En las próximas horas el ex vicepresidente de la Generalitat, Oriol Junqueras, el ex conseller Raül Romeva, el ex presidente de la ANC, Jordi Sánchez, el presidente de Òmnium, Jordi Cuixart, la ex consellera Dolors Bassa y la ex presidenta del Parlamento, Carme Forcadell, entrarán en prisiones catalanas. La decisión señala el camino que Pedro Sánchez quiere recurrir respecto al independentismo en Cataluña: desactivar la falsa polarización entre independentistas y unionistas como si fueran los únicos dos bloques con que los catalanes se pueden identificar.

El traslado a cárceles catalanas de seis de los nueve políticos presos (o presos políticos) contradice a quienes han traducido los gestos de Pedro Sánchez hacia Cataluña como “postureig” (postureo). El círculo de confianza de Sánchez tiene claro que para mantenerse en el poder debe centrarse en dos estrategias: políticas sociales claramente progresistas y desactivar el conflicto en Cataluña, que es desactivar muchas otras cosas, como el ascenso de Ciudadanos.

Sánchez centra su estrategia respecto a Cataluña a recuperar el “diálogo”. Así lo ha expresado repetidamente y por ello se reunirá con el presidente Quim Torra el 9 de julio. Ni siquiera la actuación de Torra hace unos días en Washington ante el embajador –criticada por Sánchez porque no ayuda a este “diálogo”– hará cambiar el guión del presidente español sobre el conflicto en Cataluña.

El diálogo que quiere Pedro Sánchez no es sólo con el independentismo y los constitucionalistas, sino también pasa por incorporar las terceras vías. Esto no sólo es así porque esta es la Cataluña mayoritaria –la que enseñan todas las encuestas y la realidad política plural que hay en el Parlamento de Cataluña– también porque este falso eje único “independentistas versus unionistas” (y viceversa) ha dejado huérfanos de referentes políticos a muchos catalanes alimentando los posicionamientos de los extremos. La victoria, con un millón de votos, de Ciudadanos en las últimas elecciones catalanas se entiende en este contexto de los últimos años.

El diálogo entre el independentismo y el Gobierno de Pedro Sánchez no parece fácil. Especialmente, en el caso del independentismo de una cierta derecha, instalado curiosamente en la misma lógica y estrategia de la CUP: la desobediencia. Pero, Pedro Sánchez necesita este diálogo porque si gana las próximas elecciones deberá sacar adelante la reforma de la Constitución, que es la única vía posible para que caiga el apoyo a una república catalana e intentar así contener el soberanismo.

La apuesta de Junqueras y otros dirigentes de ERC es clara: ahora ya no tenemos prisa. El fin de semana lo vimos con la carta de Oriol Junqueras, que era una crítica abierta –aunque no explícitamente a sectores del PDCat, a JxCat de Carles Puigdemont y a la CUP–: la vía unilateral y la estrategia del ruido no ayuda precisamente a ensanchar la base social del soberanismo para superar al menos la barrera del 50% de los catalanes.

La carta en la convención política de ERC –leída por Gabriel Rufián– es también un mensaje dirigido a Quim Torra antes de que se reúna con Pedro Sánchez. La carta del presidente de ERC es un aviso para los actores del processisme más gesticulantes, entre ellos Quim Torra y Carles Puigdemont. El extenso sector social que en Cataluña representan los autonomistas federalistas y los confederalistes, situados en la izquierda ideológica, identifican los dos presidentes en la esfera de la derecha menos socialdemócrata y más neoliberal de la antigua CiU.

La reunión del próximo lunes en La Moncloa se celebra cuando ya ha pasado un mes desde que Sánchez hizo fuera Rajoy dejando el PP inmerso en una crisis de identidad y abocado a una guerra interna de desenlace incierto. Desde los primeros días, tanto los críticos independentistas como voces constitucionalistas –del PP y Ciutadans– hablaron de política de gestos, de postureig, raíz de la decisión de acoger el barco Aquarius.

Pero, un análisis alejada de cualquier sectarismo nos indica que Sánchez ha llegado para quedarse. Varias iniciativas sociales que se están tratando de salir adelante como recuperar la tarjeta sanitaria universal –incluidos las personas migradas en situación irregular– como otras medidas en varios ministerios –como volver a apostar por el medio ambiente y hacer ecologismo político– o la reconversión del Valle de los Caídos son ejemplos que Sánchez quiere recuperar la identidad progresista del PSOE.

Pero parece que algunos independentistas –y no pocos– en Cataluña vivían mejor con el PP y Mariano Rajoy. Es lo que ha pasado y aún pasa en Irlanda del Norte: si dejas la hegemonía en manos de los extremos, estos se retroalimentan. Y porque en el fondo lo que vivimos en Cataluña tras el processisme los últimos ocho años es la lucha por mantener la hegemonía de lo que representaba CiU. Por eso la carta de Junqueras también se puede interpretar como un mensaje a las bases de ERC: es la hora de ganar la hegemonía. Y esto también explica la oposición de ERC a concurrir con una lista única en las municipales de Barcelona.

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Jaume Risquete és periodista i doctor en comunicació política (URL). Ha col·laborat a l’Avui, El Temps, La Vanguardia, El Periódico, La Marea i El Deber de Bolívia. Va treballar al gabinet de premsa d’Iniciativa per Catalunya Verds (1999-2001) i va ser cap de premsa per aquesta formació al Congrés dels Diputats (2007-2010).

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