Fruto de las elecciones municipales de mayo, Collboni sólo dispone de 10 de los 41 concejales totales del Consistorio y se sitúa a otros 11 de la mayoría absoluta. Esto dibujaba, de entrada, dos escenarios posibles para el PSC: si giraba la cabeza a la izquierda, BComú y ERC deberían ser los compañeros de legislatura. Con BComú, el aliado político en el Ayuntamiento durante los ocho años de mandato de Ada Colau no basta, ya que la suma entre los dos se queda a un concejal de la mayoría absoluta. La otra opción sería mirar hacia la derecha de Xavier Trias y avanzar hacia la sociovergencia, como ya ocurrió en la Diputación de Barcelona en los últimos cuatro años.
La palabra sociovergencia es un neologismo propio de la realidad política catalana que sirve para describir el entendimiento entre dos fuerzas que hace pocos años se presentaba como antagonistas ideológicos. Pero no sólo eso. También explica la cara amable contemporánea de la gestión neoliberal de la política en Cataluña. La sociovergencia se constituye discursivamente bajo el relato tradicional del progresismo socialista, pero se aplica a través de la ideología conservadora-liberal de la antigua Convergència i Unió.
Los seis primeros meses de Collboni
Collboni inició el mandato sacando adelante el llamado “Plan Endreça”, propuesta electoral estrella que pretendía abordar la mala percepción ciudadana respecto al grado de suciedad de la ciudad, pero poco a poco se ha ido confirmando como una simple ampliación de los cuerpos policiales en la ciudad. El colectivo Top Manta, así como otras entidades anti-racistas, han denunciado un incremento en el hostigamiento de los colectivos de personas migradas desde que se ha producido el cambio de gobierno en el consistorio. Pero ésta no ha sido la única medida que ha despertado las dudas sobre el espíritu socialista del actual alcalde, y es que la negativa (o la incapacidad) del consistorio de llegar a acuerdos con ERC y BComú ha resultado en que Collboni no ha podido sacar adelante unos nuevos presupuestos de cara al próximo año. Se calcula una disminución sustantiva de la partida dedicada a gasto social, de alrededor del 15%.
El caso del tranvía también es significativo para mostrar el rumbo dubitativo del actual Ayuntamiento: si bien cuándo el actual alcade era todavía candidato afirmaba por activa y por pasiva que completaría la conexión del tranvía, recientemente votó favorablemente de las paralizar obras del tramo que debía unir las líneas de Ferrocarriles de la Generalidad (FGC) del Baix Llobregat con las del Vallès, tal y como quería Xavier Trias. Y sin embargo, mientras tanto, se ha comprometido a acabar las obras con Verdaguer, tal y como pedía Barcelona en Comú. A este hecho debe sumarse la decisión de subir un 6,75% las tarifas del transporte público, rompiendo así con el acuerdo de congelación que les había mantenido estancados durante los últimos nueve años, hecho que perjudica a los bolsillos de las clases populares y tensa las costuras del significante “progresista”.
Collboni debe decidir pronto hacia dónde quiere mirar. Hasta ahora ha intentado buscar un punto intermedio entre las demandas de ambos lados del espectro ideológico, pero la indeterminación es ya un posicionamiento político con consecuencias políticas.