Este es el objetivo de una nueva edición del Visa pour l’Image 2023 de Perpiñán, del 2 al 17 de septiembre. Una 35ª edición que su director, Jean-François Leroy, sitúa bajo el reto que suponen los nuevos programas de inteligencia artificial. Pero que Leroy lo considera como una oportunidad de relanzar la profesión. “Esta necesidad y estas ganas de realidad convertirán a partir de ahora los emisores de informaciones verificadas y auténticas aún en más indispensables de lo que ya lo eran”, reivindica en la presentación de este año apartando los miedos que el fotoperiodismo desaparezca e invitando a los medios de comunicación a seguir invirtiendo en estos trabajos de investigación.

Como cabecera, nosotros hemos escogido la fotografía del estadounidense Mark Peterson que recoge una concentración del grupúsculo de extrema derecha Proud Boys, nacido en 2016 y que fue uno de los que contribuyó a la victoria en las presidenciales de 2017 de Donald Trump. En la imagen, tomada en una de sus manifestaciones en Washington, uno de sus miembros exhibe un jersey donde se lee Stand back, stand by (retiraos y estad preparados), uno de los mensajes que utilizó Trump durante la siguiente campaña de 2020 y que, de alguna manera, bendecía el asalto posterior al Capitolio el 6 de junio de 2021. Con una fotografía de esta serie sobre los grupos neofascistas de su país, expuestas con el título El pasado no muere nunca, Peterson obtuvo en 2020 el tercer premio World Press Photo 2020 de la imagen contemporánea en la que se veía a cinco jóvenes en yate en un lago de Arkansas con la cruz gamada y haciendo el saludo nazi un 19 de abril, fecha del cumpleaños de Hitler.

De islas que desaparecen a ríos que se secan  

Entre otros negacionismos, estos grupos de extrema derecha lucen el del cambio climático. Y, precisamente, el actual Visa pour l’Image programa una decena de exposiciones sobre la crisis climática de un total de 24, incluyendo la colectiva de la prensa diaria internacional. Una de ellas, bastante significativa, es Luisiana: los primeros refugiados climáticos de Estados Unidos. La isla de Jean-Charles, a 130 kilómetros al sur de Nueva Orleans, está desapareciendo de forma irreversible. Por la subida de las aguas, la erosión costera y los huracanes cada vez más frecuentes. Pero también por las 4.000 plataformas petroleras que hay en el Golfo de México y sus miles de kilómetros de canales de suministro que se tragan la tierra, pese al desastre de la plataforma Deepwater Horizon en 2010. Durante la presidencia de Barack Obama, el gobierno federal aprobó el realojamiento de los 500 habitantes de Jean-Charles en un antigua plantación de caña de azúcar 70 kilómetros al norte. No fue hasta finales de 2022 que los primeros habitantes se pudieron empezar a trasladar, cuando ya solo les quedan de la isla 3 kilómetros de longitud y 300 de anchura. En cincuenta años, su isla habrá desaparecido completamente. Del mismo modo que, en el delta del Misissipi, cada hora se hunde el equivalente a un campo de fútbol. La autora del reportaje es la francesa Sandra Mehl, que ha estado yendo y viniendo durante siete años de Jean-Charles.

SANDRA MEHL | La isla de Jean-Charles, en el delta del Misisipi, que desde 1955 ha perdido el 95% de su tierra a causa de la subida de las aguas en una foto de 2017.

El otro extremo climático es la falta de agua. El veterano inglés Ian Berry, de la agencia Magnum, en Water documenta en diferentes puntos del planeta este agravio. Sobre todo en Asia, África y Latinoamérica. En el texto de su exposición, se recuerda que 200 millones de personas de zonas rurales consumen agua contaminada por el arsénico. Y que los océanos sufren su acidificación por todas las sustancias tóxicas tiradas desde zonas urbanas, fábricas y granjas. Además, grandes urbes como Pekín, México, Lima, Buenos Aires o Daca corren el riesgo de quedarse con sus acuíferos completamente secos, sabiendo que el agua dulce solo representa un 2,5% de la existente en la Tierra.

La también británica Emily Garthwaite en Didjla: viaje a través del Tigris recorre tanto este río de Irak como su afluente Éufrates, en una cuenca donde viven 30 millones de personas y que ha conformado ciudades históricas desde la antigua Mesopotamia como Mosul, Samarra, Bagdad o Basora. Didjla es el nombre del Tigris en árabe, y la fotógrafa hizo, primero en 2017, el peregrinaje del Arbain, entre las ciudades santas chiíes de Náyaf y Kerbala a través del Éufrates, y, después en 2019, negociando con fuerzas de seguridad y milicias de Turquía, Siria e Irak, bajó por los 1.900 kilómetros del Tigris durante setenta días. “Viajé a través de lugares de memoria y tragedia, y por zonas de desastre para el medio ambiente, en busca de un refugio, de una renovación, con la esperanza de ver lo que se ha perdido y lo que ha sobrevivido”, explica ella misma sobre su reportaje coproducido por la ONG CCFD-Terre Solidaire y que este año ha ganado el premio Rémi Ochlik de la ciudad de Perpiñán.

EMILY GARTHWAITE/INSTITUTE/PREMIO RÉMI OCHLIK DE LA CIUTAD DE PERPIÑÁN 2023 | En verano, con unas temperaturas que pueden sobrepasar los 50 grados en Irak, los ganaderos no tienen otro remedio que refrescar las ovejas en el río Tigris.

Sin agua, moriremos es el expresivo título de la exposición de otro inglés, Giles Clarke. En su caso, se concentra en Somalia, un país que arrastra tres décadas de violencias de extremistas y cinco años consecutivos de sequía. El 2022, 1’4 millones de somalíes de las regiones más afectadas del centro se tuvieron que desplazar a campos de refugiados para encontrar agua y ayuda humanitaria. El hambre se ha agudizado a causa del bloqueo en las exportaciones de cereales, porque el país depende en un 90% de las que provienen de Rusia y Ucrania. Según las estimaciones de la ONU, por otro lado, unos cuatro millones de reses han muerto, y este 2023 la sequía todavía se anuncia peor: 8 millones de personas -la mitad de la población- se encuentran en inseguridad alimentaria, entre las cuales están 1,8 millones de niños de menos de cinco años. Las imágenes de este reportaje para la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU y el The New York Times son bastante elocuentes.

Carbón, pesticidas, hombres y animales en peligro

El francés Pascal Maitre, tras las exposiciones impresionantes en años anteriores sobre Níger como peligroso lugar de pasaje para los refugiados subsaharianos y las consecuencias de la pandemia en todo el mundo, también para los refugiados, en esta ocasión aborda Carbón vegetal: el oro de los pobres, para Le Figaro Magazine y Paris Match. Precisamente, la idea le vino de una visita en 2002 a Somalia, cuando vio hileras de camiones transportando árboles, que se destinan a carbón vegetal para los hogares porque es la energía más barata. Pero también a la exportación, porque 2.500 millones de personas en el mundo dependen de este carbón.

PASCAL MAITRE/MYOP | En un pueblo de Camboya, Chong Da, del distrito de Santuk, los habitantes producen carbón de los árboles en más de cien hornos de tierra.

Por ello, la milicia somalí islamista Al-Shabab controla desde 2008 este negocio hacia los países del Golfo Pérsico y pese a la prohibición de la ONU desde 2012. Y no es el único caso de financiación de grupos armados porque las Fuerzas Democráticas de Liberación de Ruanda, que controlan el comercio del este de la República Democrática del Congo (RDC), con el parque nacional de Virunga, también se aprovechan de ello. En la RDC, cada año se destruyen medio millón de hectáreas de bosque por este motivo y, en su capital Kinshasa, con 15 millones de habitantes, el 95% de los hogares cocinan con carbón. Según estudios científicos, cerca de un cuarto de las muertes en África subsahariana se deben a la contaminación del aire y, si no se hace nada antes, de aquí a 2030 la mitad de las emisiones contaminantes en el planeta procederán de este continente. Y ello porque 700 millones de personas en África subsahariana todavía no disponen de electricidad. Y el problema se extiende a otros países del continente asiático, como Camboya.

Al otro lado del Atlántico, la contaminación en Villa Guerrero, la principal ciudad de la floricultura de México, a un centenar de kilómetros de la capital, proviene de la propagación de los pesticidas y los fertilizantes en el aire, la tierra y el agua. Algo que provoca la pérdida de un 12% de los embarazos y que, alrededor de un 20% de los niños y niñas, nazcan con malformaciones. La crisis sanitaria, que también afecta a la ganadería, se ha agudizado por la inoperancia de las autoridades locales en la prevención de estos productos agroquímicos y la posterior asistencia. Lo ha documentado, desde el año 2020, el fotógrafo local Cristopher Rogel Blanquet en Veneno sublime, siguiendo la vida de cinco familias.

El estadounidense James Balog lleva cuarenta años tomando imágenes de la naturaleza y también de los actuales efectos devastadores del hombre. Su exposición Fotografía del Antropoceno la ha dividido en seis apartados: Supervivientes: animalesSupervivientes: árbolesTierra alteradaEn llamasTechno SapiensDesaparición glacial. Una de sus particularidades es escoger animales, en principio salvajes, pero que en realidad no viven en libertad y, por ello, fotografiarlos con una estructura de estudio con fondo blanco. El sudafricano Brent Stirton, habitual del festival, sigue en Elefantes de Asia: cultura, protección, conflictos y coexistencia, para Getty Images y National Geographic, sus hábitats en países como India o Sri Lanka. En su trabajo, ha constatado que el 60% de los elefantes viven fuera de los parques naturales, cerca de los hombres. Pese a ser un reclamo turístico y tener un papel importante en las prácticas religiosas, esta convivencia forzada provoca conflictos y muertes por ambas partes. “He observado el trabajo de los investigadores que estudian la capacidad de los elefantes para resolver problemas, lo que les permite comprender mejor cada individuo y cuáles son los comportamientos humanos que pueden ser percibidos como una amenaza para ellos”, relata en la presentación Stirton, que habla de un incremento de elefantes solteros, del estrés de las hembras y de las tácticas de supervivencia que les enseñan a las crías.

NICK BRANDT | Alice, Stanley y la rinoceronte Najin, en Kenia en 2020, todos ellos obligados a dejar su hábitat natural.

Y una original propuesta es The May Break, del inglés Nick Brandt, que durante 2020 en Zimbabue y Kenia fue a buscar a personas damnificadas por sequías extremas o inundaciones y las fotografió junto a animales salvajes que también habían perdido su medio natural. Con una máquina de humo, estas instantáneas brumosas simbolizan un mundo que está desapareciendo. Con un segundo capítulo, en 2022, hecho en Bolivia.

Les rutas mortíferas de la inmigración

Asociado a las guerras y al cambio climático, está el drama de los refugiados que intentan traspasar fronteras para llegar al primer mundo jugándose la vida. El caso más sobrecogedor y próximo son los miles de inmigrantes que han muerto en los últimos años en el Mediterráneo en esta travesía. La exposición Buscar, salvar, proteger, del francés Michael Bunel, retrata el trabajo de sustitución que hacen ONG’s como SOS Méditerranée, con su barco Ocean Viking, o Médicos Sin Fronteras, con el Geo Barents, y en el cual el autor se embarcó para ser testigo de estas operaciones de salvamento cuando se llega a tiempo. Y, después, de la odisea para desembarcar a los inmigrantes con unas autoridades europeas cada vez más represivas respecto a una obligación de salvamento marítimo según las convenciones internacionales de derechos humanos. “El gobierno de extrema derecha de Giorgia Meloni votó en enero de 2023 un decreto obligando a las naves humanitarias a dirigirse inmediatamente hacia un puerto para desembarcar en cada salvamento”, explica Bunel en el texto introductorio añadiendo que “estos puertos designados por las autoridades italianas cada vez están más alejados de las zonas de investigación”, y “esto hace perder el tiempo y el dinero en un momento en que las tentativas de travesía no se detienen”. Una situación, en general, que ha provocado desde 2014, según la ONG Missing Migrantes Project, 28.071 migrantes desaparecidos en el Mediterráneo de los 58.394 en todo el mundo (a 31 de agosto de 2023).

MICHAEL BUNEL/LE PICTORIUM | Fulvia, coordinadora de las operaciones a bordo del Geo Barents de Médicos Sin Fronteras, da instrucciones a un barco de inmigrantes sobrecargado antes de lanzarles los chalecos salvavidas. Es el 7 de julio de 2022 y, aquel día, el Geo Barents efectuará seis salvamentos en menos de diez horas, un récord.

En el continente americano los desaparecidos son más de 8.000, en su intento de llegar algún día a Estados Unidos. El camino de la última esperanza, del colombiano Federico Ríos Escobar, sigue otra ruta mortífera a través de la selva del Daríen, en Panamá, también conocida como el Tapón del Daríen por su dificultad en atravesarla desde Colombia. En 2022, se calcula que fueron 250.000 los inmigrantes que pasaron por allí, 33.000 de ellos niños. Y, en 2023, se cree que la cifra llegará a 400.000. Una gran mayoría de ellos son venezolanos, pero también hay inmigrantes de Ecuador, Perú, Cuba, Haití e, incluso, afganos hasta totalizar 80 nacionalidades diferentes. El reportaje ha ganado el Visa de Oro Humanitario de la Cruz Roja Internacional.

FEDERICO RÍOS ESCOBAR/VISA DE ORO HUMANITARIA DE LA CRUZ ROJA INTERNACIONAL | Inmigrantes ayudándose a atravesar el río Tacarti, el momento más crítico de esta ruta por Panamá al llegar al llamado Tapón del Daríen. Numerosos de ellos se acaban ahogando.

 

 

Puedes leer el artículo completo en París/BCN

 

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