Luis Manuel Rubiales Béjar, su entorno y su actitud representan muchas de las cosas que están mal en nuestro país. Que padezcamos personajes como él en instituciones como la Real Federación Española de Futbol no es casualidad; no es que la RFEF haya contado nunca con líderes impecables, pero hasta cierto punto sabían guardar las formas. Eran unos machistas peores que los de ahora, pero tenían ciertos modales, y eso les hacía muy peligrosos, porque en público parecían intachables.
Rubiales representa la ola reaccionaria y fascista que recorre el mundo y mina nuestras democracias, unas democracias históricamente dominadas por hombres, hechas por hombres, por y para el beneficio de las élites. Pero el machismo no es estúpido, sabe que los tiempos están cambiando y se siente amenazado. La única manera de reaccionar que conoce el machismo es el autoritarismo, y muchos, como Rubiales, prefieren la barbarie a reformular la democracia, abrirse al diálogo, a reconocer errores. No quieren una democracia para todas.
Rubiales destila odio, confusión y altanería. Representa a la España eterna, la del cacique, la del macho, la del “ordeno y mando”, la del “contigo o contra mí”, la de “negociar es perder” y “ceder es humillarse”. Un país con una jerarquía fuerte, con un caudillaje. La España viril, la que nunca retrocede. El discurso de Rubiales en la asamblea general extraordinaria de la RFEF avanza por los caminos mil veces trillados por los que ya pasó el franquismo y hoy quieren recuperar los partidos de derechas: la justicia, la familia, la nación. Una justicia, la heteropatriarcal; una familia, la compuesta por padre, madre y cuantos más hijos mejor; una sola nación, la española. Son los guardianes de las esencias, los centinelas de la patria.
El patriarcado es un régimen de soberanía que establece un orden y dicta un sistema de propiedad. Esa soberanía siempre había estado en manos de los hombres, pero cada vez somos más quienes reclamamos que la soberanía nos compete a todas y a todos. Para ellos, compartir soberanía es perder poder, y reaccionan —porque son reaccionarios— con violencia para conservar su posición; violencia institucional, verbal, política, pero que, llegado el momento, no dudarán en usar la violencia física. La violencia es el recurso que les queda para seguir defendiendo su posición de dominio. Su masculinidad no se puede entender sin este poder que ostentan.
Rubiales parece convencido de que lo acusan de lascivo, de propasarse sexualmente, sin comprender que tiene un grave problema de violencia contra las mujeres que se basa en el abuso de poder. No puede haber consentimiento cuando de un lado tenemos a una jugadora y del otro al presidente de la Real Federación Española de Fútbol. La asimetría es enorme, y el mismo Rubiales lo demuestra —sin querer— pidiendo perdón a la Casa Real, porque ante un poder superior jerárquico que comprende fácilmente y cuya influencia puede defenestrarle fácilmente no le queda otra que someterse. Pero ¿ante las jugadoras? ¿las mujeres? No, ante ellas solo entiende el «sostenella y no enmendalla». Que el dicho haya sobrevivido en castellano antiguo ya nos aclara muchas cosas.
La impunidad masculina que siente Rubiales proviene de la fuerza del grupo. Sin esa fuerza un hombre es incapaz de sentirse impune. Esto demuestra que Rubiales hasta ahora se ha sentido impune —como todos los que le aplaudían en el auditorio—, aunque también amenazado. Ese auditorio bien podría componer una fratría de hombres, una hermandad, y no es casualidad que nos vengan a la memoria inquietantes expresiones como “prietas las filas”, más propias de una época en las que nunca faltaban las “adhesiones inquebrantables”.
La socialización masculina puede ser muy tóxica. Tradicionalmente ha sido un ejercicio de poder, de performatividad. Son los actos masculinos de cara a la galería, para consumo, admiración y «acojone» de la audiencia masculina. Son actuaciones ejemplares buscando la solidaridad de otros hombres y también su temor.
Que Rubiales no dimita es significativo. Busca la victimización, sentar ejemplo, fraternizar con otros como él. Ha decidido meter el dedo en lo que él considera la llaga; en vez de arrepentirse y pedir perdón razonadamente desde un primer momento, ha justificado todo lo que ha dicho y hecho afirmando que no hay para tanto. Ha decidido huir hacia adelante insultando a medio país. Su actitud y sus acciones demuestran que el feminismo ha irrumpido en todas las esferas sociales de este país, y que la caverna está alarmada ante el fin de lo que se suponía eterno.
No hi ha comentaris
M’agrada molt aquest article. Totalment a favor. Realment pura realitat actual.
Felicidades Patricia por este artículo. No será indiferente para muchas personas…