En 2011 la plaza del Sol en pleno 15M pitaba masivamente contra la pancarta que clamaba “La revolución será feminista o no será”. Hace pocos días, Inés Arrimadas asumía el término feminista como propio. Siete años y una lucha incesante del movimiento feminista separan estos dos hechos. Hoy tener como carta de presentación el ser la Regidora de Feminismos y LGTBI de Barcelona ya no se ve como una cuestión menor, sino que se entiende como una herramienta con un potencial político enorme. Sin embargo, este cambio puede interpretarse de diferentes maneras.

Con mayor optimismo lo podemos entender como la expansión del consenso sobre la transformación social propuesta desde el feminismo; sin tanta euforia, asumiríamos que se ha avanzado en la comprensión de su perspectiva transversal y en la legitimidad de incluirlo en la agenda pública. Desde una perspectiva más pesimista, lo podemos percibir como un discurso de moda que no llega a cuestionar o transformar la realidad. El alcance real del cambio dependerá de múltiples factores pero es indudable que también se trata de una decisión política que se traslada a la gestión de gobierno, en el nivel competencial que sea.

Desde el gobierno municipal de Barcelona nos atrevemos a hablar de transformación en el marco de un proceso de dos años y medio en el que hemos apostado por el devenir feminista de la institución. Las instituciones no sólo no son neutras, sino que a menudo son instrumentos muy potentes de reproducción de las desigualdades. Impulsar un cambio institucional, ese devenir feminista de las instituciones, implica una transformación de las propias prácticas y de la cultura política y organizativa de la administración: es un devenir de la priorización de las políticas (el contenido) y de la manera de hacerlas (las formas).

Ahora mismo el potencial transversal de esta perspectiva se concreta en un abanico de políticas que van desde la lucha contra la precariedad, la lgtbifobia o las violencias machistas hasta el repensar la movilidad, el urbanismo o la vivienda desde una mirada de género. Las políticas feministas han dejado de ser, por tanto, una política residual y secundaria, para convertirse en uno de los ejes principales del gobierno de Barcelona. La transversalidad de género, en la práctica, ha consistido precisamente en convertir nuestros objetivos “sectoriales” en objetivos estratégicos en cada una de las áreas municipales, los distritos e incluso de aquellos sectores sobre los que tenemos incidencia, más allá de la estructura administrativa.

Esto, para entendernos, implica ponerle las gafas moradas a todos los rincones del ayuntamiento y poner en marcha un proceso de revisión de procesos y rutinas institucionales que incorporen la igualdad como requisito. Por ejemplo, la preparación de los presupuestos, la formación de personal técnico o la elaboración de las cláusulas de contratación pública que se traduce en unos presupuestos que tengan en cuenta cómo operan los roles de género en la sociedad a la hora de distribuir o incorporar recursos, o en unas normas de contratación pública que busquen cómo combatir la brecha salarial, el acoso sexual o la discriminación por razón de sexo, género u orientación sexual. Si no incorporamos esta mirada, los mecanismos administrativos ordinarios pueden ser herramientas muy potentes para seguir reproduciendo las desigualdades de género.

Desde la política municipal, frenar y revertir una brecha salarial del 21,8 % en la ciudad de Barcelona implica tomar medidas como apoyar a los sectores donde las mujeres están más presentes con empleos de calidad, brindar oportunidades formativas, fortalecer las redes de mujeres autoorganizadas o apoyar a las empresas responsables con la igualdad de género y la corresponsabilidad. Es por eso que en estos dos años y medio hemos desarrollado medidas que avanzan contra la feminización de la pobreza, la coeducación y en el derecho a la Ciudad que implica tantos otros derechos – culturales, participativos, de salud, seguridad o de vivienda- con acciones dirigidas por ejemplo a garantizar una programación cultural paritaria, apoyando a lo creadoras jóvenes, reconociendo la aportación de las mujeres a la historia y la memoria colectiva de nuestra ciudad. También hemos apostado por la red de escuelas por la igualdad, con una estrategia coordinada de prevención del sexismo y hemos desarrollado los primeros pasos hacia una economía de los cuidados que reconozca, visibilice y revierta las desigualdades en el marco de los trabajos de cuidado, remunerados y no remunerados.

Nuestro reto es el de construir instituciones que sean capaces de absorver lo mejor de la cultura política propia del feminismo. Porque es ahí donde hemos aprendido que la forma en la hacemos las cosas cambia el resultado que obtenemos. El feminismo es la mirada que permite ver el mundo con los ojos de quienes siempre se han quedado en los márgenes y desde el municipalismo se traduce en la capacidad de incorporar a toda la ciudadanía en su forma de hacer política. El devenir feminista de las instituciones no es otra cosa que la democratización de la mirada con la que se ha hecho política hasta ahora.

Share.

Tinenta d’Alcaldia de Drets Socials, Justícia Global, Feminismes i LGTBI a l’Ajuntament de Barcelona.

Leave A Reply