La semana pasada empezó con la bronca de los empresarios alemanes al presidente del Parlament y terminó con la multa de la federación inglesa de futbol a Pep Guardiola por llevar el lazo amarillo. No son episodios equiparables, porque mientras la federación se limitó a aplicar la ley, los germanos se pasaron tres pueblos, pero ambos abundan en la idea de que Europa no nos entiende. Es lo que piensan muchos catalanes. Con la derivada de una preocupante desafección hacia un proyecto que cosechó en Catalunya las adhesiones más antiguas y sinceras. ¿Qué nos pasa? ¿Cómo se explica tamaña insensibilidad?
Sí somos gente pacífica y lo único que reclamamos es el derecho a decidir, argumentan muchos soberanistas, desde su lógica. ¿Cómo es posible que los europeos miren para otro lado mientras la prisión provisional se eterniza? Parapetados en su razón y ajenos a la que puedan tener los demás, los independentistas atribuyen esta actitud a una deriva autoritaria de las sociedades europeas. Pocos se plantean que algo habremos hecho mal para llegar a tales extremos.
Porque no siempre ha sido así, ¿verdad? Hubo un tiempo en el que Catalunya gozó de enorme prestigio al otro lado de los Pirineos. Pujol recibió el premio Carlomagno en Aquisgrán, Catalunya lideraba las euro-regiones, Kohl y Mitterrand visitaban el Palau y almorzaban en el Pati dels Tarongers. ¿Qué ha pasado desde entonces? ¿Tanto ha cambiado Europa? No lo creo. La Unión Europea sigue siendo el mejor lugar del mundo para vivir en libertad, aunque esté en manos de una burocracia insufrible.
Lo que ha ocurrido es que los catalanes hemos tirado por la calle del medio. Aquella que nadie entiende. Hemos optado por una vía que asusta en Berlín y en Bruselas, donde la ley todo lo determina. Yo no estuve en el Círculo Ecuestre, pero no me extrañaría que saliera a relucir Das Gesetz. ¡La ley! Aquella que nos ampara aunque limite nuestros sueños. En Europa, saltarse las leyes trae recuerdos pardos y así no iremos a ninguna parte. Algunos se lo dijimos a Puigdemont. Dentro de la ley, todo es posible. Que los europeos nos vuelvan a querer. Incluso que asuman que Catalunya se ha ganado el derecho a vivir de otra manera dentro de España. Cambiando la ley, si hace falta.


