“No soy una etiqueta, me llamo Òscar” o “La educación no es una competición” son algunas de las consignas que Òscar, alumno del instituto Las Aimerigues de Terrassa escribió en la portada y contraportada de sus pruebas externas de evaluación de la ESO. Bajo el hashtag #Incompetències18, en referencia a las competencias básicas que se examinan en estas pruebas, las redes sociales recogen ya varias muestras de exámenes que han sido boicoteados del mismo modo.
Ya hace años que sindicatos de estudiantes como el SEPC o asambleas de estudiantes como la del instituto Las Aimerigues llaman a la desobediencia ante estas pruebas, pero este es “el primer año que organizamos una campaña como esta”, asegura Mercè Tarès, portavoz nacional del Sindicat d’Estudiants dels Països Catalans (SEPC). Así, Oriol, miembro de la asamblea de estudiantes de su instituto, explica que tenían pensado hacer “alguna acción pero cuando nos enteramos del boicot nacional, nos pusimos en contacto con el SEPC para que nos hiciera llegar pegatinas para poner en las portadas de los exámenes”.
El objetivo de la acción era denunciar que “estos exámenes nos tratan como números, no como personas. Nos valoran como un producto y evalúan un nivel de educación que no tiene en cuenta la formación crítica que pedimos muchos estudiantes”, argumenta Oriol. Esta crítica rae, entre otros cosas, en que no se evalúan asignaturas relacionadas con las ciencias sociales: “si quitan la filosofía e incorporan tecnología es porque están dando importancia a un modelo de joven destinado a un determinado lugar de trabajo”, argumenta Tarès, quien critica que “se elimine la música de la ESO para introducir asignaturas de economía y empresa”.
En el caso de este instituto de Terrassa secundaron la acción unos 25 alumnos de un grueso de 80. Respecto a las cifras totales, Tarès asegura que todavía las están recopilando, aunque “el número final no será representativo, porque hay centros que han hecho boicot por su parte y otros en los que las estudiantes han sido coaccionadas para realizar el examen”.
El hecho de desplazar las humanidades de las competencias básicas para Ramón Font, portavoz del Sindicato de la Enseñanza USTEC, es un “desastre pedagógico. Dejar de lado asignaturas que fomentan el pensamiento crítico genera un modelo que instala un sistema operativo a los jóvenes que los prepara para que cualquier empresa los programe cómo quieran. Los estamos lanzando directamente al mercado”.
Según el SEPC, estas pruebas, además, generan “un sentimiento de competitividad entre los alumnos y los centros”. Los resultados de las pruebas, que se centralizan en el Departament de Ensenyament, no son públicos y sólo se transmiten a cada centro para comunicarles su posicionamiento respeto la media escolar catalana y hacerles ver cuáles son sus carencias y puntos débiles a nivel pedagógico. Aún así, según Font, “no hace falta que los datos sean públicos para que la gente los sepa”.
El portavoz de USTEC asegura que el problema no son los rànkings, sino que “el sistema educativo se ha teñido de una competitividad que hace que las escuelas compitan entre ellas y entrenen los alumnos para superar las cifras del resto”. Por este motivo, Font asegura que USTEC apoya el llamamiento a la movilización y al boicot a estas pruebas y asegura que “estas muestras de desobediencia denotan un pensamiento crítico y un respeto por los valores colectivos que sí que tendrían que formar parte de las competencias básicas de la ESO”.


Catalunya Plural, 2024 