Desde nuestro nacimiento, la Fundación Surt trabajamos por el empoderamiento integral de las mujeres; un empoderamiento que se engloba en cuatro grandes ejes: el personal, el económico, el comunitario y el sociopolítico. En todos estos ejes hay un elemento transversal y primordial, que si no existe, poco podemos hacer: la vivienda.

Pero la vivienda sigue siendo uno de los grandes problemas de la sociedad de hoy, y más si hablamos de la vivienda social o vivienda de inclusión. Por eso, cuando una cooperativa feminista, como es el proyecto de La Renegà, nos propuso poder participar en su vivienda cooperativa como socias colaboradoras –con dos pisos de inclusión para mujeres– no dudamos ni un instante.

Poder formar parte de un proyecto así, que rompe con el sistema capitalista y promueve nuevas formas de vivienda basadas en la horizontalidad, la solidaridad y la comunidad, es una oportunidad para nosotras y para las mujeres que podrán vivir allí durante el tiempo que necesiten para finalizar su proceso de recuperación.

El modelo de co-vivienda cooperativa con perspectiva feminista permitirá a las mujeres un reempoderamiento a todos los niveles. Con nuestro acompañamiento social para su bienestar emocional, las mujeres que vivirán en estas viviendas podrán participar en el día a día de la comunidad, podrán reaprender a tejer complicidades, a participar en decisiones colectivas, a sentirse con derechos y deberes determinados, etc., y todo ello en un entorno de seguridad y sororidad feminista.

Sin embargo, hay que decir que actualmente no existen muchas iniciativas como esta. En Cataluña, somos tan solo cuatro las experiencias de cooperativas de vivienda con pisos de inclusión, y por eso el modelo que estamos construyendo, lo estamos construyendo juntas, partiendo de cero, sin modelos previos, y basándonos solo en la confianza mútua y la generación del conocimiento compartido. Además, las Administraciones tampoco lo ponen fácil: carecen no sólo de suelo público para construir cooperativas de vivienda y viviendas de inclusión, sino también de ayudas a las entidades que nos permitan iniciar proyectos que implican una inversión económica importante en forma de capital social, horas de trabajo para la construcción del modelo de relación y participación y un acompañamiento social a las personas que vivirán en él. Además, las normativas también nos encajonan, dejando poco margen a formas de participación de sociedad innovadoras que se adapten a cada realidad.

Lo interesante es que las entidades, a pesar de las dificultades, apostamos por modelos que realmente son alternativas reales al sistema actual, y que juntas estamos construyendo un nuevo sistema. Espacios de debate como las jornadas que se están organizando este otoño permiten el intercambio de experiencias y vivencias, conocer el camino que ha seguido cada entidad y cada cooperativa según sus necesidades. Comprender que no hay una única solución ni un único modelo, y que por eso es necesario adaptarse. Y de eso, las entidades sabemos mucho, porque llevamos décadas haciéndolo, y como se demuestra, lo seguimos haciendo.

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