En un resumido, pero certero artículo, Guillem Pujol viene de esbozar cinco escenarios poselectorales posibles tras las elecciones del 12M. Sus implicaciones tendrían efectos muy dispares sobre la política catalana y española. Según la opción que salga de las urnas nos podríamos encontrar con un refuerzo de la tendencia del régimen hacia su restauración o una recaída en la crisis.

La primera de estas dos opciones es conocida: un bipartidismo multinivel en el que tres bipartidismos (PP-PSOE, PNV-PSE y CiU-PSC) se combinarían a nivel territorial para alumbrar las alternancias del bipartidismo central (PP-PSOE con apoyos de CiU y PNV). Siendo como fue Catalunya epicentro de la crisis (15M y Procés), las elecciones del 12M pueden ser un punto de no retorno cara al futuro.

Precisemos algo más esta idea. Aunque los últimos comicios apuntan con claridad hacia la restauración, lo cierto es que todavía se encuentra más lejos de lo que parece. Un dato  clarificador: si en 2019 el bipartidismo de PSOE y PP tocó fondo con un 48,81%, y a partir de ahí inició su recuperación; en las últimas generales solo se ha recuperado hasta el 64,74%, lejos todavía del 83,81% anterior al 15M.

Asimismo, aunque la tendencia confirma la recuperación del viejo sistema de partidos, también existen excepciones donde habita la anomalía electoral de los Años Diez. Sin ir más atrás, los últimos resultados gallegos son un ejemplo de la frágil salud de hierro del régimen: un PP hegemónico, con un PSdeG en sus peores resultados históricos lastra el bipartidismo a favor del BNG, mientras Sumar y Podemos se vuelven irrelevantes. Otros datos de difícil encaje los aportan los sorpasos al PSOE de Más Madrid y Bildu, no digamos ya si este último llega al gobierno.

Cinco escenarios y una crisis

Pero volvamos sobre los escenarios de Guillem Pujol. A partir de las tendencias persistentes en las encuestas, nos propone las siguientes opciones como aquellas con más posibilidades:

  • En primer lugar, un nuevo tripartito PSC-ERC-Comuns. Muy reivindicado por Colau y Comuns, pero de recuerdo agridulce en Catalunya, tendría la ventaja de concitar un amplio consenso en todos los niveles de gobierno. Sin embargo, desbarataría la estrategia de restauración que el PSOE sostiene con brazo firme desde su último congreso: salir de la crisis devolviendo la “nueva política” donde estaba IU-ICV antes de 2011. No han faltado buenos motivos al PSOE para confiar en esta estrategia. Así lo avala la extinción de Cs y su capitalización política por Illa y el PSC.
  • En segundo lugar, el 12M también podría darse un gobierno del PSC en minoría. A la manera del actual gobierno de ERC el PSC podría llegar a presidir el ejecutivo, no sin situarse en una situación de debilidad, tal y como ha sucedido con el gobierno de Pere Aragonès. Con todo, aunque solo fuese para la investidura, este escenario requeriría de el acuerdo de al menos tres partidos para sumar 68 escaños.
  • La tercera opción, aunque hoy poco previsible en las encuestas, sería la reedición de un “gobierno procesista” (ERC+Junts con apoyo CUP). Por delante, la eventualidad de una campaña de polarización para reilusionar al electorado independentista. Logrado el indulto y con la amnistía a las puertas, el independentismo podría encontrar en el eco del ho tornarem a fer un horizonte de reactivación. A juzgar, sin embargo, por la proliferación de candidaturas escindidas (Alhora, de Ponsatí y Graupera, o Aliança per Catalunya) no parece que el momento de la regeneración haya llegado.
  • En cuarto lugar estaría la sociovergencia o acuerdo del viejo bipartidismo, PSC-Junts. Junto al primer escenario, en su día encarnado por los ejecutivos de Maragall y Montilla, este podría ser un escenario con opciones aritméticas si lograse aúnar el voto suficiente, directo o puntual, de otros partidos en la investidura. Pese a todo, existen importantes objeciones que no se resuelven en el marco estricto de la política catalana. Así se demostró en la votación de Barcelona, donde Trias no logró ser investido.
  • Last but not least, repetición de elecciones. Uno de los indicadores sintomáticos de una crisis de régimen como la vivida es la repetición de elecciones. Junto a mociones de censura, reducción de la legislatura, fragmentación partidista y otros indicadores, la repetición electoral se ha presentado como única manera de reajustar equilibrios entre opciones mutuamente irreductibles. Dado el impacto profundo de la cuestión nacional durante el Procés, la opción de volver a elecciones no es del todo descartable.

Coalición mínima vencedora y gobernanza multinivel

Los escenarios aún están muy abiertos: un porcentaje aún demasiado elevado de indecisos advierte del riesgo de hacer pronósticos. Pero a falta de un mes, comienza ya a perfilarse un escenario con más opciones. Nos referimos a alguna modalidad de pacto de legislatura o incluso de gobierno entre PSC y Junts: la sociovergencia. En lo que sigue expondremos las razones por las que consideramos el cuarto escenario como aquel con más opciones ante la campaña del 12M.

En el estudio de la formación de gobiernos, la Ciencia Política dispone de una teoría que, aunque insuficiente para casos con la complejidad de una crisis de régimen, bien podría ser clarificadora en estos momentos. Partamos de tres supuestos:

El primero sería que, a diferencia de Galiza y Euskadi, el 12M encaja en la serie de elecciones que podríamos calificar “de restauración”. Exhausto por el Procés, el electorado catalán ya demostró en las elecciones de 2021 una deserción masiva. En solo cuatro años se pasó del máximo histórico de participación (81,94% en 2017) al mínimo (53,54% en 2021). Este hecho tendría un efecto concreto en la pérdida de la mayoría independentista, toda vez que su electorado sería el que mayor desgaste motivacional ha experimentado.

Una segunda premisa, derivada de la anterior, sería una dinámica electoral que reforzaría la tendencia a la restauración en el sistema de partidos prefigurado por el bipartidismo multinivel. Esto no presupone que sea un bipartidismo particular el que sea restituido. Antes que un bipartidismo concreto es el bipartidismo en sí lo que es favorecido por el régimen.

Tercer supuesto sería el que es propio de la hipótesis de la “coalición mínima vencedora” (minimal winning coalition). Básicamente, viene a considerar cada partido un actor racional que se comporta como un sujeto calculador que aspira a maximizar beneficios al menor coste posible. En la práctica esto supone que si se puede alcanzar la mitad más uno de los escaños entre dos partidos lo más próximos ideológicamente, ese será el gobierno que se forme (la totalidad del poder entre solo dos con un menor coste ideológico). De haber sido otro el contexto, Trías sería alcalde (justo la mitad más uno con dos partidos colindantes en el espectro ideológico).

Pero aquí es donde la cosa se vuelve más compleja e interesante; explicando, por ejemplo, la caída de presupuestos en Barcelona, la Generalitat y el Estado. Y es que la formación de gobiernos no tiene lugar en un vacío, sino en una secuencia histórica para la que es importante que cada actor atine sus cálculos. Hasta ahí alcanza el reino de la matemática en la ciencia y comienza el maquiaveliano arte de la política.

Sea como sea, la probada habilidad de Sánchez y su partido al respecto (he ahí el adelanto al 23J) persigue una estrategia en el tiempo que comprende todos los niveles de gobierno. Una vez recuperada la centralidad por los errores de Iglesias y Podemos al no haber facilitado el gobierno de PSOE y Cs en 2016, Sánchez ha venido reconstruyendo de manera inteligente y laboriosa, el horizonte de la restauración. El error suicidario del procesismo al optar por la DUI en lugar de favorecer la ola de movilizaciones tuvo un efecto similar al de Podemos al liquidar la hipótesis populista.

Por si fuera poco, a los errores ajenos, el PSOE añadió el favor del diseño del régimen, tendente a favorecer el consevadurismo institucional de los socialistas. A diferencia del PP, incapaz de reunificar la derecha, el PSOE se ha visto premiado por ocupar la centralidad del tablero. Si en 2021 Illa se vio beneficiado por el colapso independentista, en 2023 Collboni fue agraciado por el error de Trias al intentar una investidura con ERC aritméticamente inviable a pesar de tener la mitad justa con el PSC.

En su aplicación diacrónica y multinivel, la teoría de juegos establece el tit for tat, esto es, la ley del que la hace la paga. Collboni hizo pagar a Trias su error y dejó al margen la posición de Colau, limitada a la centralidad de la izquierda. En sí mismo esto es un error ideológico que ahora vuelven a reiterar como si las mayorías de investidura fuesen idénticas a las de gobierno. Al adelantar las generales, Sánchez generó la estructura de oportunidad que benefició la decisión de Collboni.

Conscientes del carácter “presidencialista” del gobierno municipal, los socialistas amarraron con BComú y PP la elección del alcalde, posible por el error de Trias y ERC al pactar. En la inestabilidad de los alineamientos que generó el resultado del 23J al otorgar a Junts la llave en el Congreso, ERC vio como paso a paso el egregor convergent se recomponía gracias a la amnistía que confería a Junts el protagonismo. Lejos de tensionar con el PP y Vox, ERC fue incapaz de liderar Catalunya y malbarató el que en su día había sido un buen movimiento táctico: gobernar en solitario y ocupar la centralidad con tres consejeros procedentes de sus fronteras (Campuzano de CDC, Nadal de PSC y Ubasart de Comuns). Ante esta agonía, Aragonès jugó la baza de imitar a Sánchez  y adelantó elecciones.

Un cleavage, dos bipartidismos

En juego está la restauración. Esta requiere que Junts vuelva al consenso constitucional. Hasta ahora, quienes lo han intentado han sido penalizados por un electorado que, aunque menguante, dispone de capacidad de veto. En estas horas bajas para el independentismo, el régimen se regenera. Pero para esto necesita que resucite el egregor convergent y se extinga el egregor procesista. No será ahora, pero podría serlo más adelante… con la ayuda del PSC.

He ahí la clave de esta campaña electoral y de su posterior escenario. Su prolegómeno: las elecciones vascas. El PSE tiene en su mano decidir el gobierno vasco. A los socialistas les interesa recuperar la posición de alternante bipartidista, por lo que Bildu les es más problemático. Además, si inviste al PNV, la concurrencia en Madrid de los bipartidismos nacionalistas vasco (Bildu-PNV) y catalán (ERC-Junts) por ocupar el lugar que antaño estaba reservado a los de centroderecha seguirá en manos de Sánchez, que podrá renegociar presupuestos hacia la derecha sin ver crecer a más sus izquierdas y con la seguridad de que PP y Vox seguirán en su uninacionalismo excluyente.

Así las cosas, Sánchez se juega en Catalunya el siguiente paso de la restauración: regenerar el egregor convergent y devolver a ERC y el independentismo a su esquina subalterna en el tablero junto a Sumar. Se trata de operar sobre la “línea de fractura” (cleavage) que estructura el eje nacional la restauración del bipartidismo del 78 en Catalunya: centroizquierda de referente español, centroderecha nacionalista catalán.

Ante esto ERC no ha querido jugar la baza del bipartidismo opuesto: centroizquierda independentista, centroderecha de referente español. Por si fuera poco, el anuncio de la eventual retirada de Puigdemont en caso de no situar a Junts en el liderazgo de la oposición a Illa, supondría en todo caso un éxito más para Sánchez. Ante la falta de inteligencia política de sus adversarios, la fortuna sonríe al Maquiavelo de la Moncloa.

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