
Todo el mundo sabe que los plásticos, en general, han comportado grandes beneficios a la humanidad pero que, a su vez, se han convertido en una amenaza ecológica debido a su persistencia en el medio ambiente. Esta circunstancia afecta a la salud humana, ya que a través de las redes tróficas llega al consumo que hacemos de alimentos.
Para entender mejor de lo que estamos hablando, algunas cifras clave de la industria de los plásticos en la Unión Europea (en 2021): ocupó a más de 1,5 millones de personas, con más de 52.000 empresas y con una facturación de más de 400.000 millones de euros. Y si abrimos la mirada, en 2021 la producción de plásticos a nivel mundial aumentó hasta los 390,7 millones de toneladas, un récord. El 90% de estos plásticos son de origen fósil y, por tanto, suponen una importante contribución al cambio climático; solo un 8% del plástico fabricado procede del reciclaje.
Ante estas cifras (potentes y que convierten a la industria del plástico en un lobby) podemos hacer una primera diagnosis: a pesar de utilizar hidrocarburos fósiles, su producción solo hace que aumentar, a la vez que se quiere prohibir el uso de estos productos en la automoción; producen impactos tanto ecológicos como sobre la salud y también contribuyen al cambio climático; finalmente, existe un fracaso generalizado con relación al consumo y también al reciclaje (a pesar de hacernos pagar las bolsas en los supermercados). Estamos muy lejos de un modelo circular en el uso de los plásticos.
No todos los plásticos son iguales, y tampoco lo es la huella ecológica que producen; son de uso universal, han añadido mucha comodidad al día a día de la humanidad y su sustitución no será fácil. Incluso la mayoría de los juguetes están hechos de plástico y el gigante LEGO ya está trabajando en cómo sustituir a los plásticos en la fabricación de sus famosos bloques de construcción.
Recientes investigaciones alertan de problemas hasta ahora desconocidos, más allá de la llegada de los plásticos al medio marino (se calcula que 8 millones de toneladas de plástico van a parar al mar todos los días a todos los océanos del mundo) o a los peces que comemos. Investigadores japoneses han constatado por primera vez la presencia de microplásticos en las nubes y han estado analizando su influencia en la formación de cúmulos y su impacto negativo en el clima, de alcance todavía incierto. También se ha detectado la presencia de microplásticos en el ambiente alpino del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama, hallado en todos los puntos muestreados a pesar de situarse en la cabecera de los ríos; los polímeros más frecuentes son materiales de poliésteres y acrílicos, poliuretano y poliamida. Otros investigadores encontraron, en 2019, microplásticos en los Pirineos.
También se ha descubierto que el desgaste que el viento provoca en las palas de los aerogeneradores, especialmente en el medio marino que es más agresivo, supone una importante fuente de incorporación de microfibras de compuestos no degradables en el agua, que también pasan a la red trófica y llegan al ser humano (se ha estimado en 6 toneladas la cantidad de fibras que pierde cada aerogenerador a lo largo de su vida útil). El epoxi contiene un 30-40% de bisfenol A, una sustancia química tóxica, y también PFAS en el recubrimiento protector de las palas, otro producto químico tóxico. Las micro y nanopartículas también contienen fibras de vidrio y carbono, con efectos similares a la asbestosis.
El caso de los plásticos es muy parecido al de otros productos producidos por el ser humano, que nunca habían estado presentes en la naturaleza, que son difícilmente biodegradables y se acumulan en el medio provocando disfunciones ecológicas. Existen muchos ejemplos, como los PCB’s, DDT, CFCs (destructores de la capa de ozono), etc… Todos ellos compuestos de gran utilidad en procesos industriales o para combatir plagas y que finalmente tuvieron que ser prohibidos debido a que los daños ocasionados eran superiores los beneficios. Sin embargo, hay desigualdad porque países del tercer mundo siguen produciendo este tipo de compuestos, fuera de todo control, por lo que el planeta no ha quedado completamente libre de tan peligrosos elementos.
Los plásticos son la solución a muchas de nuestras necesidades, pero a la vez representan un gran problema, tanto para el medio como para la salud humana. En buena lógica debería, al menos, restringirse su uso, pero lo que ocurre es todo lo contrario: cada año crece su producción. Y las políticas para disminuir su consumo han fracasado (seguramente por ser demasiado débiles, dado que se enfrentan a una poderosa industria) y el reciclaje está a unos niveles absolutamente ridículos. En este contexto se descubren nuevos elementos (como su presencia en la atmósfera o en ecosistemas alpinos teóricamente no modificados que nos dan nuevas alertas).
Al ser compuestos difícilmente degradables, se acumulan y el problema no hace más que crecer. Es necesario detener este viaje hacia una crisis inimaginable.