Año tras año, cuando se acerca la primavera, muchas familias, como el clima, se revolucionan. Llega el momento clave de un proceso que en muchos hogares lleva gestándose durante meses: la matriculación de las criaturas en un colegio. Son muchos los factores que se tienen en cuenta y, a priori, de manera racional: la proximidad del centro, las instalaciones, que el modelo educativo sea coherente con los principios de la familia, los amigos y los hermanos…
Pero, independientemente de cómo de bueno sea el proyecto, a veces hay escuelas que son invisibles. Centros que, cuando abren sus puertas para que las familias los conozcan, no son visitados porque “los prejuicios pesan más de lo que creemos y de lo que querríamos reconocer”, explica Núria Gómez, madre de la Escuela Ponent de Granollers. Esta escuela es una de las invisibles. Núria tuvo que matricular a su criatura el curso pasado y relata que las otras familias a las que, como ella, la Escuela Ponent les había sido sugerida “de entrada no la consideraban”. ¿Por qué? “Porque el 90% de su alumnado es migrante”, afirma.
Núria se queja de que la gente se vuelve “muy conservadora cuando busca escuela” y explica que las famílias están deseando que otros padres y madres se acerquen a la escuela para conocerla y eliminar los prejuicios infundados que puedan tener, ya que Ponent es un centro muy tranquilo, con un buen proyecto educativo pero que nadie visita. “Nos dicen que es porque en la puerta esperan padres negros y mujeres con velo”. Mujeres como Maryeme, que vino de Marruecos hace diez años y fue a parar a Granollers, donde nacieron sus dos hijas. Maryeme hace seis años que está en la escuela Ponent, cuatro como miembro de la AMPA y este año se estrena como presidenta.
“Como madre vi que hacía falta que participara en la escuela, porque todas las familias tienen derecho a hacerlo y todas las escuelas tienen el derecho a ser visibles”, opina Maryeme. Y con este objetivo, la escuela y la AMPA empezaron a organizarse el año pasado, poco antes de las matriculaciones, para “abrir la escuela al barrio, estar presentes en las asociaciones de vecinos, participar de todas las actividades posibles del Ayuntamiento y publicitar las puertas abiertas, pero es muy difícil que la gente venga”, afirma Montserrat Altimires, directora de la escuela.
Así, fueron premiados por la FaPaC por un proyecto sobre el catalán como herramienta de inclusión y han sido escogidos por la Fundación Jaume Bofill para participar del proyecto Biblio(R)evolución. Pero aún así el problema “no lo tiene la escuela, sino la sociedad”, afirma Maryeme quién se queja de ver y vivir repetidamente que la gente “es tan racista que no quiere que sus hijos se relacionen con gente de otras culturas y así lo único que hacen es perjudicarlos porque les alejan de la diversidad del mundo”.
Diversidad: sí, pero siempre que se dinamice
Granollers es una ciudad muy heterogénea, pero “no es diferente al resto de Cataluña”, afirma Núria. Esta ciudad cuenta con 12.000 personas residentes de origen migrado, un total del 20%. De estas, alrededor de 1.500 están en edad de escolarización. Por lo tanto, en un espacio como Granollers, donde “no hay una destacada segregación de la vivienda, no es nada representativo que en la Escuela Ponent tengamos un porcentaje de niños migrantes tan alto”. Así, Altimires se lamenta que esto sea así sólo porque los padres “no quieren traer a las criaturas a un centro donde se piensan que serán los únicos que hablarán catalán” y se sorprende de “la fuerte barrera que supone un simple velo”.
El objetivo de la campaña de la escuela es, pues, “equilibrar el origen de los niños que estudian en ella porque la diversidad es buena siempre que se dinamice”, opina Núria. De lo contrario, un centro escolar se puede convertir en un gueto que acabe discriminando las minorías “sean del origen que sean”, asegura Núria. Así, esta escuela se enfrenta a un problema que es como un pez que se muerde la cola: muchas de las plazas de la escuela, en vista que no son ocupadas por familias del barrio, se llenan con niños de las afueras de Canovelles, a quienes les queda más cerca la Escuela Ponent que las otras de su ciudad. Muchos de ellos son migrantes, hecho que aumenta los prejuicios. “Es triste, porque los niños no tienen ningún tipo de problema, todas las discriminaciones vienen de los adultos, muchos de los cuales prefieren coger el coche cada mañana y llevar a los hijos a una escuela de fuera del barrio antes de ver gente con un color de piel distinto”, sentencia Altimires.
Las familias de la escuela, como la de Maryeme y Núria, tienen claro que este trabajo que están haciendo por visibilitzar su centro es también una tarea para mejorar la ciudad. “No es fácil marcharte de tu país y sentirte maltratado en tu ciudad. Por eso queremos crear un clima de igualdad”, afirma Maryeme. Por otro lado, su compañera se muestra convencida que se encuentran ante un reto difícil porque esto pasa por “romper los tabúes y prejuicios de nuestros vecinos y estamos viendo que esto no es fácil”, se lamenta.


Catalunya Plural, 2024 