Barcelona hierve por el móvil desde este lunes. El Mobile World Congress (MWC) llena la ciudad de americanas y corbatas, de discursos grandilocuentes sobre las últimas novedades de la telefonía. En paralelo, otro congreso, el Mobile Social Congress (tercera edición), pone en cuestión nuestra relación con dichas novedades. Este año, además, el certamen se pregunta específicamente sobre si la telefonía debe vestir exclusivamente con traje de hombre, o si hay una alternativa construida desde los feminismos.

Nuria Alonso (Barcelona, ​​1979) forma parte de la mesa sobre soberanía tecnológica y feminismos del Mobile Social Congress. Hablará con conocimiento de causa sobre ambos aspectos.

Alonso hace años que trabaja la inclusión digital con nuevas tecnologías, primero en el barrio de Sant Antoni, luego en la Mina (Sant Adrià de Besòs) y, desde hace diez años, en el Raval. En Colectic, un proyecto cooperativo sin ánimo de lucro trabaja por la autonomía y el empoderamiento de las personas y las comunidades a los ámbitos social, laboral y tecnológico. Programación, robótica y código libre, ADN de Colectic. “Podemos hackear el circuito de consumo y desecho gracias a la fabricación digital”, cita.

Alonso, licenciada en Bellas Artes pero también administradora de sistemas, quiere que las mujeres dejen de ser una rara avis dentro del mundo de las tecnologías de la información. En los talleres de Colectic –a las espaldas de Alonso descansan unos robots que se pondrán en funcionamiento en unas horas– se cuida que haya referentes femeninos entre el profesorado. “Las mujeres usamos tecnología más allá de tener un móvil que haga fotos de nuestros hijos… Tenemos que estar empoderadas a nivel tecnológico, las chicas deben sentirse cómodos en los espacios tecnológicos. Hay que romper esta grieta de género a la hora de afrontar la tecnología”, concluye.

Trabaja para darle un uso social a las tecnologías de la información (TIC). ¿No son suficientemente sociales?

Aunque lo pueda parecer, no. Primero porque el acceso, a pesar de ser una cuestión ya bastante superada gracias a los smartphones, está sujeto a una serie de barreras económicas. Pero tener este acceso –y aquí es donde entra la segunda razón– no supone disponer de las habilidades suficientes para desenvolverse con autonomía dentro del mundo de las TIC, ya que la popularización del uso de tecnologías móviles a partir de los teléfonos inteligentes ha hecho que las personas se conviertan en meras consumidoras… el rol no es el de empoderado: consumimos lo que nos venden. Nosotros queremos impulsar una relación con las TIC del todo consciente.

¿Qué peligros esconden estas tecnologías?

Tenemos todo tipo de aparatos, aplicaciones, información dentro y fuera de la nube… Y todo pensamos que no nos cuestan nada, que acceder en muchos casos es incluso gratuito. Y no es así, ya que las empresas tienen un modelo de negocio detrás y nosotros les producimos un valor. Recibimos poco o nada de ese valor que estamos generando, al contrario, perdemos mucho más de lo que pensamos.

¿Habla de la cesión de nuestra privacidad? El ciberactivista Cory Doctorow decía que en 20 años todos nuestros problemas estarían relacionados con la nube, y que no somos conscientes de ello.

Las tecnologías tienen consecuencias sobre nuestros datos, sobre nuestra privacidad, y por tanto sobre nuestros derechos. Pero también tienen a nivel medioambiental. Y como el consumo no decrecerá, de hecho es inconsciente pensar que las personas cada vez no tenderán a acercarse más y más a las tecnologías, lo que tenemos que hacer es buscar una opción de relación ética. No hay que ceder toda nuestra información, no hay que cambiar de móvil u ordenador cada dos años, ¡porque cuando se empiezan a estropear podemos arreglarlos!

¿Como se cambia esta relación con las tecnologías?

Sobre todo de forma práctica. Visualizando los riesgos. Un ejemplo sencillo: mostrar el historial de ubicaciones a los chicos hace que vean la tecnología con otros ojos. Los jóvenes no repiensan su relación con la tecnología hasta que no ven que su historial de ubicaciones lo sabe todo de ellos. Cuando se dan cuenta como una empresa conoce todos tus movimientos, como han ido por casa, cuando han ido al lavabo. Todo queda registrado en su teléfono. Hemos dado por perdida la privacidad, vivimos la vida compartida constantemente, digitalizada. Tenemos ejemplos de personas normales y corrientes que han acabado vigiladas por las instituciones porque se hace una interpretación sesgada de su actividad digital. Al respecto debemos alertar.

Más allá de los riesgos, ¿trabajan los potenciales de estas tecnologías?

¡Claro! Estas tecnologías nos ayudan a crear discursos colectivos muy potentes. Por ejemplo a nivel de barrio nos permiten reivindicar espacios y generar relato. En el Raval lo hemos vivido. ‘¿Qué le pasa al barrio?’. Esta ya no es una pregunta que se haga desde fuera, por parte de los medios. El tejido se explica por sí mismo, y lo hace por el abaratamiento de costes de los medios digitales. Ha pasado con los narcopisos, por ejemplo.

Antes decías que el acceso universal a las nuevas tecnologías está en parte solucionado. ¿Pero, y otras técnicas más nuevas? Hacen talleres de programación o impresión 3D con jóvenes del Raval.

En un primer momento cuando hablábamos de grieta digital hablábamos de acceso, y el teléfono lo ha solucionado en parte, sí. Ahora hay un segundo nivel de exclusión, y esto son las nuevas técnicas de fabricación digital: 3D, robótica, programación. Y nosotros no queremos que este sea un motivo de exclusión extra. Aproximándose a esta fabricación de forma lúdica empezamos a introducir todo de elementos muy interesantes. Y siempre con software, o incluso hardware, libre.

Alonso es licenciada en Bellas Artes y administradora de servidores | Sonia Calvó

¿La asimilación en la vida de esta nueva fabricación digital es el futuro inmediato?

Barcelona es muy innovadora y tiene estos espacios de fabricación, pero muy vinculados a empresas e investigación. Hay escuelas que lo están introduciendo a nivel social y educativo. Está poco extendido. Pero este tipo de proyectos son de zonas altas de la ciudad, y nosotros lo queremos introducir en zonas con alto factor de riesgo de exclusión.

¿Cuáles son las potencialidades con los jóvenes de estas técnicas?

No queremos sólo que aprendan técnica, sino que les ayude también en su nivel de autoestima: estas tecnologías son nuevas oportunidad para ellos.

¿La fabricación digital les ayuda también a comprender la trazabilidad de los productos que consumen?

Así es. Estamos utilizando tecnologías, a diario, que siempre pueden tener nuevos usos. Un dispositivo que hemos dado por muerto puede tener una segunda vida con pocos conocimientos. Con la impresión 3D puedes imprimir la pieza de un coche teledirigido que se había roto, y así cualquier otra cosa. El circuito de consumo y rechazo lo podemos romper, lo podemos hackear con la fabricación digital.

Participas en el Mobile Social Congress en una mesa sobre soberanía tecnológica y feminismo. ¿Como aplican perspectiva de género en sus talleres?

Primero, intentamos siempre dar a las actividades referentes femeninos. Somos 20 trabajadores y trabajadoras y la rama educativa intentamos que no recaiga siempre sobre un educador masculino: ¡Las mujeres no somos unas patatas utilizando tecnologías! Y, por desgracia, nos toca demostrarlo a menudo. Sabemos de robótica, de programar, de editar y de lo que sea necesario. Estamos empoderadas a nivel tecnológico y esta una forma de fomentar que las chicas se sientan cómodos en los espacios tecnológicos. Hay que romper esta grieta de género a la hora de afrontar la tecnología.

Más allá del sesgo en el aula y lo que provoca, ¿las tecnologías fomentan la desigualdad de género?

Sí, para empezar el mercado tecnológico piensa que las mujeres no consumimos tecnología y está dirigido básicamente al sector masculino. Cuando es mentira, las mujeres usamos tecnología más allá de tener un móvil que haga fotos de nuestros hijos… La tecnología no es neutra, y siempre está pensada para las personas que hay detrás. Al igual que muchas tecnologías tienen una mirada racializada. Hay dispositivos de reconocimiento facial que no saben operar cuando las personas son negras, y esto es porque los parámetros siempre los elige alguien. Si estas personas no la piensan ni desarrollan teniendo en cuenta que el mundo es diverso… Mal vamos. La tecnología debe dar la posibilidad a todas las personas de verse reflejadas en ella.

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Besòs, 1990. Periodista. Ha contado historias en 'Cafèambllet', 'Sentit Crític', 'ARA', 'MondoSonoro' o 'eldiario.es', y se ha formado para ello en el Máster en Comunicación, Periodismo y Humanitades de la UAB. Miembro del colectivo de periodismo narrativo y acción social, SomAtents. Sobre todo Barcelona en 'Catalunya Plural'.

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