Necesidad y oportunidad ante el cambio climático

Un grupo de mujeres suizas organizadas demandaron a su país ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos producto de las consecuencias que tienen para su salud las olas de calor “cada vez más frecuentes e intensas” que padece el país helvético en los últimos años. El Tribunal, en un fallo histórico, encontró que Suiza no cumplió con su deber como Estado de mitigar los efectos del cambio climático ni con su obligación de implementar medidas suficientes para combatirlo, afectando así el derecho de su ciudadanía a la vida privada y familiar.

Esa denuncia, como la interpuesta también por varios jóvenes portugueses ante el mismo tribunal u otras que en el pasado reciente han dado lugar a sentencias de los tribunales supremos de Países Bajos, Francia o Alemania condenando a los Estados a actuar con una mayor contundencia contra el cambio climático, tienen algo en común: ponen de manifiesto la inacción o la insuficiencia de las medidas adoptadas por esos Estados para mitigar la crisis climática y abundan en la necesidad de ser más ambiciosos en la línea de los acuerdos de París, los informes del IPCC y la protección del derecho de todas las formas de vida.

Dice el Nobel de Economía Daniel Khaneman que estamos preparados para pensar antes lo urgente que lo necesario. Esta forma de pensamiento cortoplacista es una manera también de hacer política en la que impera la cuestión coyuntural sobre la estructural. Sirva como ejemplo el reciente episodio a cuenta de la implementación de las zonas de bajas emisiones y el calendario para restringir el acceso a los vehículos más contaminantes que provocó la amenaza de rebelión de los municipios más grandes del arco metropolitano de Barcelona y que tuvo como consecuencia final que la Generalitat, mediante la conselleria d’acció climàtica, ampliará los plazos de esas restricciones unos años más cuando ya se deberían estar cumpliendo.

Evidentemente tenemos un problema porque lamentablemente continuamos con una dependencia excesiva de los combustibles fósiles tanto para producir como para movernos y las quejas de los alcaldes y alcaldesas tienen su fundamento en el corto plazo. Pero es evidente que existe la necesidad de abordar medidas más contundentes para mitigar la crisis climática que vivimos y que se hace necesario más que nunca un consenso político que aborde de manera integral desde diversos ámbitos que van desde la educación hasta la economía pasando por la sanidad y las infraestructuras de país la crisis climática. Esto lo dice la comunidad científica y también, por cierto, la nueva directiva sobre la calidad del aire europea pendiente de aprobación definitiva y, ahora se añade esta sentencia del TEDH.

Eso ahora mismo no se atisba en la política actual catalana, pendiente siempre del próximo titular, de la polarización y del día a día. Esto impide ver que de esa necesidad puede nacer una oportunidad para abordar la crisis climática como una salida que nos permita construir un país puntero en la lucha contra el cambio climático saliendo de las lógicas de partido. Es imprescindible que desde la política se llegue a un acuerdo de país para una transformación que permita construir una alternativa a los combustibles fósiles que sea capaz de transformar nuestro tejido productivo ofreciendo un modelo de sociedad saludable y próspero. 

Eso pasa por grandes acuerdos que impliquen a todas las administraciones y al sector privado para desarrollar grandes inversiones, por ejemplo, en el ámbito del transporte público, con el desarrollo y ampliación de la industria productora,  el transporte compartido en la línea del car-sharing, la moto compartida o las bicicletas, desarrollando el campo de la producción e instalación de energías renovables y en sectores tecnológicos que tienen un amplio campo de mejora como el de la robótica, los chips y en el campo de la economía circular para reducir al máximo los residuos que generamos a la vez que producimos valor añadido.

Transitar hacia una sociedad que se sienta orgullosa de su biodiversidad, de su paisaje, de su naturaleza y que haga bandera de ser una sociedad que hace de la transición ecológica y descarbonización su eje troncal premiando, por ejemplo, la innovación y la reducción de la huella de carbono de las empresa a la vez que aumentamos el precio de la contaminación en todas sus formas, desarrollando con todos nuestros esfuerzos alternativas que permitan caminar hacia este nuevo modelo sin procrastinar en el mientras tanto. Porque si no se sientan las bases de manera decidida, nunca se podrán abordar los cambios necesarios y siempre estaremos posponiendo lo necesario para dar lugar a lo urgente, es decir, el día a día.

Llegará un día que no habrá marcha atrás y no queda mucho para ello, por lo que entender la lucha contra la crisis climática como una cuestión ideológica es un error. No hacer el ejercicio de pedagogía necesario, por un lado, y las transformaciones necesarias por el otro, es abrir la puerta al desastre y alimentar el discurso de la ultraderecha a la vez que no se aprovecha la oportunidad que aparece delante nuestro. Esa lucha tiene que trascender el interés concreto de los partidos porque ya cuesta miles de millones en pérdidas y miles de vidas como las que vemos en las olas de calor que cada año son más salvajes o en los incendios que cada año son más agresivos y provocan más daños y muertes.

Los partidos políticos junto con la sociedad civil deberíamos conjurarnos para abordar este problema que ya es urgente además de necesario, que debería ser una prioridad por encima de muchas otras cuestiones accesorias o coyunturales y alejarlo de la disputa política para crecer como país, ser referencia en el mundo y contribuir con nuestro ejemplo a que otros países avancen junto a nosotros para evitar el desastre que se avecina y del que cada vez vemos más signos como la sequías, los incendios, los litorales destruidos o las olas de calor.