Su historia empieza cuando a sus abuelos se les echó de Palestina y tuvieron que exiliarse a Jordania. Allí se instalaron con sus padres y fue donde nació, en el campo de Irbid, en el norte de Jordania.

Ajjawi comenta que desde pequeña sus abuelos le han sabido transmitir la historia de Palestina. Dentro del campo, las escuelas eran las principales encargadas de mantener la tradición y la cultura palestinas; en la biblioteca del campo, los libros reflejaban la historia y contenían las vidas de los luchadores. Generación tras generación, esta cultura e historia palestinas se han ido borrando hasta el punto de que ahora los jóvenes cada vez saben menos. A través de sus pinturas, Laila Ajjawi quiere mantener viva esta herencia histórica: “Para mí es muy importante mantener viva esta parte de mi origen; por eso, en 2014 hice mi primer grafiti en solidaridad con los luchadores palestinos de Gaza”.

Naciste y te criaste en un campo de refugiados, ¿cómo fue tu infancia?

Recuerdo jugar mucho. Una vez he crecido he podido darme cuenta de que mi infancia era pobre, pero mis padres lo hicieron lo mejor que pudieron. No me sentía diferente a las otras personas, fui muy feliz cuando era pequeña, jugué mucho y descubrí mucho. De todos modos, noté que mis padres luchaban para sacarnos adelante. Veía como mi padre se marchaba cuando salía el sol y volvía cuando se ponía; trabajaba en la construcción y eso le hacía estar muy cansado físicamente, volvía con lesiones y no tenían equipo de seguridad. Era muy difícil poder permitirnos el alquiler, los gastos, los calefactores… Mi madre enseñaba inglés de manera particular, ninguno de los dos era un trabajador formal y hacían lo que podían, esto me creó mucha responsabilidad en torno al dinero y el valor de ganarlo, me dio mucha energía para ir a por aquello que siempre había querido.

Ellos ponían nuestra educación como una prioridad, la escuela nos ha dado -a mí y a cada uno de mis hermanos- un futuro y una vida. Tuve una infancia muy rica, el campo era parte de aquello, iba a la escuela, a la biblioteca… Mi madre fue quien me enseñó inglés y a ser una buena lectora.

¿Cómo vives tu identidad palestina?

Aquí, en Barcelona, lo vivo mucho con la comunicación, hablo a la gente de mi realidad y llevo elementos de mi vestimenta que representan mi cultura, como la kufiya y el hiyab. La kufiya está muy conectada con la identidad palestina, es como represento mi cultura. No llevo la vestimenta completa en su totalidad, pero sí que llevo una parte que representa mis orígenes.

Ajjawi pinta grafiti mientras lleva kufiya y hiyab, una realidad que rompe estereotipos | Clàudia Arrufat

Has estudiado una carrera, ¿cómo ha sido este proceso?

Sí, he estudiado biomedicina en la universidad de Yarmuk. Elegí encaminarme hacia las ciencias porque me gusta mucho investigar. No pude estudiar en la facultad de arte porque era muy cara; uno de mis sueños era estudiar animación 3D, pero cuando supe el precio del curso, me di cuenta de que nunca podría estudiar eso, y me eché a llorar. En ningún caso les reproché a mis padres el hecho de que no pudieran pagármelo, estudié lo que ellos podían permitirse. Más tarde, me olvidé del arte y me centré en mi nueva carrera profesional. En la universidad traté sobre todo la física y la radiación, pero mis preocupaciones, mis actividades y mis hobbies eran de cariz artístico, y me aproveché de las oportunidades de la universidad. Empecé a ir a las actividades para estudiantes que trataban sobre arte, empecé a conocerme como artista y a saber qué estilos me gustaban. Del mismo modo que pude aprovechar las actividades de arte de la universidad, también lo hice con la biblioteca e internet, puesto que en mi casa no tenía. Me gusta mucho enriquecerme. Sabía que tenía un talento en el arte, pero no me lo han enseñado, todo lo he aprendido yo.

Ahora eres una artista. ¿Qué pintas y qué reivindican tus pinturas?

Defiendo los derechos de las personas palestinas y los derechos de las mujeres. Son mis principales motivos. Hago pinturas de autor relacionadas con el caso palestino, cuestiones simbólicas y culturales. Pinto los mártires que está matando el ejército israelí, los represento para que la gente continúe recordándolos. Sobre los derechos de las mujeres, es más cómo las represento. Se las ve seguras, de aspecto fuerte; mi objetivo es promover mejores leyes y derechos por las mujeres en mi país y por todas partes.

¿Te reconoces como activista?

Naturalmente, me veo como una activista. Gran parte de la gente palestina se da cuenta de que nuestra identidad está siendo amenazada por Israel, los israelíes ven nuestra identidad como si fuera suya. La gente empieza a crecer en espacios donde realmente se está eliminando una cultura, su gente y el territorio. Tenemos esta relación con nuestra tierra, y la expresión artística, sea cantando, dibujando o escribiendo, viene acompañada del sentido del deber para proteger la herencia de la nación, haciendo activismo de diferentes maneras, igual que lo hago yo.

Eres una mujer, árabe, musulmana, llevas hiyab y también kufiya, ¿cómo ve la gente esto aquí en Catalunya?

Es interesante que la gente vea la perspectiva de una mujer musulmana que lleva hiyab, porque hay. Y ver a una mujer haciendo un grafiti, un espacio dominado por los hombres en todo el mundo, y que sea una mujer árabe haciéndolo con el hiyab puesto es una ruptura de estereotipos. Llevar esta vestimenta mientras hago arte urbano es muy potente, tanto para mí como por las otras chicas que lo ven. El hiyab no me impedirá vivir ni hacer lo que yo quiero. Lo que hago empodera a las mujeres no árabes, puesto que me ven como una mujer que rompe estereotipos y hace de altavoz feminista, y a las mujeres árabes que me ven como un modelo que rompe los roles de la sociedad.

Laila Ajjawi: “Lo que hago empodera a las mujeres árabes y no árabes” | Clàudia Arrufat

¿Te han discriminado por hacer lo que haces?

Me han llegado a preguntar por qué no trabajo en interior o en una oficina. También a decirme que este trabajo no es para mí. Me lo han dicho, pero nunca les escucho, lo que hago está bien, sea hombre o mujer, es un talento por sí solo.

¿Cómo te lo haces para asimilar que pintas en paredes que acabarán siendo repintadas o derrocadas?

Una vez pinté un mural al cual le tenía mucho aprecio. Fue un mural que me enseñó mucho y fue una experiencia muy social, pero cuando lo borraron me afectó tanto que me puse enferma. En aquel momento me di cuenta de que, cuando hacía un mural, lo tenía que guardar mentalmente. De este modo empecé a centrarme mucho en las redes sociales y a capturarlo mediante la fotografía, así le daría una vida eterna. Al fin y al cabo, que acabe desapareciendo es una cuestión natural.

¿Pintabas murales en el campo de refugiados?

Sí, allí empecé. Tengo muchísimos pintados allá.

¿La gente de allí te apoya?

Sí, mucho. Solían ofrecerme ayuda, fuera en forma de comida o agua, incluso con sus propias paredes. Es rompedor, puesto que medios de comunicación de allí me preguntaban si recibía acoso para hacer el que hacía, y era totalmente en el contrario, la gente era muy acogedora y adora el arte, independientemente de quien lo haga.

¿Qué has venido a hacer en Barcelona?

He sido invitada como defensora de los derechos humanos, es un honor para mí. Yo estaba abogando por mi defensa y mi propio activismo hasta el punto de que no me había dado cuenta de que tenía este impacto, al menos hasta que he venido aquí. Es impresionante ver a las otras defensoras y por lo que han tenido que pasar. Al final, es la razón por la que estamos aquí, porque hemos pasado muchos obstáculos, y aun así no nos hemos rendido.

¿Crees que el arte es una herramienta de transformación social?

Sí, y una herramienta enorme.

Esta entrevista ha sido publicada en el diario digital elCugatenc

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