Consentimiento, abuso de poder, acoso sexual en el ámbito laboral, revictimización, mansplaining, implementación de protocolos… El espectáculo lamentable protagonizado por el presidente de la Real Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, durante la celebración de la victoria del mundial femenino conseguida por la selección española ha supuesto, esta última semana, una desgraciada oportunidad para hablar de lo que, todavía demasiado a menudo, no hablamos; por miedo a ser juzgadas, por miedo a represalias laborales, por sentimiento de culpabilidad, por no contar con un entorno que nos facilite encarar las agresiones machistas y acompañar a las agredidas.
El llamado “silencio masculino”, con el que nos referimos a la tendencia de los hombres a no penalizarse o sancionarse entre iguales ante las dinámicas, expresiones y acciones machistas que viven las mujeres, y la forma en que se construye la masculinidad; ser hombres en nuestra sociedad es el punto de partida de las violencias machistas.
Un claro ejemplo de lo que ocurre en cualquier otro espacio: son pocos los futbolistas y los clubs que se han posicionado firmemente, desde el primer momento, junto a Jenni Hermoso y el resto de sus compañeras y han condenado a Rubiales. En cambio, han sido muchos los que han aplaudido y minimizado los hechos o no han dicho nada. Ese silencio no es casualidad. El silencio entre los hombres en casos de violencia machista ha persistido durante demasiado tiempo. La cultura machista, que perpetúa nociones nocivas de masculinidad, ha llevado a muchos hombres a evitar involucrarse en estos temas, ya sea por temor al estigma social (el hecho de que posicionarse contra la acción machista de un hombre les lleve a ser considerados menos hombres o a sentirse excluidos del grupo) o por una falta de comprensión profunda sobre la gravedad del problema.
Este silencio es cómplice de la violencia y debe ser roto en todos los ámbitos y esferas sociales, especialmente en aquellas de mayor poder. Y, en este caso en particular, resulta aún de mayor importancia, por la repercusión mediática que rodea al fútbol.
El poder de influencia que tiene este deporte y sus jugadores a la hora de formar la opinión y las mentes de, sobre todo, los más jóvenes, supone una oportunidad que, por ahora, no ha sido aprovechada por los hombres que lo protagonizan.
Los jugadores de fútbol de élite tienen una plataforma única para influir en la percepción de la masculinidad. Son modelos a seguir para los jóvenes y es crucial que estos jugadores utilicen su fama y su posición para promover valores positivos, incluyendo los valores de igualdad de género.
Aunque en los últimos años hemos visto un aumento en la conciencia sobre la importancia de eliminar las violencias machistas en todas sus formas, y pese al auge del movimiento feminista en los últimos años, los valores heteropatriarcales y sexistas siguen imperando en el imaginario de la población.
Esta vigencia de los estereotipos de género y el heterosexismo está vinculada al hecho que no se detecte un retroceso de la violencia machista en la adolescencia y las creencias sexistas parece que no hacen más que empeorar. De acuerdo con los datos aportados por el Barómetro 2021 del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud, uno de cada cinco chicos jóvenes, el 20%, de entre 15 y 29 años cree que la violencia de género es un invento ideológico y uno de cada cuatro cree que el feminismo busca perjudicarlos, unos datos por encima de los aportados por el propio Barómetro en 2019.
Las investigaciones realizadas por el equipo de investigación de Surt en diferentes centros escolares también nos muestran esta realidad: si bien los y las adolescentes tienen asumido un discurso claro de rechazo a las desigualdades y a las violencias machistas, a través de su relato se evidencia que presentan un imaginario patriarcal que permite mantener la situación de desigualdad.
Respecto a las masculinidades, algunos chicos adolescentes manifestaban ser conscientes de su situación de privilegio, pero no mostraban prácticas coherentes con este discurso y tendían a desresponsabilizarse de la lucha por la igualdad y la no discriminación.
En ese contexto, los futbolistas pueden ser agentes de cambio. Algunos ya están tomando la iniciativa al denunciar esta violencia, posicionándose esta semana junto a sus compañeras y también, en otras ocasiones, ante la homofobia que a menudo impera en ese contexto. Esto es fundamental, puesto que la influencia de estas figuras públicas puede ser muy poderosa para convertir el pensamiento en acción.
Si algo nos ha enseñado lo ocurrido en los últimos días, es que la sociedad está cambiando y empieza a pedir explicaciones y a no tolerar ni justificar comportamientos que años atrás se hubieran dejado pasar.
Ahora bien, para conseguir transformaciones de raíz, la coeducación debe ser sistemática. No lo tenemos ganado de forma universal. La sensibilización y la intervención con niños y jóvenes deben ser garantizadas para seguir avanzando y frenar las posiciones reaccionarias; para que no sólo las mujeres nos empoderemos y denunciemos violencias y desigualdades, sino para que los hombres se construyan con masculinidades no fundamentadas en el machismo, y que ese machismo no sea un pacto de reconocimiento entre iguales.
Esto, acompañado de ejemplos, de referentes a seguir, poderosos en la mente de los y las jóvenes, puede llevar a un cambio real; a una reestructuración del poder que haga impensable, en un futuro, que existan hombres en estas posiciones que se sientan con la autoridad de ejercer abusos y que se vean capaces de hacerlo con impunidad.