El Fuerte Laramie es un lugar simbólico para los aficionados al wéstern. Situado en el estado de Wyoming, cerca del río homónimo por el que acabó conociéndose al emplazamiento, fue comprado por el ejército en 1849 y se convirtió en un lugar de paso obligado al ser prácticamente el único rastro de civilización en la ruta que atravesaba el territorio, especialmente para los pioneros que viajaban hacia la conquista y colonización del oeste, literalmente.

Qué mejor elección que nombrar Colección Laramie a la iniciativa de publicar y recuperar títulos destacados del cómic de género wéstern, con los autores más reputados y con algunos títulos que son realmente difíciles de encontrar con el paso de los años. Los tres primeros números de la colección los ha publicado Nuevo Nueve Editores (los dos primeros en 2022 y el tercero en 2023), y son los siguientes: Welcome to Springville 1 (1977), con guion de Giancarlo Berardi (1949-) y dibujo de Renzo Calegari (1933-2017); Welcome to Springville 2. Sombras y polvo (1979), con guion de Giancarlo Berardi (1949-) y dibujo de Ivo Milazzo (1947-); y Capitán Jack. Una aventura de Tex (2016), con guion de Tito Faraci (1965-) y dibujo de Enrique Breccia (1945-). Los tres títulos, obras maestras para los aficionados.

El cuarto volumen de la colección lo ha publicado en 2023 Frank & Jesse Editores, que inicia su actividad editorial con un nombre muy apropiado para la temática a reivindicar, y con el compromiso de publicar las dos partes que forman el total de la recopilación. En concreto, nos referimos a Loco Sexton. Muerte de un sheriff 1 (1976), con guion de Héctor Germán Oesterheld (1919-1977) y dibujo de Arturo del Castillo (Arturo Pérez del Castillo, 1925-1992). Este primer volumen consta de 15 historias cortas de las 43 del personaje, todas ellas entre 10 y 18 páginas, e incluye una con guion de Guillermo Saccomanno (1948-) y otra con guion de Mario Pedrazzi (1938-) y dibujo de Enrique Breccia.

El personaje lo diseñó y desarrolló Oesterheld, aunque solo firmaría veinte guiones antes de su muerte. El guionista escogió como anfitrión a un periodista que en la primera página de la primera historia se presentaba dándose el gustazo de burlarse de su jefe, que no era ni más ni menos que el propietario del diario Tribune, el principal diario de Nueva York, que le estaba gritando delante de todos: “¡Usted, Sexton, es un fracaso! ¡Un real fracaso!”. El periodista, apodado “Loco”, con sus únicos veintidós dólares y setenta y cinco centavos compra un billete de tren lo más lejos posible, hasta la ficticia ciudad de Tres Cráneos, en Arizona. Allí fundaría el periódico Tribuna de Tres Cráneos y se convertiría en el cronista de una época… y de anfitrión en el cómic, presentando el relato y cerrándolo, y, en ocasiones, participando en la trama o interviniendo para que esta continúe.

El dibujo (de prácticamente todas las historias) corresponde al argentino Arturo del Castillo, un reputado artista que destacó especialmente en el wéstern. A Loco Sexton llega con una gran experiencia y el resultado es espectacular, con una composición de la página brillante y con detalles sublimes, en particular con todo lo que hace referencia al género, desde la ropa o decoración hasta los paisajes. El realismo de las viñetas acentúa la intención del guionista de retratar una época y un lugar de forma extremadamente cruda, con los comportamientos más mezquinos y miserables, en perfiles de ladrón y asesino, pero también del mismo sheriff o la maestra del pueblo, de los indios y sí, también del periodista que actúa de cronista, que no tiene ningún reparo en manipular lo que haga falta para obtener la historia o en cambiarla para que sea más truculenta para sus lectores.

La sensación es que nadie juega limpio en un entorno tremendamente hostil, en el que el que espera una segunda oportunidad probablemente acabe muerto. Incluso los autores se ratifican en ese discurso negativo cuando confirman que, en ese lugar, las buenas acciones sólo generan desgracias, como apuntala el mismo Loco Sexton frente a una tumba sin nombre: “Créase o no, lo perdió la rectitud… sí… en este extraño y absurdo mundo en que vivimos hasta la rectitud puede ser un arma capaz de matar“. Uno de los personajes recurrentes es Joe Barrow, que es descrito de la siguiente manera: “…veintisiete años, matador. No gasta dinero en gitanas porque todas le auguran lo mismo: la soga. Sí, Joe Barrow, verdadero espíritu del mal. Un tipo igual a tantos por fuera, pero único por dentro. Un demonio de astucia y maldad. Joe Barrow, el más despiadado, el mayor asesino de asesinos, el peor ladrón de ladrones que anduvo alguna vez por el Oeste”.

Algunas de las sentencias del cronista que funcionan a modo de titular no deja lugar a dudas de la intención última: “Matar o morir… no hay lugar para la piedad en el desierto. Entre los animales del desierto la piedad se castiga con la muerte, por supuesto, esta es una historia de hombres, aunque te aclaro no por eso deja de ser una historia de fieras del desierto“. Este tono amoral contrasta con trabajos previos del guionista y dibujante, por ejemplo, en Randall, the Killer (1957), o cuando Oesterheld había trabajado con el mítico Hugo Pratt (1927-1995) en Sargento Kirk, desde 1953 a 1961 (con varios dibujantes y guionistas en la saga).

Curiosamente, las primeras historias publicadas en 1976 están firmadas por Enrico Veronese, que es el pseudónimo que decidió utilizar Oesterheld para no parecer un autor omnipresente continuamente en las revistas de cómics argentinas del momento, una vez escritos algunos de los títulos más importantes de la historia universal del cómic. Entre otros, es el autor de El Eternauta (1957-1959), Mort Cinder (1962) con el gran Alberto Breccia (1919-1993), que había dibujado una segunda versión modificada de la mítica El Eternauta, y El Eternauta II (1976), con el maestro Francisco Solano López (1928-2011), que ya había realizado previamente la primera parte.

El eternauta es una historia serializada publicada originalmente entre 1957 y 1959, con arte de Solano López, en el que Oesterheld es un personaje de la historia al recibir a un visitante que relata una serie de eventos en lo que parece otro universo, que comienzan cuando una especie de lluvia de ácido provoca la muerte y destrucción de la ciudad. La situación de caos provocada genera diferentes situaciones entre los supervivientes, todas ellas vinculadas con la necesidad de supervivencia y la de conseguir los escasos recursos disponibles, hasta descubrir lo que realmente está sucediendo: están sufriendo una invasión. Sin contar más detalles de la historia, hay que recordar que se volvió a publicar en 1975 y el éxito fue tal que la editorial pidió a los autores una segunda parte.

En aquella época, el primer lustro de la década de los setenta, Oesterheld pertenecía a los Montoneros, una organización guerrillera peronista surgida durante la dictadura argentina proclamada pocos años antes, que había prohibido la totalidad de los partidos políticos. El guionista introdujo elementos críticos en muchos de sus guiones y una nueva dictadura militar, que perduró de 1976 a 1983, se propuso acabar con los montoneros, y Oesterheld era una imagen popular y conocida, que acababa de publicar la segunda parte de El Eternauta, que iba más allá de un relato sociológico de ciencia ficción ante una crisis determinada. La segunda parte transcurre en un Buenos Aires postapocalíptico, mostrando al Eternauta como un caudillo que guiaba a un pueblo oprimido para alzarse contra un gobierno autoritario y derrotarlo a cualquier precio. Un guión que reflejaba su compromiso político ante la situación del país del momento, empleando la ciencia ficción sociológica como instrumento crítico contra el poder reinante.

El 27 de abril de 1977, Héctor Germán Oesterheld fue secuestrado por un grupo militar, y se cree que fue fusilado en 1978, después de muchas penurias y torturas, aunque su cuerpo nunca apareció. No solo fueron por él, también fueron por su familia antes. Capturaron y asesinaron a sus cuatro hijas, de 20, 22, 24 y 25 años, dos de ellas embarazadas y, hoy en día, se desconoce si una de ellas llegó a tener el bebé, a pesar del esfuerzo titánico de Las Madres de Plaza de Mayo por conocer la historia concreta de la madre y el parto (la otra se sabe que murió acribillada). Solo entregaron a su madre el cuerpo de la más joven, el resto continúan desaparecidas. Asesinaron e hicieron desaparecer también a sus tres yernos y, afortunadamente, los militares entregaron uno de sus nietos de un año a la abuela, después de matar a los padres.

El documental La mujer del eternauta (2011), dirigido por Adán Aliaga, describe la desgarradora experiencia vivida por Elsa Sánchez de Oesterheld (1925-2015), que había sobrevivido a la barbarie y que, a pesar de la trágica situación, mostraba entereza en la lucha durante décadas por saber el destino de su nieto desaparecido… si es que llegó a nacer. El documental H. G. O. (1999), con dirección de Víctor Baylo y Daniel Stefanello, constituía un homenaje sincero de sus compañeros y un tributo a su vida y a su obra, sin duda, uno de los grandes autores de la historia.

Que los textos de Loco Sexton rezumen injusticia y maldad, quizás, correspondan a un estado de ánimo del guionista, justo antes de que la dictadura argentina lo asesinara, a él y a sus cuatro hijas.

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