La vuelta de los presos a Catalunya es una excelente noticia. También es una oportunidad para que los políticos se miren en el espejo. Todos los políticos. Los que han intentado acabar con el reto independentista esgrimiendo la ley, y sólo esgrimiéndola, y los que han soñado en hacer realidad la República catalana quebrándola.
Por mucho que Sánchez y Torra hayan coincidido, por razones opuestas, en que los presos están aquí porque lo prevé la legislación penitenciaria, lo cierto es que la paradoja es de órdago. Para unos, porque están aquí pero no están en casa. Una contradicción insufrible, que se intenta subsanar con gestos y parlamentos. Para otros, porque la llegada triunfal de los presos a Catalunya ha supuesto descubrir (¡a estas alturas!) el nivel de desafección que existe.
La desafortunadísima metáfora de la zorra puesta a guardar las gallinas utilizada por Saenz de Santamaria revela más de lo que pretende reprochar. Trata la Generalitat como si ya no fuera Estado. Como una quinta columna con la que nada es posible, salvo derrotarla. ¿Se dan cuenta lo que supone llegar a semejante conclusión? Se entiende el pasmo de unos y otros. De quienes no creen en la ley, porque es española, y de quienes ya no creen en la política porque con los catalanes nada queda por negociar. A todos ellos, el espejo les devuelve hoy una imagen inquietante. No es para menos. ¡Junqueras, Forcadell y otros líderes del Procés durmiendo en celdas cuyas llaves están en manos de Quim Torra!
Es algo difícil no sólo de imaginar sino de digerir. Y no únicamente para los políticos. Tanto, que me parece insostenible. Como ciudadano, porque siempre he pensado que la prisión provisional hace tiempo que no se justifica. Como analista, porque creo que no hay quien pueda gestionar durante mucho tiempo tanta tensión emocional. Quiero creer que detrás de la decisión hay algo más que un estricto cumplimiento de la ley. Que no hay sólo ingenuidad a lo Zapatero, sino visión estratégica. Datos que permiten asegurar que la prisión provisional tiene los días contados.
Quiero pensar que todo el mundo es consciente de ello. En Catalunya, para actuar con cordura, es decir de acuerdo a la ley, más allá de las emociones comprensibles, y en el resto de España para rechazar las visiones tremendistas que presentan un gesto de buena voluntad como el principio del apocalipsis. Prefiero imaginar que esta medida es algo más que justicia y compasión. Que es una decisión política capaz de abrir un nuevo escenario. Pronto lo sabremos. El lunes.


Catalunya Plural, 2024 