En todas las aulas del mundo, el lenguaje no verbal de los alumnos dice muchas más cosas de las que ellos son capaces de verbalizar. También en su entorno familiar, el aislamiento al que se han abandonado enganchados a pequeñas pantallas, está haciendo que niños y jóvenes vivan cada vez más lejos de la comunicación verbal, cara a cara, mirándose a los ojos, y más lejos de contactos sociales con sus iguales fuera del aula.

Tal y como explica el psicólogo clínico Jaume Descarrega, “las redes sociales están concentrando la atención absoluta de los jóvenes y un porcentaje increíble de tiempo, y esto hace que sus relaciones de tú a tú se desvanezcan. Y debemos conseguir que esto se invierta”. Descarrega, que es miembro de la Comisión de Cultura del Colegio Oficial de Psicología de Cataluña (COPC), puntualiza que “quien demoniza las redes está equivocado, pero quien siente que no necesita nada más acaba llegando a la sintomatología patológica y a los trastornos de aislamiento. Los extremos siempre traen algo negativo”. El análisis clínico del momento actual que observamos en la juventud es que “prevalece la inmediatez, y todo lo que dura demasiado hace perder el interés”. En este sentido, añade que “será una verdadera pandemia si eliminamos una parte tan importante de lo que somos -jóvenes y adultos-. Como seres biopsicosociales somos personas que necesitamos el contacto con el otro. Somos cuerpo, emociones y psiquismo, y relaciones, es decir, tenemos nuestra parte orgánica, emocional y relacional, tres patas cuya importancia debemos hacer valer”.

Detección y alertas

¿Y cómo sabemos si el equilibrio entre estas tres partes se da en niños y jóvenes? El psicólogo dice: “Si ves que un niño llega a clase y se duerme, algo no funciona. Si no come, vomita o se marea, quizá sea porque, como ocurre muchas veces, el cuerpo falla, no porque falle el órgano, sino porque falla algo emocional, y el cuerpo puede hacer el síntoma para avisar”. Según un estudio realizado hace algunos años en médicos de familia, el 33% de las consultas sobre malestar que habían recibido tenían que ver con aspectos psicosociales y no orgánicos.

Hay que fijarse también, comenta Jaume Descarrega, “si en el ámbito psicológico el niño o adolescente es incapaz de expresarse, siempre se muestra triste o se enfada a la mínima, algo está ocurriendo. La tristeza persistente, herirse a sí mismo y la irritabilidad extrema son indicadores que pueden tener que ver con los tres elementos. Y si un niño no interactúa, y en el patio no juega debes preguntarte qué está sucediendo”. El especialista advierte que “la depresión en los niños se muestra muchas veces con la irritabilidad y conductas agresivas”. Aunque, también añade, “un niño muy callado es tan preocupante como uno hiperactivo. Si parece que no está, también tenemos que fijarnos”.

Detectar algo que parece que no va bien lo antes posible, al igual que en las enfermedades orgánicas, es parte de un mejor pronóstico. “Si una problemática no se puede trabajar cuanto antes, si el niño o adulto no es capaz de poder transmitir lo que le pasa, lo va poniendo en la mochila, hasta que ya no puede soportar el peso y hace un síntoma en el ámbito anímico, o con dificultades de relación con los demás”, advierte el psicólogo. También explica que “hay que dar el sentido que tienen a las preocupaciones, ni maximizando ni minimizando, sin interpretar lo que nos cuentan, con libertad para expresarse, y es necesario buscar herramientas para poder conseguir esta expresión, a veces con actividades que pueden parecer lúdicas, pero van más allá”.

Un 14% de jóvenes con algún problema

La radiografía de la situación de la salud mental en la juventud catalana realizada por el Consell Nacional de la Joventut de Catalunya y Federació Salut Mental Catalunya revela que “no sólo la juventud es un colectivo con más vulnerabilidad en cuanto a la salud mental o el malestar emocional que la población adulta, sino que el número de jóvenes que tiene algún problema es elevado, se sitúa en torno al 14%”. Este dato, según dice el informe, “se ha repetido año tras año, con una tendencia creciente a partir de 2019, después de un relajamiento pasado el 2018”. Son datos de Catalunya, pero que, según explican, se corresponden bastante con lo que apunta la OMS a nivel mundial. En datos publicados en 2021, la Organización Mundial de la Salud calculaba que aproximadamente uno de cada siete jóvenes de entre 10 y 19 años sufre un trastorno mental, lo que representa un 13% de la causa de morbilidad de este grupo de población.

La OMS recuerda que los problemas de salud mental de los jóvenes pueden perpetuarse en la vida adulta y en las posibilidades de vida digna del futuro. Por tanto, desatender la salud mental juvenil no sólo comporta desatender una problemática actual que afecta a un segmento significativo de población, sino que también hipoteca el futuro del país y de su ciudadanía. Sobre todo, por esta mayor afectación, en proporción, de los trastornos mentales en jóvenes en relación con las personas adultas.

El informe del Consell Nacional de la Joventut de Catalunya y la Federació Salut Mental Catalunya de este año 2023 nace de la investigación sobre la dificultad de acceder a datos que reflejan una problemática que estas entidades consideran evidente. El estudio constata “una situación de emergencia juvenil en materia de salud mental, ya que uno de cada siete jóvenes sufre un problema de salud mental, y las personas de entre 18 y 34 años son las que más visitas realizan en centros y servicios de salud mental”.

El audiovisual, una herramienta para la prevención

La rápida detección de cualquier indicador de malestar emocional puede marcar un antes y un después en la salud mental de los niños y jóvenes y ahorrar dificultades en su edad adulta. Y para la detección y comunicación necesarias de las alertas, para tratar cada caso, ayuda a poder contextualizar las situaciones de dificultad dentro de una normalidad social. Sufrimos mentalmente, como podemos hacerlo también físicamente. Y todo merece una igual atención y aceptación, personal, sanitaria y social.

Éste es el mensaje que mejor saben difundir los cortometrajes que cada año se presentan en el festival de cortos Psicurt, el Festival de cortometrajes sobre salud mental de Tarragona y Reus. Contribuyen a mostrar situaciones cotidianas, vivencias comunes en las que se convive con trastornos que pueden o nos podrían afectar a cualquier persona. Y también ayudan a situar la salud mental en su marco global, que incluye no sólo la psicopatología, sino también la prevención y promoción de la salud mental, en palabras de Jaume Descarrega, director del festival Psicurt: “entendiendo salud mental como lo que necesitamos los seres humanos, adultos y menores, para disfrutar de la vida sin un sufrimiento excesivo”.

El Psicurt se dirige a profesionales del cine y de audiovisuales para que presenten sus creaciones en las que hacen protagonistas los pensamientos, sentimientos y relaciones afectivas, dentro del ambiente familiar, en la pareja o en el entorno social, y las cuestiones que más a menudo suponen conflictos, como la eutanasia, o que pueden derivar en trastornos, como determinados hábitos o ‘defectos’ de relación con la alimentación. Los cortometrajes muestran la salud mental a un nivel más amplio que el que aborda sólo la patología.

En la última edición, celebrada del 5 al 8 de octubre, se presentaron en el festival 308 cortometrajes de todo el Estado que se proyectaron durante los cuatro días. Uno de los cortos presentados, Perder, entra de lleno en las mentiras, la conciliación y la vida de un niño adicto al móvil, que nos dejan ver el pánico a la familia perfecta. A través de este trabajo, explica Descarrega, “podemos reflexionar sobre todo lo que se pierden los jóvenes si sólo ponen la atención en las pantallas”.

El festival incluye siempre talleres participativos en torno a los temas que tratan los cortos, y este año se hizo también la representación de la obra de teatro No m’oblideu mai, sobre el suicidio, primera causa de muerte entre la juventud en el Estado español. Basada en entrevistas a testigos reales, la obra la vieron 355 personas en el Teatre Bartrina de Reus.

Una vez celebrado el festival, algunos de los cortos presentados se convierten en material de trabajo en las aulas. Es el caso del corto Cómplices, proyectado hace tres ediciones y que se va proyectando en centros educativos precediendo a debates en clase. Es la recreación de una historia que podría estar sucediendo en cualquier instituto de Catalunya, en la que una chica es acosada en la clase por parte de sus compañeros, y ya lo sufría en la etapa de Primaria. Se le junta también esto con el desahucio que viven, ella y su familia, y con el acoso sexual por parte de un familiar (tío). Todo esto la conduce a un intento de suicidio. “Lo que pensamos que es importante es realizar actividades”, precisa el psicólogo clínico y miembro de la Comisión de Cultura del COPC, muy partidario de utilizar herramientas como los audiovisuales y el arte en general para la didáctica, la difusión y la prevención de problemas de salud mental. Alike es uno de los claros ejemplos de difusión, sencilla y lúdica, de los valores de festivales como Psicurt. Fue presentado en su día en el festival y puede verse libremente en Youtube.

Del Festival Psicurt destaca también la propuesta Educurt, pensada expresamente para los alumnos de los institutos de Cataluña, invitados a realizar cortos a lo largo de cuarenta y ocho horas en diferentes localizaciones de Tarragona y Reus, potenciando el trabajo en grupo y la creatividad en torno a conceptos sobre la salud mental. Por eso, parte del festival Psicurt es el camino que sus trabajos sensibilizadores y profesionales realizan durante todo el año en centros educativos de toda Cataluña, que permiten hablar de salud mental en el aula de la mano de una herramienta muy atractiva para los jóvenes como es el audiovisual. Porque, como declara Jaume Descarrega, “lo necesario hoy en día es abrir espacios de reflexión que nos permitan compartir, comunicar, compartir inquietudes, deshacer tabúes y estigma en todos los temas de salud mental. Y los cortometrajes nos permiten hablar de preocupaciones al respecto”.

Conscientes de su malestar

El estudio que la compañía alemana de productos de salud STADA realiza cada año en Europa con encuestas a la población europea ha revelado, en la edición de este año, que en Cataluña, el 21% de los jóvenes de 18 a 24 años considera mala o muy mala su salud mental.

La investigación se ha realizado a partir de una muestra de más de 32.000 personas de 16 países de Europa, interrogadas sobre cuestiones relacionadas con la prevención, el sueño y el descanso, la salud mental, los hábitos nutricionales, la salud digital y los sistemas sanitarios de cada país.

Los docentes tienen a su alcance buena parte del tiempo entre semana de estos niños y jóvenes, para la detección y comunicación de indicios o alertas que pueden contribuir a reconducir situaciones de malestar personal de los menores. “Sé que es difícil combinar el currículum académico con las exigencias emocionales y relacionales que serían principales en el aula. Pero sería muy conveniente introducir aprendizajes para el bienestar mental, a partir de las vivencias, en cualquier actividad, para contribuir a fortalecer también la inteligencia emocional, que es la capacidad que tenemos para gestionar las situaciones de la forma más adecuada posible, enfrentarse a ellas las y solucionar”, apunta el psicólogo Jaume Descarrega. “Sabemos que son estos los aspectos que no están suficientemente trabajados, y también que para poder hacerlo en los centros de enseñanza no son los docentes, sino todo el sistema, el que debe cambiar”.

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