Las elecciones al Parlamento de Galicia que deben celebrarse el próximo 18 de febrero de 2024 han suscitado un interés público muy relevante; también en Cataluña. Esta expectación puede deberse a que serán los primeros comicios que se celebren en una fecha distinta a los del País Vasco desde 2005. Solo elecciones gallegas. Curiosamente, en 2005, el Partido Popular de Manuel Fraga perdió la mayoría absoluta, lo que permitió un gobierno de coalición entre socialistas y nacionalistas. En esta ocasión, esta posibilidad es todavía eso: uno de los escenarios posibles. El Partido Popular lidera claramente las encuestas y, al mismo tiempo, la idea de un giro progresista comienza a ganar posibilidades.

Pero, ¿cuáles son las razones para creer que Galicia será presidida por Ana Pontón a partir del 19 de febrero?

Alfonso Rueda no es Feijóo

El Partido Popular es una maquinaria robusta, en Galicia. Con presencia en cada núcleo poblacional, en cada parroquia, en cada ayuntamiento. Un verdadero poder fáctico que carece de competencia en términos globales. Su talón de Aquiles siempre han sido las ciudades, dónde suelen existir gobiernos municipales de izquierdas y dónde, al mismo tiempo, consiguen resultados destacados en los comicios autonómicos.

El contexto político, en 2024, se ve ligeramente matizado. Las presidencias de Feijóo se construyeron bajo un relato sólido alrededor de su estima hacia Galicia. Los colores populares se confundieron con la imagen gráfica de la Xunta –hasta minimizar al máximo el logo del partido en alguna campaña electoral–. La confusión entre país y partido vivió su momento álgido cuando eligieron como eslogan electoral el famoso “Galicia, Galicia, Galicia”, en la campaña de 2020. Los que serían los últimos comicios de Feijóo vinieron después de su ‘renuncia’ a disputar el liderazgo estatal de su partido. Cabe recordar que, en ese momento, el efímero Pablo Casado ocupaba el despacho de presidencia en Génova 13.

Sin embargo, hoy en día este discurso ya no le es operativo al Partido Popular. Pese a sus esfuerzos comunicativos, Rueda no es tan conocido como Feijóo, tal y como apuntan las encuestas. Esta circunstancia la han querido corregir imponiendo una exagerada presencia del Presidente de la Xunta en los medios públicos gallegos, que lo ha llevado a aparecer en todo tipo de programas: desde late shows de humor a programas deportivos.

Alfonso Rueda necesita la quinta mayoría absoluta consecutiva del Partido Popular para mantenerse en el gobierno gallego. A la contra le juega el fracaso estatal de Feijóo, el desgaste gubernamental y su propio perfil, menos potente que el de su predecesor.

Ana Pontón: el BNG en la ofensiva

La salida de la Xunta de Galicia del gobierno bipartito en 2009 abrió unas heridas en las filas nacionalistas que se hicieron aún más evidentes en la Asamblea Nacional del BNG celebrada en 2012, en Amio. En ese cónclave, el histórico Xosé Manuel Beiras volvió a aspirar a liderar el frente de partidos; perdió y poco después se marchó para fundar Anova. Hace solo unos días, BNG y Anova hacían público un acuerdo político a través del cual el exalcalde de Santiago Martiño Noriega, Beiras y los suyos afirmaban su apoyo explícito a la candidatura de Ana Pontón a presidir la Xunta de Galicia. Un reencuentro esperado y necesario en el seno del movimiento nacionalista gallego de izquierdas.

El BNG está en disposición de obtener el mejor resultado de su historia –tanto en votos como en escaños, según apuntan todas las encuestas–. Serán los terceros comicios bajo el liderazgo de Pontón, que en 2016 logró aguantar –en medio del auge de las mareas–, en 2020 encabezó la oposición y que este 2024 disputará la Xunta al PP de Rueda. Es decir, los nacionalistas han superado la etapa de resistencia y el momento del sorpasso al PSdeG-PSOE para poner sobre la mesa una candidatura presidencial dirigida a un público más amplio que su electorado tradicional. Es evidente que cualquiera que busque un voto útil contra lo que representan Rueda y el PP sabrá identificar en Pontón y el BNG la mejor manera de contribuir al cambio político gallego.

Por tanto, la gran novedad de estas elecciones es que ante el hegemónico Partido Popular hay una alternativa clara, con un liderazgo tan conocido por el gran público como el actual inquilino de Monte Pío.

Besteiro y la propuesta socialista

Lo primero que debe saber cualquier observador externo sobre los socialistas gallegos es que son una fuerza eminentemente municipal. Ésta es una ventaja evidente cuando toca elegir alcaldes –especialmente en las ciudades–, pero se convierte en un problema si lo que está en disputa es la Xunta de Galicia. Desde 2009, los socialistas nunca han repetido candidato: Pérez Touriño (2009), Pachi Vázquez (2012), Fernández Leiceaga (2016), Gonzalo Caballero (2020) y este año, finalmente, Xosé Ramón Gómez Besteiro. Desde 2016, el PSdeG-PSOE, la marca gallega de Pedro Sánchez, es tercera fuerza en la cámara gallega, situación que con toda probabilidad se repetirá después de las elecciones del 18 de febrero.

¿Qué hace pensar que los socialistas puedan contribuir mejor a un clima de posible cambio político? En primer lugar, el hecho de que su candidato es aquel que estaba llamado –dicen los conocedores de la interna del partido– a ser su líder desde hace años. De hecho, fue el secretario general del PSdeG de 2013 a 2016, y ese año ya había sido designado como candidato a la Presidencia. Una imputación judicial –finalmente archivada– lo obligó a dimitir de ambos cargos para centrarse en demostrar su inocencia.

Besteiro, el primer diputado en intervenir en gallego en el Congreso de los Diputados, aspirará a sumar fuerzas al cambio. Los socialistas serán decisivos en esa capa social urbana capaz de votar al PSOE o al PP, en función de la elección que toque. El desgaste popular puede ser un elemento clave para este electorado, que podrá optar por un PSdeG con una vida interna menos movida que la experimentada en la última década.

La inédita división de la derecha

Todos los manuales de sistema político gallego apuntan a dos circunstancias: una derecha unida y una izquierda muy dividida. La segunda circunstancia está muy presente, pero por primera vez la división del espectro del centro-derecha puede amenazar la mayoría absoluta popular. A estas alturas, si tomamos como referencia la encuesta hecha pública por Nós Diario el 20 de enero, VOX y Democracia Ourensana (D.O.) obtendrían un 2,7% y un 0,7% de los votos respectivamente. Una pérdida que, en términos de porcentaje, no parecería a priori demasiado lesiva para los intereses de Rueda. Ahora bien, es necesario contextualizar este dato: la participación más exitosa de Ciudadanos en unas elecciones autonómicas (2016) obtuvo un 3,38% de los votos. Y VOX, en 2020, sumó un 2,05% de los apoyos.

La principal novedad en el ámbito de las candidaturas de centro-derecha es la participación de Democracia Ourensana. El partido del excéntrico alcalde de Ourense, Gonzalo Pérez Jácome, tiene opciones de obtener un escaño por la circunscripción ourensana (la encuesta antes citada le pronostica un 5,8% de los votos en esa provincia). Hay que tener en consideración que en 2020, después de un pacto entre Jácome y Feijóo, la fuerza ourensana descartó la posibilidad de presentarse a las elecciones al parlamento gallego.

Por tanto, habrá que estar atentos a la capacidad de VOX para restar votos a los populares, así como a la relevante participación de D.O. en las elecciones gallegas –que pueden ser decisivos y condicionar mayorías.

La crisis de los pélets y el fin de una época

La crisis de los pélets en la costa gallega ha sido un tema relevante en la agenda mediática de las últimas semanas. El 8 de diciembre de 2023, el barco Toconao perdió seis contenedores frente a las costas de Portugal, uno de los cuales transportaba 1.050 sacos de pélets (26.250 kilos), unas minúsculas bolitas de plástico que han empezado a llegar a las costas de Galicia, Asturias y Cantabria. Este grave hecho se encontró con una clara inacción de la Xunta de Galicia, que en primera instancia escondió el incidente, para posteriormente negarse a activar el nivel de alarma que permitía al gobierno del Estado actuar con sus propios medios.

La actitud del presidente de la Xunta de Galicia, acusando al BNG y al gobierno español de electoralismo e inacción, ha recordado la negligente actuación ante la catástrofe del Prestige. A estas alturas, es difícil calcular qué impacto puede tener esta crisis en los comicios gallegos, pero es cierto que podría movilizar a una parte del electorado (joven, ecologista, etc.) que en otro escenario podría haberse abstenido.

La incógnita y las conclusiones

En líneas generales, por tanto, parece que las izquierdas pueden tener opciones de llegar al gobierno de la Xunta de Galicia. Al menos, la batalla no está perdida de inicio –como parecía durante la campaña del 2020–, y esto es ya una noticia relevante tratándose de un feudo electoral conservador.

Ahora bien, el progresismo cuenta con un punto débil explícito: la cantidad de candidaturas que se presentan. Pese a las palabras de Pablo Iglesias pidiendo el voto para el BNG, finalmente Podemos Galicia / Alianza Verde presenta candidatura en las cuatro circunscripciones (las encuestas le pronostican en torno a un 1% de los votos). En esta dinámica atomizadora también podemos añadir a Sumar Galicia, que las encuestas sitúan a las puertas de obtener representación. Desde su presentación, la candidatura de los de Yolanda Díaz parece haber perdido foco mediático y habrá que ver si los apoyos que obtengan acabarán sumando –de forma indirecta– para consolidar la mayoría absoluta popular.

En conclusión, existen razones para pensar que un cambio político es posible en Galicia, a pesar del dominio del hegemónico Partido Popular. En primer lugar, porque Ana Pontón se ha consolidado como alternativa y ha sumado a viejos aliados –y apoyos externos– para fortalecer su candidatura. Y, además, el contexto general puede contribuir decididamente a confirmar el fin de una época, que evite la quinta mayoría absoluta consecutiva del PP.

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