialmente vinculados a la Iglesia Católica y a la monarquía.

Es justo decir que Azaña menoscababa la existencia de una “tercera España”, aquella que confrontaba el liberalismo desde la izquierda, que cuestionaba la propiedad privada, que era partidaria de la lucha sindical y de la acción directa, y que tuvo el poder de discutirle a las otras dos Españas su hegemonía. Esta “tercera España” es hoy el recuerdo lejano de un mundo bipolar, convertido a menudo en objeto fetiche por parte de la izquierda y de espantapájaros ideológico por parte de la derecha.

Las elecciones de este domingo se presentan como el enésimo revival de las dos Españas. PP+VOX, a un costado del cuadrilátero, vestidos con toga de inquisidor y corbata de banquero. PSOE + Sumar, al otro costado, cargados de buenas palabras y envueltos con la bandera arcoíris. Es imposible saber exactamente cuán de perjudicial sería un gobierno capitaneado por Núñez Feijoo y Santiago Abascal, pero las pistas que nos dan las comunidades autónomas de Valencia, Extremadura, Baleares y Castilla la Mancha no son nada alentadoras: exterminio de la pluralidad cultural y lingüística, erradicación del discurso feminista, y una política fiscal neoliberal en favor de aquellos que más tienen.

Y es que la nueva extrema derecha, a diferencia del fascismo de entreguerras —que promovía unas políticas económicas híbridas entre el proteccionismo y el corporativismo caciquil— es, en lo económico, netamente neoliberal: bajadas de impuestos a los ricos, desmantelamiento del sistema público de pensiones, sanidad, y educación, etc. En la parte que se refiere al discurso de odio —machista, racista, homófobo—, no hay mucha diferencia entre los fascistas de hace un siglo y la extrema derecha actual.

Si adaptáramos la idea de las dos Españas al contexto actual, no habría duda en qué lado están PP y VOX. Pero la otra España, sin embargo, no está tan clara. Para representar la España “otra”, la plurinacional y de alma republicana, no basta con el binomio PSOE – SUMAR. El PSOE es tan republicano como catalán habla Aznar en la intimidad, y por muy descentralizadora que pueda ser la visión territorial de SUMAR (que lo es menos que en Unidas Podemos), la pulsión centrípeta de Madrid es tan fuerte que, sin la presencia de los vectores catalanes, vascos y gallegos, el puzle de la España plural está incompleto. La coalición de derechas de la España rancia es un hecho; la coalición de la España plurinacional, una posibilidad.

A diferencia de PPVOX, ninguna encuesta ha previsto que PSOE + SUMAR lleguen a la mayoría absoluta. Serán los partidos etiquetados como “Otros” —Bildu, PNV, BNG, Teruel Existe, Coalición Canaria, ERC, CUP y Junts per Catalunya, los que puedan acabar de decantar la balanza. Parecería, pues, que esta pudiera ser una gran oportunidad para la España “Otra”, y si bien los principales partidos vascos (Bildu y PNV) ya han dejado meridianamente claro que no darán bajo ninguna circunstancia el voto a la extrema derecha, en Catalunya la situación es algo más confusa.

Los partidos independentistas catalanes llevan años captivos por sus propias palabras de las que hoy, seis años después del uno de octubre, todavía no pueden desdecirse. Hacerlo, o simplemente adaptar el discurso al contexto de realidad actual, es percibido por los otros partidos independentistas (en una lógica estereotípicamente patriarcal, dicho sea de paso), como un signo de debilidad. ERC ha sido lo primera formación en dar tímidos pasos en la dirección de pinchar la burbuja del independentismo mágico, y por ello perdieron unos cuantos votos en las elecciones municipales.

Tampoco la CUP ha dado señales de querer despertar de aquel octubre mágico. Durante el debate electoral de TV3, su candidato se mostró incapaz de dar una respuesta a la interpelación de Gabriel Rufián, que le preguntaba cuál era la alternativa real a dar el apoyo al PSOE y Sumar para frenar la llegada de la extrema derecha. Pero la CUP es, en términos de representación institucional, una fuerza testimonial. El caso de Junts per Catalunya es distinto. Míriam Nogueras, su cabeza de cartel, llegó a afirmar que no hay ninguna diferencia real en la actitud de España respecto a Catalunya entre un bloque y el otro.

Si ante la frase “ni de derechas ni de izquierdas” se suele asumir que el interlocutor es efectivamente de derechas, afirmar que no hay diferencias entre un gobierno del bloque PP+VOX con uno de PSOE+SUMAR significa que, o bien eres anarquista, o bien eres de derechas. Y Míriam Nogueras no parece que sea anarquista. Pero la posición de Junts per Catalunya esconde una perversión mayor: escudándose en el perjudico histórico en materia económica y de derechos, que efectivamente sufre Catalunya, ocultan, por interés electoral, el hecho de que pueden sentirse más cómodos con las políticas económicas de PPVOX —centradas en la exención fiscal y en promoción del discurso del miedo al okupa (sin ir más lejos, el Ayuntamiento de Premià de Dalt ya contrató los servicios de la empresa Desokupa)— que, por ejemplo, con la subida del salario mínimo.

La otra España es, como decíamos, una posibilidad que se muestra puntualmente en la historia. Siempre que esta posibilidad se ha materializado, Catalunya ha estado presente. Porque la España “otra” no existe sin Catalunya. El peligro real de estas elecciones es que se prefiera aquello que históricamente se le ha criticado, desde Catalunya, a la izquierda socialdemócrata: que elijan una España rota a la posibilidad de una España otra.

Share.
Leave A Reply