Últimamente nos hemos hecho eco de diferentes propuestas de retorno de jóvenes que han migrado solos y se encuentran en situación de desamparo, a sus países de origen. Hablaban de diferentes formatos, como el proyecto Al Amal, que entre sus objetivos contempla el «retorno voluntario» y que nos recuerda una copia del ya fracasado Catalunya – Magreb, o las palabras del teniente de Alcalde Albert Batlle que habla de retorno “asistido” para los niños que se encuentren en situación de calle. Todo esto no es nada nuevo, y nos muestra que los niños no son bienvenidos, que prima su visión de extranjeros en situación irregular, a la de menores en desamparo a los que hay que proteger. Que tenemos una lectura inversa en la que vemos “niños peligrosos” cuando son niños en peligro.
En marzo de 2012 el Gobierno de Catalunya decidió clausurar el Programa, dejando en la calle y sin finalizar sus estudios, a cerca de 170 alumnos, y desatendidas cerca de 700 familias de los barrios más precarios de la ciudad de Tánger. Fueron despedidas cerca de 25 personas profesionales de Marruecos, formadas por el Programa y que cumplían niveles deontológicos visados por el proyecto europeo. El Consejero Josep Cleries dio órdenes explícitas para finalizar las acciones antes del día 30 de junio de 2012.
A fecha de abril de 2015, el Ministerio de Juventud de Marruecos, ante la inasistencia de la parte catalana, ocupó las oficinas y trasladó la documentación y equipamientos a un almacén. La propia Consejería constató el “fracaso del programa”. Nunca se ha hecho ninguna auditoría ni rendición de cuentas sobre qué pasó con el dinero público destinado. Actualmente, se está gestando y se quiere poner en marcha el mismo programa que no funcionó, con los mismos objetivos bajo otro nombre: Proyecto Al Amal.
Si somos más mal pensados y el objetivo oculto es que no vengan a Catalunya o que no ocupen plazas en los centros de menores, podríamos decir que en parte se logró, ya que cualquier programa de retorno provoca pánico en los chicos y fugas masivas de los centros de chicos que quedan deambulando fuera del sistema. Como sociedad y a largo plazo es algo que no deberíamos permitir.
La situación actual es mucho más preocupante que la de 2005, por la precariedad de la mayoría de los recursos residenciales, la falta de formación de algunos profesionales que están atendiendo en los centros, el aumento de chicos en situación de desamparo y las ratios en los centros de acogida y de atención integral. Que hace prever una catástrofe en materia de derechos humanos y de protección de la infancia si se inician programas de retorno. Esto sin entrar en el sistema legal, ya que muchos retornos se hicieron sin garantías y sin cumplir la legalidad, lo que incidió en la parada de este tipo de programas en Catalunya y Madrid.
Falta intentar ponernos en la piel de los adolescentes y también ver qué trato daríamos a estos chicos si fueran catalanes. ¿Quién velaría por la idoneidad y capacidad de estas familias para hacerse cargo del chico? Una vez el chico fuera devuelto, ¿quién garantizaría que la familia cumple su papel protector? Como ocurriría con un chico de territorio devuelto a la familia. Los medios de comunicación nos bombardean con una imagen de saturación, de chicos peligrosos, cuando con datos del Ministerio del interior del 2019, publicados por ACCEM, los menores migrados sólo suponen un 0’2% de la población nacional, y lejos de saturar el sistema de protección al menor, han puesto en evidencia un sistema que ya estaba en quiebra, y que debe preocuparnos porque los jóvenes son el futuro y porque como decía Tessier, “abandonar a niños en la calle es como colocar bombas de efecto retardado en el corazón de las ciudades”.
Actualmente se está haciendo una instrumentalización preocupante de la cooperación internacional, que pasa por utilizar la cooperación en arias como el control de los flujos migratorios, y sin una transparencia en su gestión y resultados.