Ahora ya no cabe duda de que lo que hace Israel en Gaza es un genocidio. Y quienes no hacen nada por evitarlo son cómplices. El profesor judío israelí Raz Segal, experto en Genocidios y Estudios del Holocausto, dice que el de Gaza es un caso de “genocidio de manual”. A la misma conclusión llega el director de la Oficina de Nueva York del Alto Comisionado de las Naciones Unidas, Craig Mokhiber, que ha protestado presentando la dimisión.
Tanto Segal como Mokhiber coinciden en que es un caso de genocidio de manual, porque se cumplen dos condiciones fundamentales para poder decirlo: Israel tuvo la intención de cometer genocidio y ha cometido actos genocidas. En el caso de Gaza, los dirigentes israelíes han declarado su intención de destruir a este colectivo de personas a las que han llamado animales humanos y ponen las condiciones para llevarlo a cabo.
Israel bombardea Gaza de forma masiva e indiscriminada. Para aumentar los daños lanzan bombas de fósforo -se elaboran con parte de la potasa de las minas del Bages- sobre la población que tienen encerrada y masificada en un territorio sin agua, ni comida, ni luz, ni combustible, ni comunicaciones.
Cada día, decenas de personas entre las cuales hay una gran cantidad de niños, mujeres y ancianos son masacradas indiscriminadamente en casa, en los hospitales, escuelas, mezquitas o iglesias donde se han refugiado, y sus viviendas están completamente destruidas. Israel también ataca el sur de Gaza, donde precisamente ha ordenado que se refugie a la población. Segal se exclama: “si esto no es genocidio, ¡no sé qué es genocidio!”.
Pero no sucede sólo en Gaza. Mokhiber recuerda, en su carta de dimisión a la ONU, que en Cisjordania, incluida la parte de Jerusalén ocupada por Israel, desde hace años las viviendas son incautadas y reasignadas en función de la raza. Además, aumentan los programas violentos contra palestinos perpetrados por los colonos judíos, apoyados por unidades del ejército israelí.
Para aumentar los daños lanzan bombas de fósforo sobre la población que tienen encerrada y masificada en un territorio sin agua, ni comida, ni luz, ni combustible, ni comunicación.
Mokhiber ha trabajado para la ONU en muchos países y tiene treinta años de experiencia como abogado especializado en derechos humanos. Asegura que ahora “el proyecto colonial europeo y etnonacionalista de colonización de Palestina ha entrado en su fase final, hacia la destrucción acelerada de los últimos vestigios de la vida palestina autóctona en Palestina”.
Miles de personas han salido a la calle en todo el mundo -también en Cataluña- para pedir que se detengan los ataques contra Gaza y se negocie una solución justa que reconozca los derechos y las libertades del pueblo palestino. Pero ni los doce mil muertos, ni la terrible destrucción de Gaza, ni el sufrimiento de los palestinos que viven en los territorios ocupados han convencido a los dirigentes de Estados Unidos ni a muchos responsables de la UE de que ese genocidio debe acabar inmediatamente.
Como ciudadanos europeos, que con nuestros impuestos hacemos posible la Unión Europea y lo pagamos todo, desde los ordenadores al papel de WC de los líderes y de las instituciones europeas, tenemos el derecho y la obligación de pedir cuentas de lo que hacen. Es raro que los responsables no se apresuren a pararle los pies a Israel, porque lo que hace choca por completo con la política hacia Palestina que Europa ha mantenido durante muchos años, y en la que se han invertido millones de euros.
Europa defiende la creación de dos estados en tierra palestina, uno para Israel que ocupa por la fuerza gran parte del territorio y el otro para los palestinos. De cara a este objetivo, funciona un programa europeo de ayudas a Palestina que se suma al dinero que cada país miembro da por cuenta propia. En 2022, por ejemplo, el paquete de ayudas asignado a Palestina por la Unión Europea fue de un total de 296 millones de euros.
Además del dinero que damos a Palestina a través de la Unión Europea, el gobierno de España también lo da por su cuenta, así como los ayuntamientos. El nuevo programa de ayuda española a Palestina 2020-2024 (MAP) incluye 100 millones de euros que se suman a los 900 que ya hemos dado en años anteriores.
Como ha dejado claro estos días Pedro Sánchez, el objetivo de España, como el de la Unión Europea, es financiar la construcción de un estado palestino que busque la paz, respete los derechos humanos y especialmente los derechos de las mujeres. Pagamos por el mantenimiento, la formación y las infraestructuras de un estado palestino que, cuando llegue, pueda y sepa gestionar sus servicios públicos y todas aquellas cosas propias de un estado.
Al margen de la mayor o menor eficiencia de las autoridades palestinas, la realidad es que Israel destruye a diario las infraestructuras que hemos pagado todos los europeos. En Gaza, con sus bombardeos indiscriminados, pero también en Cisjordania y Jerusalén Este. El ejército israelí protege a los colonos judíos que matan, destruyen y requisan propiedades palestinas. No sólo Israel derrocha nuestro dinero, también hace cada día más imposible la política de los dos estados que defiende Europa.

El brutal ataque de Hamás contra Israel del pasado 7 de octubre no sólo es condenable sino que –como ha escrito alguien- es el mayor error en toda la historia de los errores posibles. Ahora, el castigo colectivo que Israel perpetra contra los palestinos de Gaza y Cisjordania -cuya inmensa mayoría no son de Hamás- viola directamente todos los principios del derecho internacional. Sin embargo, ante esto nuestros dirigentes europeos sólo responden con tópicos y, como cualquier tópico, son palabras vacías.
El primer tópico que dicen los responsables de Europa es que Israel tiene derecho a defenderse, lo que no sólo no frena el genocidio contra los palestinos sino que -según podemos ver- se ha convertido en un permiso para que el estado judío siga masacrándolos. El segundo tópico es mantener que, en Europa, la solución del conflicto pasa por la creación de dos estados en Palestina, cuando la realidad que se ha impuesto es la de un único estado.
Israel destruye a diario las infraestructuras que hemos pagado todos los europeos.
Tras 75 años de ocupación de Palestina, Israel no hizo caso ni de una sola de la veintena de resoluciones de la ONU pidiendo su retirada. Nunca ha tenido la intención de negociar la existencia de un estado palestino de pleno derecho. Por el contrario, sus acciones -como la ofensiva en Gaza- van encaminadas a hacerlo imposible. La imparable y violenta colonización israelí de los territorios ocupados en Cisjordania y Jerusalén Este, por ejemplo, ha hecho crecer la interdependencia de ambas sociedades.
Como potencia ocupante, las autoridades israelíes deberían garantizar los servicios básicos a los palestinos. No sólo no les procuran, sino que, en el 98% de los casos, las autoridades israelíes niegan a los palestinos el permiso de construir, ya sean viviendas, escuelas o negocios.
Si quieren tener casa o escuela, los palestinos deben construirlo sin permiso, entonces las autoridades palestinas lo arrasan o lo requisan. Y esto viene de lejos. Por ejemplo, la propia Comisión Europea reconoció que, entre 2001 y 2011, Israel destruyó proyectos palestinos por valor de 49 millones de euros, de los que 29 provenían de la Unión Europea.
En una nota de las Naciones Unidas del pasado 3 de febrero, tres expertos de la ONU en derechos humanos concluían: “la demolición sistemática de viviendas palestinas, la construcción de asentamientos israelíes ilegales y la denegación sistemática de permisos de construcción a los palestinos de Cisjordania, muestra que Israel intenta restringir el derecho de los palestinos a la autodeterminación y amenaza su propia existencia”.
Hoy sólo existe una frontera gestionada por los israelíes porque los palestinos no tienen control sobre su espacio aéreo, ni el marítimo, ni sobre la entrada o la salida de personas en Gaza, por ejemplo. Así, Israel ha podido establecer su mortal sitio. Los aranceles que pone Israel a los productos palestinos hace que a éstos les salga más barato comprar productos israelíes o extranjeros, siendo la moneda de intercambio la israelí.
Palestinos y judíos no tienen los mismos derechos porque las leyes y los tribunales dependen de dónde vivas y de tu raza.
Según Thomas Vescovi, historiador experto en la sociedad judía israelí y sus relaciones con los palestinos, ya no hay forma de separar los dos estados. El muro que ha construido Israel no separa adecuadamente el territorio palestino del judío. El 10% de Cisjordania es del lado israelí, y 700.000 judíos viven en asentamientos en Cisjordania y Jerusalén Este. Antes de la actual guerra, cada día 150.000 palestinos de Cisjordania y 17.000 de Gaza entraban en Israel para trabajar.
Árabes y judíos comparten no sólo la economía sino muchos aspectos de la vida cotidiana. Sin embargo, son las autoridades israelíes las que organizan la vida de los palestinos sin que éstos tengan derecho a decir nada. En el estado israelí, los palestinos no tienen protección frente a las decisiones del ejército de ocupación y los abusos de los colonos judíos. Palestinos y judíos no tienen los mismos derechos porque las leyes y los tribunales dependen de dónde vivas y de tu raza. Para muchos, esto es el apartheid.
La deriva del actual conflicto todavía disminuye más las posibilidades de la creación de ambos estados, una opción en la que sólo creen una tercera parte de los judíos y de los palestinos. Es necesario detener esta guerra para acabar con tanta muerte, sufrimiento y dolor de los pueblos palestino y judío. Esto sólo es posible con una solución del conflicto que sea justa por los palestinos. No habrá paz en Israel, ni en el mundo, sin justicia para los palestinos.
Hace poco, una alta funcionaria de la Unión Europea me decía que nadie tiene poder sobre Israel. Israel hace lo que quiere, pero porque la comunidad internacional se lo ha permitido. Hemos visto once tandas de sanciones contra Rusia por su ocupación de Ucrania, en cambio Israel sigue siendo socio preferente de la Unión Europea, lo que le da buenos beneficios arancelarios y económicos.
¿De verdad Europa no puede hacer nada ante el genocidio de la población palestina, el bloqueo de la política europea en Palestina y la pérdida del dinero invertido en él?.