En el artículo anterior asumimos el reto de dotar a las familias de algunas herramientas para educar en sexualidad desde la curiosidad, la creación de espacios de confianza y escucha y la importancia de revisar(nos) antes de juzgar y sentenciar .
Pero, como sabemos, la sexualidad entendida como proceso vital e integral no se queda enclaustrada en casa y también impregna otros ámbitos como, en este caso, la educación formal. Y aquí es donde entran en juego el profesorado y el resto de profesionales de la educación que, conocedores como nadie de los imaginarios, expectativas y actitudes de los y las adolescentes, encaran el gran desafío actual: ¿cómo educamos en una sexualidad respetuosa y placentera desde las aulas siendo conscientes del impacto que tiene la pornografía en nuestro alumnado?
El profesorado no puede ni debe asumir la responsabilidad de ser el único agente educativo en temas de sexualidad
Empecemos recordando que, si bien las aulas son un espacio de socialización clave, el profesorado no puede ni debe asumir la responsabilidad de ser el único agente educativo en temas de sexualidad. Dicho esto, también sabemos que es en las aulas donde –muy a menudo sin buscarlo– se escuchan y se ponen sobre la mesa muchas dudas y reflexiones en torno a esta temática. Éstas son las que nos toca coger el vuelo y llevar al grupo de la forma más orgánica y clara posible. Pero ¿cómo lo hacemos? ¿cómo conseguimos que el grupo no se cierre en banda desde la vergüenza, la incomodidad o el pasotismo? Pues, para empezar, aceptando que hablar de sexualidad conlleva de forma casi inevitable reacciones como éstas y que, por lo tanto, debemos poder hablar de ello desde aquí. Asumiendo también que a veces habrá que hablar de ello como respuesta a algún comentario o reflexión que se habrán hecho entre ellos: “eres un maricón”, “vestida así parece una puta”, “que te den por el culo” , etc., y al que habrá que prestar atención por todo lo que destila. Cuando esto ocurre, la mayoría de veces nos coge por sorpresa, debemos poder ver si queremos detenerlo y salir adelante con la clase, porque no tenemos tiempo de abordarlo, o bien si estamos dispuestas a hacer un trabajo más profundo. Si es así, podemos introducirlo de la siguiente forma:
“Sé que el tema os da palo y que no es lo que os apetecería hablar conmigo, pero no puedo ni quiero dejar pasar este comentario que acabo de oír y, por tanto, hablaremos”.
- Ponemos sobre la mesa la incomodidad que la temática puede generar, pero también la necesidad de hablar de ello para poder reparar los malestares o dolores que ha causado.
- Como referentes, debemos poder poner límites que, por el bien del grupo, no se pueden cruzar y debemos saber comunicarlo.
- Cualquier oportunidad es buena para hablar sobre prejuicios, creencias e imaginarios que volcamos a la hora de expresarnos.
- Es muy importante que no nos quedemos en la prohibición del comentario, y que podamos llevar al grupo su impacto: “¿cómo os ha llegado al resto?”, “yo estoy notando incomodidad y tensión, creo que esto no es sólo mío”.
- Hablamos de la facilidad con la que pueden “escaparse” estos comentarios cuando no te atraviesan, cuando puedes permitirte soltarlos desde el privilegio, sin girarte y ver el dolor que causan.
Queremos generar proximidad y confianza, y esto no se logra desde la crítica y la reprobación
Cuando esto se aborda no podemos olvidar que lo que queremos es generar proximidad y confianza, y esto no se logra desde la crítica y la reprobación directa. Esto no sólo aplica a lo que dicen, sino también a los medios y plataformas a los que atribuimos la “mala influencia”: webs pornográficas, contenido sexual explícito en redes sociales, sexting, aplicaciones de pago, IA, etc. Nos toca bajar del estrado y entrar, desde la curiosidad y el desconocimiento, y si somos tutoras y tenemos confianza con el grupo, podemos ponerlo sobre la mesa:
“Realmente hay muchas cosas que se me escapan sobre aplicaciones como Only Fans. Cuando apareció tenía una función muy diferente a la que tiene ahora, pero tiene mucho éxito. ¿Cómo lo ha hecho para hacerse tan famosa? ¿Qué perfil de personas utiliza la aplicación? ¿Vosotros entrais? Y si es así, ¿entiendo que estáis cómodos con lo que se encuentra?”
- No es necesario hablar directamente de conceptos como pornografía, sexualización, cosificación femenina, etc. Podemos entrar desde lugares más “neutros” y, poco a poco, ir profundizando. Si partimos desde el juicio lo recibirán como una charla aleccionadora y probablemente se desmarcarán.
- Desde la pregunta abrimos un espacio mucho más horizontal con el alumnado, que le invita a que nos descubra y explique, intercambiando así, los roles educativos. Esto les permite hacerse suyo el espacio de diálogo, moderarlo y que entren en juego nuevas significaciones y referentes que nos tocará integrar a nosotros si queremos seguir creando estos espacios.
- Debemos entender que las redes sociales configuran, desde hace tiempo, nuevas formas de relacionarnos que los jóvenes han incorporado de forma fácil y orgánica. Esto no hace que sean menos válidas, simplemente se escapan en muchos sentidos, y eso nos enciende las alarmas.
Recomendamos películas donde el sexo no se enfoque ni se viva desde la artificialidad y el coitocentrismo, incorporamos referentes visuales (cómics, cortos, arte digital, etc.) que resquebrajan la mirada cisheteronormativa
Sabemos que la curiosidad y el debate son la base para identificar y desgranar creencias y discursos machistas en la sexualidad, pero no podemos quedarnos aquí. Después de escucharlas, nos toca a nosotros compartir qué es lo que nos chirría, hablar de los mensajes, expectativas y proyecciones irreales y violentas que se destilan y de las que nosotros también somos receptores. Es importante dejar claro que gran parte de la pornografía mainstream –aunque esto ya está cambiando– está hecha por personas adultas, y que la mayoría de consumidores también lo son, por tanto, no es un problema exclusivo de los jóvenes, pero sí lo es para ellos igual que para el resto de la sociedad. Y claro, si nos alentamos a hacer una crítica de ésta, nos toca estar a la altura también a la hora de aportar propuestas y recursos alternativos a los productos pornográficos que perpetúan una visión cisheteropatriarcal de la sexualidad. Os proponemos alguna reflexión de este tipo:
“Creo que muchas de las críticas hacia el porno no os vienen de nuevo y sois conscientes del impacto que puede tener a la hora de relacionarnos con otras personas. No quiero hacerme más pesada con esto, porque creo que todo el mundo, o casi todo el mundo, tiene muy claros los imaginarios machistas y violentos que se desprenden. Pero, ¿qué es lo que queremos ver entonces? ¿Qué alternativas hay a esto? ¿Vosotros tenéis alguna?”
- Las jóvenes están ya cansadas de escuchar el impacto que tiene el porno, sobre todo porque normalmente esto lleva a una revictimización y estigma de las mujeres y ya se lo saben. Hablamos con ellas de la importancia del conocimiento de los propios límites, pero sobre todo del propio deseo y placer. Pero también dejémosles claro que, si por lo que sea, en algún momento no pueden comunicar o poner estos límites, es necesario que puedan compartirlo también y sacudirse la culpa o la responsabilidad. En ocasiones buscamos el otro extremo de empoderamiento con las chicas y nos olvidamos de las barreras y exigencias sociales y estructurales.
- Hablamos con ellos de las expectativas, de la presión social entre iguales, de los mandatos de género que les obligan a estar siempre listos y dispuestos a tener sexo, del ideal de potencia y fuerza, del control y el abuso de poder como falsos imperativos de la masculinidad. Y preguntemos a dónde les lleva todo esto.
- Vamos más allá, démosles y pidámosles alternativas y recursos después del no rotundo y condenatorio de siempre. Buscamos influencers que hablen de la sexualidad desde otro sitio, recomendamos películas donde el sexo no se enfoque ni se viva desde la artificialidad y el coitocentrismo, incorporamos referentes visuales (cómics, cortos, arte digital, etc.). ) que agrieten la mirada cisheteronormativa que se muestra en el porno mainstream.
Y, con todo ello, llegamos a una de las reflexiones más importantes: el profesorado no tiene la obligación profesional ni moral de ser experto en educación sexual, pero sí de poder acompañar al alumnado en sus procesos vitales, ya que todos ellos interfieren en su día a día en el instituto. Os invitamos a cerrar filas con el resto de la comunidad educativa para intervenir, desde una perspectiva comunitaria, y sobre todo, a tener claros los servicios y entidades del territorio a las que poder pedir apoyo y asesoramiento cuando la situación nos sobrepase. Porque no llegamos a todo, pero en lo que podamos, vale la pena estar a la altura.


