El trabajo infantil es toda actividad realizada por quien no tiene la edad legal para trabajar y que priva las víctimas de su niñez, de la posibilidad de garantizar el desarrollo de su potencial y de su dignidad, y que supone un perjuicio para su correcto desarrollo, puesto que interfiere o imposibilita su acceso a la educación y supone un peligro para su bienestar físico, mental o moral.

Actualmente, según datos de la OIT (2016), en el mundo todavía hay 152 millones de criaturas atrapadas en el trabajo infantil (88 millones de niños y 64 millones de niñas), es decir, casi 1 de cada 10 niños al mundo. De estos al menos 73 millones se ocupan en las peores formas de trabajo, que comportan su sumisión a situaciones de esclavitud, la separación de sus familias, la exposición a graves peligros y enfermedades, su abandono y la explotación sexual infantil. En términos de edad, casi el 50% tienen entre 5 y 11 años.

El sector agrícola reúne al 70,9% de la mano de obra infantil y el 69% desarrollan su actividad en su unidad familiar de manera gratuita. La existencia del trabajo infantil es una violación de los derechos humanos de todo el mundo que se ha exacerbado con la globalización de un modelo económico que construye su riqueza en detrimento de los derechos humanos. Reduce las oportunidades de trabajo digno de las persones adultas en cuanto que hay niños que proporcionan mano de obra alternativa y más barata, lo cual perpetúa el ciclo de la pobreza y debilita la capacidad organizativa del movimiento sindical y también su poder de negociación.

¿Cómo lo erradicamos?

En este sentido, el derecho internacional se ha dotado de las herramientas jurídicas necesarias para promover la erradicació del trabajo infantil, a través de las normas fundamentales del trabajo del OIT. También la nueva agenda internacional, para el 2030, enmarcada en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS8), sitúa en su centro la consecución del trabajo digno y el crecimiento económico para todo el mundo, y en su meta 8.7 exige que se adopten las medidas necesarias para poner fin al trabajo infantil en todas sus formas.

Ahora bien, para su impulso y desempeño, son esenciales los sindicatos, mediante la cooperación sindical, que promueve su apoderamiento, como organizaciones de la sociedad civil y con la legitimidad específica que los otorga ser la voz de las personas trabajadoras, para exigir e instar los cambios necesarios para garantizar la erradicación del trabajo infantil en el mundo.

La defensa de la libertad sindical y el aumento de la sindicación de los trabajadores y trabajadoras en el mundo permite que las personas puedan reivindicar un trabajo digno que los aporte los recursos necesarios. Como Colombia, donde la sindicación de los corteros consiguió que los niños no tuvieran que trabajar cortando caña de azúcar. La generación y el fortalecimiento de los espacios de diálogo social, por parte de las organizaciones sindicales, establecen espacios desde donde se pueden exigir oportunidades de trabajo digno para quien tiene edad legal para trabajar y ofrece un incentivo en las familias para invertir en la educación de sus hijos e hijas.

El papel de los sindicatos

Esto ha pasado en el Líbano, donde el movimiento sindical ha establecido espacios de diálogo con la Administración para garantizar que los niños que llegan al país huyendo del conflicto de Siria no acaben ocupándose en la venta ambulante que se extiende entre los barrios de Beirut o que las niñas no sean víctimas del matrimonio forzoso infantil. Los sindicatos pueden promover la negociación colectiva para establecer condiciones de trabajo dignos para las persones adultas y luchar contra la globalización del capital, a través de la promoción de una negociación colectiva “global” que evite que los niños se ocupen en las cadenas mundiales de suministros produciendo cacau, tabaco o procesando el pescado que se distribuye en todo el mundo.

También aseguran que todo el mundo tenga acceso a la protección social adecuada para evitar que las criaturas trabajen en sectores alejados de la vista pública y con más vulnerabilidad, como es el trabajo doméstico a países como Guatemala o el Líbano. El fortalecimiento del movimiento sindical también incide en una mayor capacidad para elaborar propuestas en materia legislativa y para denunciar aquellas normas que vulneran los derechos fundamentales, como son la identificación y la prohibición del trabajo infantil. Así, en Guatemala, las propuestas impulsadas desde el movimiento sindical reducen el número de niños que cosechan las bananas destinadas a la exportación en las grandes fincas.

El sindicalismo hunde sus raíces en los principios de la justicia social y la solidaridad. Es por eso que la cooperación sindical que desarrollamos desde la Fundació Pau i Solidaritat de CCOO Cataluña impulsa el sindicalismo en todo el mundo y transforma la realidad porque la explotación y el trabajo infantil sean pasado, y el trabajo digno, el único futuro. Con el trabajo infantil, tolerancia cero.

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Directora de la Fundació Pau i Solidaritat

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