Esta es su apuesta de largo recorrido dentro del Festival de Otoño de París, que abrió del 7 al 9 de septiembre en un paraje del bosque de Vincennes, con su adaptación de Ultraficción nr. 1, ensayo preparatorio de su última pieza oficial Una imagen interior. Y con el prisma de inscribir sus propuestas de reflexión sobre la evolución humana y la tecnología en plena naturaleza. En este contexto, también forman parte de la obra colectiva itinerante Paisajes compartidos, dirigida por los suizos Caroline Barneaud y Stefan Kaegi, y en la que colocan una alargada pantalla horizontal en medio de un prado a modo de monolito caído del cielo al anochecer con un texto y una voz alienígena en que la naturaleza se dirige a nosotros como un espejo de nuestras pesadillas. Así lo vivimos en julio pasado entre los viñedos del pueblo de Pujaut, dentro del Festival de Avinyó. Y allí pudimos hablar con una de las almas de El Conde Torrrefiel, Pablo Gisbert, aún bajo los efectos de este exorcismo de cables y polvo.

En Una imagen interior inventabais una nueva naturaleza, y aquí lo que habéis tenido que hacer es plantearlo en medio de la naturaleza. ¿Cómo ha sido este proceso en un espacio que no es un teatro?

El teatro nace en medio de la naturaleza. Si pensamos en Sófocles, Esquilo y Eurípides son espectáculos, coreografías, ideas, tragedias en medio de la naturaleza. Y en un contexto paisajístico en que se empieza a hablar de las personas, de quiénes somos. En este sentido, las siete horas de Paisajes compartidos suponen un recorrido por un paisaje atravesado por la visión de siete artistas o binomios de artistas. En el caso de El Conde de Torrefiel, somos los últimos, o casi, y hemos querido distanciarnos de lo humano y tomar el punto de vista de la naturaleza. Después de siete horas atravesando montañas, árboles, prados, colinas y en un viaje precioso del calor de las cuatro de la tarde al frío de las diez de la noche. Y, cuando cae la noche, que es el momento en que llega el sueño y se diluyen las barreras, es cuando esta naturaleza aparece de forma abstracta y el paisaje efectúa su monólogo.

¿Sería un colofón un poco apocalíptico de Una imagen interior, del momento que está viviendo nuestra sociedad?

Sí, el texto es duro. El texto es duro como lo son los tiempos actuales. En mi caso, este texto es una turbulencia por reproche, por contestación a lo que le estamos haciendo a la naturaleza. No es un texto ecológico, es un texto poético. Es un texto abstracto, imaginativo, donde hay que hacer el esfuerzo de sentir que la naturaleza te está hablando. Y no es nada que no se sepa. Es la misma naturaleza devolviendo de forma turbulenta todo lo que ella recibe.

Pero utilizáis la tecnología para dar este punto de vista sobre la naturaleza. ¿Es un contrasentido o forma parte de vuestra investigación?

La tecnología es naturaleza. Todo es naturaleza: el avión es naturaleza, el dinero es naturaleza, internet es naturaleza. Lo natural no es un campo, un verde, es la potencia de la vida llevada en progreso. El progreso sí que está excesivamente acelerado, y eso considero que es peligroso. Pero la pantalla led, los ‘subwoofers’ y los ordenadores son naturaleza.

La parte escenificada por la francesa Émile Rousset en las viñas de Pujaut, dentro de Paisajes compartidos en el pasado Festival de Avinyó. | Christopher Raynaud

Paisajes compartidos se presentó en junio en un bosque en Lausana. Ahora, estáis en las afueras de Avinyó. A diferencia de algunas de las otras seis propuestas, ¿en vuestro caso no tenéis que adaptar la obra al espacio, excepto la lengua?

La lengua cambia según el país. La próxima parada es Berlín (estuvieron entre finales de agosto y principios de septiembre) y será en alemán. Los primeros dos minutos, las primeras diez frases, sí que se adaptan al lugar concreto del público que te está viendo. En Lausana, en Suiza, el bosque es diferente al mediterráneo, como el de Avinyó. Y Suiza es mucho más húmeda que el sur de Francia.

¿Ya está decidido el espacio natural dónde se va a desarrollar Paisajes compartidos en el festival Temporada Alta 2024, de Girona?

Todavía no. Depende mucho de los permisos. Paradójicamente, y aunque considero que la teatralidad debería salir fuera, hay dificultades para generar eventos, reuniones, actos artísticos fuera de las salas. No es fácil conseguir permisos para estos actos artísticos. Se sigue buscando cuál será el bosque en Girona… Pero aprovechando la falta de lluvia, se hará al inicio del festival, en septiembre. Porque estar siete horas con la amenaza de lluvia y el frío en octubre, noviembre o diciembre, sería un fracaso de público. Cuando lo pusimos en marcha en Lausana fue en mayo y junio. En Avinyó es en julio, y no peligra por la lluvia.

Manifiesto sonoro en el Festival de Otoño

¿En qué consiste Ultraficción nr. 1, obra con la que abristeis a principios de septiembre el Festival de Otoño 2023 de París?

Iniciamos el Festival de Otoño de París con un espectáculo abierto donde el público, en un bosque, asiste a una obra de teatro atravesada por elementos de performance. Hay unas ovejas, hay coches, suceden actos que rompen la realidad y la ficción. Es una invocación muy teatral porque se diluye lo que pasa, qué está pactado, qué está coreografiado y qué no. Este es uno de los cinco experimentos que hicimos antes de crear Una imagen interior, que se estrenó el año pasado en el festival Wiener Festwochen de Viena (mayo 2022). Tanya y yo, antes de estrenar una pieza hacemos estas pequeñas pruebas, piezas experimentales con muy poco dinero pero buscando un gran resultado. Hicimos cinco. La primera, Ultraficción nº 1, fue un éxito en el festival Santarcangelo de Italia (Rimini; julio 2020), que para mí es uno de los mejores festivales, curado por la compañía Motus. Ese primer capítulo ya se ha llevado también a Eslovenia, a Viena y se está pensando en España… En París, se tenía que hacer cerca de La Cartoucherie de Ariadne Mnouchkine, en el bosque de Vincennes, pero la autoridad no lo ha permitido. Y estamos buscando otro emplazamiento (finalmente fue en la Pelouse de Reuilly, también en el bosque de Vincennes)… Siempre hay problemas por temas de seguridad, todo lo que implica convocar a 300 personas en un sitio así.

Porque aquí existe la complejidad de los espectáculos en plena naturaleza. Hablamos de cómo el ser humano afecta a la naturaleza, pero al mismo tiempo hay que tomar todas las medidas necesarias para que no haya un impacto ambiental…

Cuando hablamos de que el hombre impacta en la naturaleza, se está afectando a sí mismo. La naturaleza es bastante más gigantesca que la persona y, cuando se daña a la naturaleza, se daña a él mismo. Pero entiendo que se deben tomar las medidas de seguridad para que los espectáculos se puedan desarrollar en las mejores condiciones.

 

Entrevista completa en París-Bcn

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