La Ley de Murphy suele reducirse a la banalidad de que todo es susceptible de empeorar. Pero en su primera y más completa versión reza así: «Si hay más de una forma de hacer un trabajo y una de ellas culmina en desastre, alguien lo hará de esa manera». Es exactamente lo que está ocurriendo. Hay más de una forma de afrontar el conflicto político catalán, pero sus principales actores han escogido aquella que solo puede conducir al desastre. Los unos, dejando a Catalunya sin gobierno. Los otros, pilotando una España sin rumbo, o con el rumbo que le marcan los jueces.
Para ello, necesitan convencer a sus seguidores de que no hay otra manera de encarar la crisis. De que no la hubo nunca. Simplificadas así las cosas, las estrategias se reducen a aguantar el tipo, como si esto fuera la pelea de KO. Corral. Si España no tiene remedio, ¿de qué carajo sirve que Catalunya tenga gobierno? ¿Para qué? Y si los independentistas no están por la labor, ¿de qué sirve mover ficha, hacer política? ¿Con quién?
Después de haberlos asociado a las siete plagas de Egipto, y tener a sus líderes en prisión preventiva, ¿de qué vamos a hablar? La amalgama es una de las construcciones intelectuales más perversas. Permite ordenar el mundo de manera binaria, sin matices ni tantas leches, agrupándonos todos para la lucha final. A unos les facilita poner en un mismo plano la última interlocutoria de Llarena, el penalti de la Juve, el Master de Cifuentes y el Novio de la Muerte. A otros, el lazo amarillo, la rebelión, las pláticas de Junqueras a favor de hablar y las de otros en favor de luchar. Cuando se llega a este grado de amalgama, es difícil aceptar que hay otra manera de hacer las cosas. Empezando por elegir a un presidente que pueda pisar la plaza de Sant Jaume y formar gobierno. Cuanto antes. La semana que viene si es posible.
¿Y por qué debemos ceder nosotros?, preguntan quienes se aferran a la candidatura de Puigdemont o a nuevas elecciones. Hasta aquí hemos llegado. A creer que todo pasa por la manifestación del domingo y por la movida internacional. A pensar que la incompetencia del adversario permite despreciar aquello que es el meollo de la política: el poder. Una Catalunya sin gobierno frente a una España sin rumbo. ¡Genial! Como en el famoso experimento de Murphy… alguien lo hizo de esa manera.


Catalunya Plural, 2024 