Ha tocado casi todos los palos de la profesión. Ha hecho de redactor de mesa, de corresponsal, de enviado especial en conflictos, de comentarista de actualidad política o deportiva. Ha recibido premios como el Cirilo Rodríguez o el Ciudad de Barcelona y ha escrito un puñado de libros. El primero Banca catalana, más que un banco, más que una crisis, conjuntamente con Jaume Reixach y Siscu Baiges.
¿Fue una buena idea participar en ese libro? Tuvo una notable repercusión en tu vida profesional.
Estaba haciendo economía en El Periódico. No podía trabajar porque me prohibieron asistir a cualquier rueda de prensa de la Generalitat, porque Josep Piqué, que era consejero de Industria en la época, que era un informante, me dijo que nunca más hablaría conmigo, y la secretaria, que era la primera informante, tampoco. El responsable de prensa de la Generalitat me avisó de que estaba haciendo un informe sobre mí. Entonces, Andreu Missé, que había publicado en El País una doble página sobre el libro hablando con nosotros, me dijo que había una vacante de Economía y me fui allí.
En resumidas cuentas, ¿saliste ganando o perdiendo?
Al final, fue bien. Ahora, durante unos meses fue una cabronada, porque te ponían la cruz y no había manera de trabajar. En ese momento, la Generalitat lo era todo, iba extendiéndose por todas partes.
Enric González: “En Washington, cuando era corresponsal el 11 de septiembre, perdí once o trece kilos” | Pol Rius
Te vetaron en TV3.
Sí, trabajé en TV3 unas seis horas. Era cuando estaba en la calle Numancia y lo llevaba Rosa Maria Calaf, que me conocía de una vez que yo había ido a Nueva York. Joan Salvat me dijo que haría un programa de reportajes semanales y si me interesaba. Era cuando yo todavía estaba en El Periódico. Voy por la mañana a la calle Numancia, me reciben, firmo, me dicen que por la tarde firmarán ellos. El director era Alfons Quintà. Y por la tarde me llama Joan Salvat y me dice que Lluís Prenafeta (secretario general de Presidencia de la Generalitat) no firma.
¿El libro acababa de salir?
El libro llevaba meses saliendo y no saliendo. Cuando Prenafeta dijo que no, firmaba llamé a Antonio Franco y seguí en El Periódico.
Eres de esos periodistas que empezaron a trabajar sin tener el título universitario.
Yo no tengo la carrera, no tengo nada. Empecé a trabajar de becario en la Hoja del Lunes porque mi padre, que estaba en la Junta, me dijo que lo probase seis meses, pero yo quería estudiar Veterinaria. Creo que me pagaban 8.000 pesetas al mes. Aún no habían pasado los seis meses y El Correo Catalán, Llorenç Gomis, me hizo una oferta. Me dijo que Santiago Ramentol le había hablado muy bien de mí. De repente, me pagaban 40.000 pesetas al mes. Entré el 14 de junio de 1977 en El Correo Catalán. Hice dos cursos de Periodismo y dos de Derecho pero antes de empezar tercero lo dejé. No tengo ningún título universitario ni nada.
El periodista no está para salvar a nadie ni para hacer nada que no sea contarle a la gente lo que está pasando
¿Crees que hay que tener un título universitario para trabajar de periodista?
Yo creo que es bueno. No necesariamente el de Periodismo. Un título universitario, formativo. Yo me he encontrado con que he tenido vacíos que he tenido que rellenar leyendo. Tengo la ventaja de que leo muy rápido. Es lo único que hago bien. Creo que es bueno tener Derecho, Económicas, Filología, Historia, Física, lo que sea, tener algo de bagaje antes de empezar. Yo empecé a pelo porque la época lo permitía. Los diarios se quedaron vacíos porque, en aquella época, la mayoría de los periodistas tenían dos trabajos: el real, el de funcionario, por la mañana, y luego por las tardes el del diario. Mucha gente, cuando la prensa empezó a cambiar, dijo “yo me quedo con el trabajo que tenía”, en el Ayuntamiento, en la Diputación… Y faltaba gente. No había paro. Si querías trabajar en un diario, trabajabas. Funcionaba así. De repente salen Mundo Diario, El Periódico de Catalunya, la cosa va cambiando, la prensa del movimiento cierra. Es todo cambio de época. A mí, trabajo nunca me faltó. Estaba en El Correo Catalán y tuve una oferta de Mundo Diario que dije que no, y después la de El Periódico, que dije que sí.
Quizás era porque eras bueno.
No, no. Faltaba gente. El Periódico se quedó en pelotas. Cuando se montó El País aquí en Catalunya se llevaron a media redacción. El Periódico contrató a Enric Tintoré y me llevó.
Has hecho de todo, redactor de economía, enviado especial al genocidio de Ruanda o a la Guerra del Golfo, artículos de opinión, corresponsal en Buenos Aires, Londres, Nueva York, Washington, Roma, París, Jerusalén…
Menos toros, todo.
¿Toros no?
No, no jodamos. Pero he hecho de todo. Cultura, espectáculos, críticas de música, crítica de cine, sin tener ni puta idea, nacional…

¿Un periodista debe saber de todo?
Sí. Por definición, sabe de todo. Si es periodista sabe de todo. Otra cosa es que, para según qué materias, es bueno tener cierta especialización, conocer de qué va. He conocido a gente que, sin tener ni idea del negocio editorial, de economía, ha hecho historias fantásticas sobre el negocio editorial o economía.
Hay que saber hacer de todo, pero especializarse un poco.
Sobre todo para realizar información diaria. Pero Patrick Radden Keefe hizo dos libros muy buenos sobre la industria de la farmacia y sobre el conflicto en Irlanda del Norte para New Yorker. Se pone a hacer una historia y le da igual de lo que sea. Él no sabe nada al principio, pero hace de periodista y empieza a hablar con gente. The New Yorker te permite pasar seis meses preparando un reportaje.
¿En The New Yorker has escrito?
No. Me mencionaron una vez, pero no he escrito. Tuve una oferta del Financial Times y me acojoné. Dije que no por puro acojonamiento. Pensé: “Haré el ridículo”.
Los medios no tienen ninguna influencia. Esto es una manía que tenemos nosotros
De todas las especialidades que has tocado, ¿cuál es tu preferida?
Las corresponsalías son muy divertidas. Tocas todos los palos, estás tú solo, o con algún colaborador con el que te entiendes, estás en un país que no conoces, tienes todas las ventajas… Es lo mejor. Hay épocas muy malas. En Washington, cuando el 11 de septiembre, perdí 11 o 13 kilos. Una barbaridad. Mala suerte. Pero si no, es el mejor trabajo. Esto se ha acabado aquí en España. Las corresponsalías van cerrando. Creo que es lo mejor, más divertido, más completo.
Has trabajado en El País y en El Mundo, que son dos diarios que están a matar. No debe pasar muy a menudo esto.
No sé si a menudo, pero sí ha pasado. Manuel Jabois estaba en El Mundo y pasó a El País. Casi al mismo tiempo en que me despidieron de El País y fui a El Mundo.
Una experiencia profesional y personal fuerte fue la de informar del genocidio en Ruanda. Dices que tuviste pesadillas durante mucho tiempo.
Sí, sí. Ahora menos. Yo vivía estupendamente en París. Un día, sería a primeros de mayo o junio, me dicen que Alfonso Armada se ha puesto enfermo “y tú, desde París, puedes conseguir un avión militar que te lleve allí”. Entrabas en un almacén, una iglesia y todo estaba lleno de muertos. Era muy bestia. Lo que más me marcó y me ha dado más sueños derivados de ello fue que llegó un cooperante que traía un jamón. Estaba en una especie de recinto junto al lago Kivu, lleno de cadáveres flotando. Y dije “¡vamos allá!”. Para mí era un sueño comer un jamón. Comíamos carne podrida, superpicante… faltaba comida. Yo iba por la carretera y de cara venía un camión blanco de Naciones Unidas conducido por un africano. Esto fue en la parte congoleña del Kivu. El camión se llevó por delante a una mujer que iba con un crío en su espalda. Quedaron a tres o cuatro metros de donde estaba yo, al otro lado de la carretera. La criatura estaba muerta. Y la mujer estaba muy mal, no podía mover las piernas. En ese momento, pasó un camión de soldados, que iban colocados, fumando porros que se hacían con papel de periódico. Dijeron que se llevaban a la mujer. He pensado mucho en lo que le debió pasar a esa pobre mujer. Eran salvajes. Tuve que coger al crío, envolverlo con un trapo y llevármelo a la fosa común del cementerio. El jamón ya lo olvidé. Esa caminata, llevando al niño… En Ruanda conocí a Javier Espinosa, que trabajaba para El Mundo. Un día nos cruzamos por la mañana en Goma y dijimos a ver cuántos muertos había encontrado cada uno cuando volviéramos a vernos al anochecer. Por debajo de cien, imposible. No había hoteles. Dormías en cualquier lugar con un poco de techo. Cuando llegó la migración masiva de ruandeses, hutus, con el cólera, por la mañana te despertabas y te encontrabas dos muertos a tu lado.

De Banca Catalana al genocidio de Ruanda.
Es otra cosa. Todo es importante. Aquello es que era tan bestia y tan artesanal… Si estás en otro tipo de guerra, que estás en refugios, con bombas… la logística es completamente distinta. Si son los americanos, siempre tienes buenos alojamientos, buena comida, nula información, pero da igual, comes… Pero eso era algo africano, no había ninguna infraestructura, tenías que ir con tu propia antena satélite, no había comida, no había dónde quedarte… Un día dejó de funcionar el satélite. Yo había pasado a Ruanda y volvía al Congo. Y no podía transmitir. Me dijeron que en lo alto de una montaña cercana había un traficante de diamantes griego que tenía un teléfono satélite. Valía la pena probar. Subo la montaña y llego a la casa, un casoplón, llamo a la puerta y sale un tío alto, supongo que tutsi. Le pregunto por el señor griego que me habían dicho. “Se ha ido”. “Es que me han dicho que aquí hay un teléfono satélite”. Todo esto en francés. “Aquí no tenemos ningún teléfono satélite. Váyase, váyase”. El tío impasible. Le digo que tengo un texto que he de enviar a Barcelona, que no tenía que enviarlo a Barcelona sino a Madrid, pero me salió Barcelona. Es decir “Barcelona” y el hombre levanta el puño y grita: “Visca Catalunya lliure i socialista!”. “¿Eso de dónde ha salido?”, le pregunté y me dijo que de uno de los curas del padre Magrinyà, que les había enseñado a escribir y a decir “Visca Catalunya lliure i socialista!“. Normalmente, la tarifa del teléfono satélite era de 100 dólares el minuto. Me salió gratis. Se había hecho del Barça y, por supuesto, dije que era del Barça. En estos casos, se vale mentir. Del Barça, o de lo que haga falta (Enric González es seguidor del Espanyol).
Si quieres hacer otro tipo de periodismo, necesitas lectores que lo paguen y ni en Cataluña ni en España existen estos lectores
El mítico reportero polaco Ryszard Kapuscinski decía que para ser buen periodista hay que ser buena persona. ¿Estás de acuerdo?
No, he comprobado que no. Más vale ser buena persona si eres periodista. Pero he conocido a hijos de puta que son buenos periodistas. Puedes creértelos. ¡Ahora bien! Luego te hacen unas cabronadas tremendas. Hay algunos que trabajando son auténticos hijos de puta, pero después, cuando dejan el trabajo, puedes entenderte con ellos. Tienen la cosa de engañarte, enviarte a otro sitio, pincharte las ruedas del coche para ir ellos solos…
En 2013 publicaste Memorias líquidas, que es una mezcla de autobiografía y reflexiones. Dices ahí que el papel de los medios consiste en explicar qué pasa y por qué pasa. ¿Hay medios que hacen eso?
No, no. Y cuanto más jodidos van de dinero, y todo el mundo, en España, va pillado, tiene que defender a quien les paga. Quien les paga no es el lector, sino el político, el empresario que pone el dinero, el funcionario que va dando el caramelo de la publicidad… Tienes cantidad de servidumbres y trabajas para ellas. Es imposible hacer eso y además, si pudiera hacerse, tendríamos otro problema, que es el periodismo activista, el periodismo bondadoso, que para mí es un problema también.
Me temo que yo caigo en esto del periodismo activista.
De ti estoy a favor, pero yo creo que debemos decir qué pasa y por qué pasa. Si puedes, decir por qué pasa. Pero ya está. No intervengas. He visto a gente… Javier Bauluz, un fotógrafo muy reconocido, con un Pulitzer, estaba en Ruanda. Cada vez que llegaba un avión, a todos los que bajaban les sacaba dólares para comprar leche con polvo para niños que se morían de hambre. Todo muy meritorio. A su regreso, estuvo dos años con una depresión. Quedó tocadísimo. O eres una cosa o eres la otra. El periodista no está para salvar a nadie ni para hacer otra cosa que no sea contarle a la gente lo que está pasando. Entonces, quién puede ayudar, que ayude.
La mayoría de los grupos mediáticos son de derechas. ¿Por qué no tiene mayor presencia el periodismo progresista?
A ver, a ver… Tendríamos que definir ‘progresista’.
Cuando haces el repaso de las portadas de la prensa de Madrid todas cargan contra el ‘progresista’ Pedro Sánchez menos la de El País, que a veces también le critica.
Hombre, no, El País… Desde que están Oughourlian y Pepa Bueno… Les dije que este tío algo habrá hecho mal, algo. O un poco mal. Nunca le han encontrado ninguna pega de nada. Por lo general, el mundo de la empresa es de derechas. La prensa española depende de los bancos. Hay un grupo monstruoso, Planeta, que tiene una influencia desmedida. El ABC ha sido siempre de derechas. Aquí no hay sorpresa. El Mundo depende de un señor italiano que está con Meloni. Si queremos hablar de prensa catalana, La Vanguardia ha sido toda la vida un diario de derechas.
En Cataluña tenemos el elemento añadido del tema nacionalista o independentista que complica la diferenciación entre medios progresistas y de derechas
Es la trampa de ambos ejes, cuando en realidad en los medios sólo hay uno: derechas e izquierdas. La Vanguardia, en un momento dado con Antich, era muy derechas e indepe. Sí, puede darse, pero la gran mayoría de los medios, por necesidades económicas, o son de derechas por decantación natural o cuando son progresistas es porque hay un gobierno socialista en Madrid que puede dar mucho dinero. En el caso de Oughourlian, le ha dado muy buenos negocios, gracias a los fondos europeos, con el uso del hub de telecomunicaciones en Madrid, y ya está. Ourghourlian quiere irse, lógicamente. El País está en venta. Nadie quiere comprarlo.
¿Hay algún país donde la mayoría de medios sean progresistas?
En Francia, el principal periódico y el único que gana dinero es Le Monde, que más o menos está en la agenda que definiríamos como progresista, aunque es muy prudente. Le Monde tiene lectores. Le Figaro sobrevive, y el resto… Libération es un disparate, ya no sé si es de izquierdas, de derechas o qué. Es un fenómeno aparte. Queda El Canard Enchainé, esa cosa tan francesa e intraducible. Lo leo puntualmente. Si quieres saber qué pasa en Francia, tienes que leer el Canard.
¿Y en otros países?
En Inglaterra está The Guardian, que tiene esta fundación que lo protege de sus propias ideas idiotas. Financial Times, siendo un periódico de derechas como el Economist, es tan lúcido que es capaz de ver a veces las ventajas de la izquierda. En ocasiones, han recomendado el voto al candidato laborista. En Estados Unidos, siempre están con los demócratas o casi siempre. Lo que ocurre es que hoy en día no es muy difícil, pero antes era más complicado. Cuando ganas dinero puedes permitirte ser profesional. Puedes hacer los editoriales que quieras que la mayoría de la gente que yo conozco que lee el Wall Street Journal se salta los editoriales y artículos de opinión, porque son de derecha lunática. En cambio, el resto del diario es cojonudo. Simplemente, la propiedad se queda aquellas páginas de opinión para poder decir sus animaladas, pero el resto del periódico es extremadamente profesional.

Qué parte de culpa tienen los medios y las redes sociales que tengamos a Donald Trump, que esté la extrema derecha en alza en Europa, que exista Vox, que exista Bolsonaro…
Los medios no tienen ninguna influencia. Esto es una manía que tenemos nosotros. No tienen ninguna influencia. En cualquier caso, algunos programas de entretenimiento de consumo masivo -Ana Rosa, El Hormiguero y tal- normalizan ideas absolutamente criminales. “¡Aquí nuestro amigo Abascal que majete es!”, “¡Bertín vende aquí!”, Ana Rosa haciendo editoriales… Sí, esto puede tener influencia. Y las redes, también. En cualquier caso, es un fenómeno, pienso, mucho más profundo que todo eso, y es el descontento. Todo el mundo ya no es que esté convencido, es que sabe que sus hijos viven peor de lo que vivió él o sus padres. Se ha roto la idea de la prosperidad permanente, con alguna pequeña excepción. Ahora todos sabemos que vamos a peor. Esto lleva a un voto de protesta. Un voto que puede estar en contradicción con tus propias ideas. Conozco a algún votante de Vox que no suscribe ninguna de las ideas de Vox, pero que está tan hasta los cojones, en este caso, porque le gustan los toros… “A tomar por culo todos, corruptos, Europa…”. Es un tipo que ha perdido el negocio. La sensación es que estamos en un final de época y los finales de época, traen convulsiones. Y aquí las tenemos. No es sólo España, no es sólo Italia, Estados Unidos, o Francia. En todas partes, en los países escandinavos… Tipos como Putin antes no eran tan normales. Incluso al Partido Comunista se le exigía no decencia pero sí pudor, algo de sentido de la vergüenza. Había cosas que no podían decir abiertamente. Este tipo las dice, y la gente está encantada.
¿Y el independentismo aquí? ¿Los medios de comunicación, TV3, han sido esenciales para su crecimiento en los últimos años?
¡Hombre! Siempre ayuda. TV3 ha sido de gran ayuda. Al igual que la época indepe de La Vanguardia, que hizo mucho para normalizar que las viudas, las amas de casa pensasen que si lo dice La Vanguardia será que sí, ¿no? Pero el independentismo aquí es la Ayuso en Madrid. Es igual. Es un fruto del 2008. Convergència se lo echa todo a la espalda y decide echarse al monte y la gente se lo cree porque quiere un cambio, al igual que los que votan a Vox. Creen que alguien tiene alguna solución para algo. Y pasa lo que pasa. Y ahora ya tienes frustración para generaciones, todos descontentos. Esto no se moverá nunca más. Has creado una decepción que durará mucho tiempo.
Nunca se ha hecho tan buen periodismo como ahora y nunca ha tenido tan poca repercusión
No debíamos ser demasiado buenos periodistas de investigación cuando Pujol nos engañó tan ricamente.
¡Una cuenta cifrada! Eso sí que no puedes saberlo y menos en aquella época. Ahora Andorra ayuda un poco a la policía, pero antes todas las familias de la burguesía tenían sus cuentas allí y no pasaba nada. Con esto de las cuentas de Andorra es evidente que Pujol ha mentido. No que tuviera cuentas, que no se ha dicho la verdad, sino de dónde viene el dinero de las cuentas. Ha vuelto a mentir. ¡Pobre Florenci! No dejó nada de aquello y, en fin, todo es una mentira tras otra. Nunca se juzgará y no pasará nada.
Ya está muy mayor.
Ya, pero a sus hijos tampoco les va a pasar nada. La estabilidad, el orden… no harán nada.
¿Las nuevas tecnologías revolucionarán mucho más aún el periodismo? La inteligencia artificial, el ChatGPT…
Voy a ser un poco bestia con esto. Los productos informativos que se hacen en España, prácticamente, el 100%, pongamos el 99%, los puede hacer una maquinita, la inteligencia artificial, porque todo es penoso. Se dan íntegras las notas de Moncloa, de la Generalitat, o de quien sea. No se cuestiona nada. Te dicen que no tienes derecho a preguntar y no preguntas. Es un tipo de información completamente banal y plana y no me extraña que cada día haya más conspiracionistas. “Me están contando trolas todo el día y se supone que tengo que creerlas”, piensan. La inteligencia artificial sustituirá integralmente al periodismo low cost. Si quieres realizar otro tipo de periodismo, necesitas lectores que lo paguen. Y ni en Catalunya ni en España existen estos lectores. Por tanto…
Colaboras en eldiario.es que funciona gracias a los suscriptores, lectores que pagan cuotas.
Son productos de nicho, medios boutique que prescinden de deportes. ¡No, deportes es caro y no nos interesa! ¿Internacional? Hacemos acuerdos con gente que esté por ahí, porque no podemos pagar corresponsalías. Es algo tan austero que sí gana algo de dinero como para sobrevivir, pero tiene una capacidad de maniobra muy limitada. Es algo decente, me gusta colaborar con ellos, pero no pueden permitirse dedicar tres meses de un empleado a investigar algo. No pueden. Ésta es la situación. La prensa española y catalana da la medida del país, la medida de la sociedad. Sociedades que no leen; crédulas a más no poder. Encima muy satisfechas de sí mismas, tanto en Cataluña como en España. Todo el mundo se cree que lo sabe todo. Todos son cuñaos ahora. Todo el mundo es especialista en todo. Todos los factores conspiran para que sea imposible una información libre y decente.

¿Aquello que el periodismo era el cuarto poder lo tenemos que ir olvidando?
Esto es de las pelis aquellas en las que se ve el plano de las rotativas.
¿Si quieres cambiar la sociedad no te hagas periodista?
No. Ahora no.
Muchos nos hicimos periodistas porque queríamos cambiar el mundo.
Nos engañaron a todos. Es verdad que antes había influencia. Ahora la influencia es por la vía indirecta. Como nadie tiene credibilidad, la credibilidad se ha traspasado a quienes supuestamente no te informan, pero, en realidad, están conformando tu ideología desde las plataformas de series hasta los programas de entretenimiento, del corazón o de no sé qué. Es de ahí de donde salen las ideas de la gente. De la prensa, no.
Siempre has dado la imagen de ser un periodista escéptico; alguien te ha calificado de ‘resignado’
Posiblemente, sí. Un periodista que empiece ahora no debe hacerme ningún caso. Tiene que creérselo. La paradoja es pública y notoria: nunca se ha hecho tan buen periodismo como ahora y nunca ha tenido tan poca repercusión porque no tiene incidencia industrial y no tiene incidencia masiva. Antes, una portada de El País era la hostia. Ahora no. Ni el New York Times. Sólo los medios económicos, porque tienen incidencia en el mundo económico. Esto ya no existe y, en cambio, se hace un periodismo cojonudo porque las nuevas tecnologías permiten hacer muy buen periodismo. Yo veo coberturas de gente en Ucrania o dondequiera que sea que, con un puto teléfono, hace virguerías y te cuenta cosas que antes suponían una fortuna, una inversión masiva. Solo con una cuenta de Instagram o Twitter te cuentan cosas interesantes, pero tienen la repercusión que tienen y sus ingresos son los que son.
Nunca se ha hecho tan buen periodismo como ahora y nunca ha tenido tan poca repercusión
Si se te acercase un joven que te dijera que quiere ser periodista para cambiar el mundo, ¿qué le dirías?
Que fuese periodista, sí, sí. Yo nunca lo he lamentado. Yo no quería ser periodista y nunca he tenido una especial vocación, siempre me ha parecido que todo era accidental, como un error extremo, pero lo volvería a ser. Da igual que no cambie nada.
¿Y lo de denunciar a los poderosos, las injusticias…?
El punto es el esfuerzo. Y algo de lo que hayas hecho valdrá. En cualquier caso, lo has intentado. ¿Cuál es la alternativa?
Colaborar en causas como la aceptación de la homosexualidad con normalidad…
Si quieres ayudar a que se acepte la homosexualidad quizás más vale que hagas películas de cine porque tienen más efecto, pero si quieres denunciar las cosas malas que pasan, todos los espantos cotidianos, es bueno ser periodista. Hay mucho horror todos los días. Aunque pienses que tu trabajo no sirve para nada, sólo tienes que imaginar qué pasaría si no estuvieras tú e, incluso, si no estuviera ese desgraciado que con un móvil filma a la policía apaleando un pobre infeliz. Sin eso, sería mucho peor. Y sin ese periodista desgraciado que está cobrando 600 euros al mes pero que explica algo que queda para toda la historia, para siempre… Es el punto de lo digital. Ya no quedas enterrado en un archivo de papel. La información queda ahí. Es mejor que se sepan algunas cosas que no que no se sepan en absoluto. Servimos para lo que servimos.
¿Se puede repetir el horror de Ruanda de hace treinta años?
En cualquier momento. Y sin que el orden internacional cambie en absoluto. Ucrania tiene unos condicionantes diplomáticos que hacen que su guerra sea especial. ¿Pero la guerra en Yemen le interesa a alguien? ¿Lo que ocurre en Etiopía le interesa a alguien? ¿Lo que ocurre en Sudán o en Sudán del Sur le interesa a alguien? ¿Níger? Nos es completamente igual. La corrupción institucionalizada en Latinoamérica gracias al narcotráfico… ¿Qué haremos? Todo ese dinero acaba en las bolsas de valores y, por tanto, debe protegerse el narcotráfico. Hay que mostrar que estás contra la droga cuando, en realidad, estás a favor de la droga ilegal porque mantiene el sistema financiero. Y claro que puede volver a ocurrir algo como lo de Ruanda y, de hecho, a pequeña escala está pasando continuamente. Puede pasar y peor.
A un amigo periodista buen conocedor de los países que mencionas le pedí hace unos días si veríamos que allí impere la paz, la justicia. Me contestó que con nuestros ciclos biológicos como personas no lo veríamos nunca.
No lo veremos. Está claro. El problema es que ha habido épocas en las que las cosas parecían ir a mejor, con todas las dificultades que había. Es evidente que ahora, empezando por el cambio climático, vamos a peor.