Recientemente ha trascendido a los medios que una chica ha denunciado una amenaza de violación por parte de un grupo de hombres llamado “Violadores del Fitness”. Entre otros, en el grupo de WhattsApp se corean unos a otros: “¿Cual es nuestro oficio? VIOLAR “y otro le responde:” Violar violar”.

Los integrantes del grupo han sido identificados rápidamente por los medios de comunicación como ‘la nueva manada’. Pero no son la nueva manada. Lo realmente perturbador es que son chicos normales. Tan normales como nuestra pareja, el tío que nos vende el pan, los que nos encontramos en el gimnasio y se miran los músculos mientras alzan hierros o aquel chico tan simpático que conocimos anteayer tomando una copa en un concierto.

Pongamos datos: en España, se cometen al menos 3 delitos contra la libertad sexual cada día, uno cada ocho horas. Estos son los casos que conocemos pero la cifra oculta sigue siendo altísima, situándose al borde del 70%. Dicho de otro modo, muy probablemente cada día al menos tres hombres cometen un delito contra la libertad sexual, ya que es un delito perpetrado mayoritariamente por hombres. Cerca del 85% de los agresores conocían las mujeres que agredieron antes de violarlas y cerca de la mitad eran sus parejas sentimentales. Así pues, la gran mayoría de agresiones son perpetradas sin altas dosis de violencia (por si fuera poco violenta la violencia sexual en sí).

En el último año pero, sólo dos casos paradigmáticos han ocupado el centro del debate mediático, cientos de páginas y minutos en los medios de comunicación. En común tienen varias cosas: el foco de duda sobre la víctima y la manera en que se la ha revictimizado; tanto por cómo debería haber actuado en el momento de la agresión, cómo después.

Primero fue el caso conocido como ‘la Manada’, a raíz de la violación en grupo de una mujer joven en un portal en el marco de los Sanfermines en el que cinco hombres (dos de ellos guardias civiles y un militar) la introdujeron en un portal para agredirla sexualmente en grupo, tal y como ya habían planificado; con posterioridad, difundieron imágenes y mensajes como “aquí follándonos a una entre cinco”, “puta pasada de viaje”. En ningún momento ninguno de los otros miembros del grupo mostró ningún tipo de desaprobación de aquellas conductas sino que coreaban la hazaña de sus amigos. Esta era su normalidad, su concepción del sexo. Además, no era la primera vez que lo hacían. Algunos de los miembros, habían sido ya denunciados por una joven andaluza que había sido drogada y agredida sexualmente en el vehículo de uno de los agresores. También había imágenes e intercambios de mensajes en el grupo de la Manada.

Tiempo después conocimos el asesinato de Diana Quer a manos del Chicle. En las últimas comunicaciones de Diana a una amiga, se podían leer mensajes: “estoy acojonada”, “me ha dicho morena, ven aquí”. El Chicle sin embargo, no era la primera vez que agredía sexualmente a una mujer. Su cuñada -melliza de su esposa- lo denunció por haberla violado años atrás. Tras violarla le advirtió que la mataría a ella y a su familia si le decía a alguien lo sucedido. Nadie la creyó y la denuncia se acabó archivando certificando el pacto de silencio e impunidad sobre los agresores.

Apartemos pero, un momento, el foco de las víctimas y pongámoslo sobre los agresores: ¿qué tienen en común? Son capaces de dejar rastro por escrito, grabaciones en audio o vídeo que refuerzan su rol y estatus dentro del grupo. No sólo no tienen miedo de las posibles consecuencias penales y de las altas penas de prisión ya que conocen los altos índices de impunidad sino que, además, saben que no habrá reprobación social. A la inversa, en algunos entornos, ser un agresor refuerza la posición dentro del grupo ya que están cumpliendo con lo que se espera de un macho alfa, el tipo de hombre reconocido que quieren ser.

Lejos de ser una excepción, las violencias sexuales se encuentran completamente normalizadas en forma de bromas, comentarios, imágenes, ideación sobre la sexualidad, obtención de placer pero, sobre todo, obtención de poder y jerarquía. Los hombres agresores saben que para inflingir dolor y sufrimiento en las mujeres la mejor manera es agredir sexualmente. Es por ello, que podríamos hablar de una violencia sexuada, una violencia que de manera específica es elegido por los hombres por agredir a mujeres. Aquí el núcleo central de la acción es la violencia y sexual es un método. La sexualidad y el ánimo libidinoso se encuentran lejos de las características criminógenas del delito el núcleo del placer que se encuentra en el poder.

A pesar de ello, tanto los medios como la sociedad ha demonizado estos hombres por lo que hicieron. Y, efectivamente, lo que hicieron no sólo es deplorable sino que es un delito gravísimo y merecen la sanción penal y social. Pero no son tan diferentes del resto, eran chicos normales; aquí nace nuestro miedo.

Volvamos a los violadores fitness. Estos chicos normales decían: “Y para reventarle la vagina a pollazos, en plan muy basto y dejarla medio muerta dando espasmos”. “Y si nos marcamos una manada?”. Como sus predecesores de la Manada, como el Chicle deben tener una vida normalizada, trabajo, amigos, vínculos sociales de múltiples espacios e, incluso, acceso normalizado (o no) al sexo a través de las parejas que cada uno de ellos tenían y que no levantan ninguna sospecha en su día a día.

La ideación de las mujeres como un territorio de violencia, como un espacio de guerra en el que un hombre puede hacer lo que le plazca es más común de lo que hubiera podido parecer. Por eso mismo, debemos destruir la concepción de hombres terriblemente malos y entender que el vecino-que-siempre-saludaba puede ser también el vecino-que-viola-la-su-pareja al otro lado de la pared. Hasta que no imaginamos los violadores y los femicidios como hombres ‘normales’ que no podremos afrontar este tipo de violencias y, además, desprotegido a las mujeres lanzando el mensaje de estar prevenidas sólo ante situaciones estereotipadas.

Los chicos normales pueden ser los chicos peligrosos y los chicos normales que están en todas partes.

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No hi ha comentaris

  1. Neftali Tejo Alea on

    Dejad de trabajar para el sionismo que son vuestros jefes y si quereis un racista ideal,a alguien ejemplo de no respetar lo derechos humanos esos son los sionistas que quieren todo tipo de guerras de goyin,guerra de sexos,de nacionalidades,destruccion de psique y la moral goyin,guerra de razas,de religiones,guerra de identidad….pero de multiculturalidad en Israel,o convivencia de religiones o de igual entre sexos o de proselitismo para ellos no,para los sionistas NO, que se destruye la identidad judía.Dejad de traicionar a los vuestros y hacer el trabajo al sionismo o es el dinero lo unico que os importa,del honor,la lealtad,el patriotismo entre los vuestros os importa una mierda o sois muy inocentes sin malicia que no os dais cuenta que se rien de vosotros y destruiros

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