“Para que no se pueda abusar del poder hace falta que, por la disposición de las cosas, el poder detenga al poder”. Así habló el Barón de Montesquieu. Este jueves, esta máxima se trasladó a España. Para que el Partido Popular no abusara más del poder, hacía falta que lo atajara otro poder. Un poder que no estuviera fagocitado por el PP. El poder judicial. Los 350 años a 29 acusados de la trama Gürtel, los más de 30 años a Bárcenas y la implicación del PP a título lucrativo constituyen un gran día para la democracia. Ya sé que para muchos, en Catalunya, esta afirmación resulta polémica. ¿Cómo no lo va a ser cuando uno de los mantras del Procés ha sido que carecemos de justicia independiente?

A quienes sostienen que no existe división de poderes, les recomiendo que lean la sentencia. Ejemplar, en condenas y argumentos. Como el que desautoriza el patético intento de Rajoy de negar la existencia de una caja B. Y a quienes pretenden que somos una dictadura, les invito a ver las imágenes de Eduardo Zaplana entrando en la cárcel de Picassent sin fianza. El mismo día en el que al PP se le venía el mundo encima.

Ya hemos dicho aquí que algunas decisiones de Llarena son discutibles, empezando por la prisión provisional. Pero, a partir de hoy, nadie podrá atribuirlas a que la Justicia española es un juguete en manos del Gobierno. Habrá que hilar más fino y pensar que la formación de un juez, el contexto en el que vive, o los diarios que lee mientras desayuna pueden llevarle a cometer graves errores. Como ocurrió con la Manada.

Dicho esto, no me parece un buen síntoma que el poder judicial nos saque las castañas del fuego. Conviene recordar que el episodio de Mani Pulite facilitó que Italia enfermara de populismo. Si las instituciones políticas funcionaran mejor, se tendrían que haber activado cortafuegos antes de descubrir el cenagal de la corrupción.

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Periodista i escriptor

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