Justo ahora, frente a la revolución tecnológica del control social y la vigilancia total, es cuando podemos constatar que vivimos y aprendemos con pedagogías que usan la violencia para escribir sobre nuestros cuerpos. La revolución tecnológica en ciernes proviene del desarrollo en inteligencia artificial para el reconocimiento facial, el manejo de grandes cantidades de información y millones de cámaras. Según nos cuentan las crónicas, en China, se están llevando a cabo los experimentos más recientes. Policías que usan gafas con reconocimiento facial y cámaras que captan e identifican millones de caras. Al parecer se avecina una pesadilla tecnológica de vigilancia total, al mejor estilo panóptico, donde tú eres tu mejor vigilante.
Una de las razones para desarrollar esta tecnología es que los humanos olvidamos para pensar, y como no podemos recordar y clasificar todo, pues usamos nuestro “instinto”, es decir, todo lo aprendido que ignoramos que conocemos. Aquí está una de las claves para entender el paradigma actual del control social. Al ser aun una ilusión la vigilancia total, se utiliza la pedagogía para explicarnos con “ejemplos” lo que debemos hacer y lo que no, y clasifica en buenos y malos. Esta forma de control no se basa en efectivamente perseguir y castigar a los “desviados”, sino en enviar mensajes sobre los cuerpos políticamente útiles en cada momento. Rita Segato lo llama la pedagogía de la crueldad, el mensaje se escribe sobre el cuerpo social a través de la violencia. La repetición de la escena violenta normaliza la crueldad y desactiva la empatía con ciertos grupos o poblaciones. Justamente aquellos que nos han enseñado por repetición que no son deseables.
Esto lo podemos ver donde quiera que miremos. En las detenciones por perfil étnico que se practican en España, en la violencia con la que son tratadas las personas que están a la deriva en el mar Mediterráneo, los abusos policiales a vendedores ambulantes en Barcelona o Madrid, o como son tratadas las personas en los campos para refugiados en Francia o Grecia. Y como resultado tenemos cuerpos sobre los que somos insensibles, con los que no podemos empatizar de la misma manera, cuerpos que nos indican la existencia de una norma. Se trata de una pedagogía utilizada por siglos, que permite mantener una estructura de poder, y en la que, según la misma Segato, la violencia se exacerba cuando se acelera la concentración de riquezas, de capital, y es allí cuando se rompe la ficción institucional de los Estados.
Desde el inicio del proceso de paz en Colombia, la ficción institucional parece que se ha dividido en dos, por un lado mantiene un discurso en el que todavía existe un proceso de paz en firme, y por el otro, salta en pedazos y no dejan de suceder asesinatos selectivos sistemáticos a miembros de Juntas de Acción Comunal (JAC), líderes campesinos, habitantes afectados por hidroeléctricas, líderes indígenas y políticos locales. Según prensa, políticos, medios de comunicación y redes sociales los abstraemos como “líderes sociales”. Indudablemente se trata de líderes, indudablemente se trata de personas que se comprometen con alguna causa de transformación en su contexto, en su territorio. El problema es que nos están enviando un mensaje a través de sus cuerpos, de un cuerpo social que estamos “reconociendo”, ser líder social es peligroso. Aunque no son mensajes iguales para todo el mundo, para alguien que vive en Bogotá o Medellín es un mensaje de personas cada vez más lejanas, cada día un líder social muerto significa un mayor alejamiento de las formas de vida urbana y las de la otra Colombia. Sin embargo, el mensaje, por ejemplo, en Teorama, Tarazá o Quibdó no es el mismo, es, no se meta en política.
La pedagogía de la crueldad está construyendo ahora mismo un discurso, sobre cuerpos de hombres y mujeres, una épica al revés. Ser líder social es “de cuidado” -no hable, no se reúna, no se queje, no denuncie-. Y al mismo tiempo, dice: algo estaría haciendo o se metió más de lo debido. Desde hace más de dos años según prensa han sido asesinados más de 350 líderes sociales, día a día, más de un centenar en 2018. Pero ¿cómo es posible que coordinadores de campaña, presidentes de JAC, líderes campesinos, representantes de comunidades, entre otros, por reunirse, por denunciar por protestar sean asesinados? Se trata de actividades que cualquier activista haría, sin embargo, en Colombia, ahora mismo, en zonas rurales, hacer cualquiera de estas actividades “normales”, comenzamos a aprender, a través de esta violencia, que “está haciendo algo”, un algo que es un justificante. Día a día nos educan con la misma lección, asesinado con dos, tres o cuatro tiros, un modus operandi, una repetición sobre los cuerpos de ellos, que nosotros convertimos en uno, en un líder social asesinado, alejándonos cada día más, aprendiendo a olvidar la empatía. Afortunadamente no todo en la educación es repetición, es también sentido crítico, la semana pasada vimos como salían a la calle, reforzando colectivamente la empatía, en más de 50 ciudades de Colombia a protestar en un “Velatón”.
En Colombia la pedagogía de la crueldad se da en medio de una feroz rapiña por recursos; en medio de la construcción de hidroeléctricas que endeudarán al país por décadas, dinero futuro del Estado que los contratistas quieren acaparar ahora, desembocando la furia que provoca el dinero en las regiones donde se llevan a cabo; rapiña en el control del rutas de narcotráfico; rapiña en la consolidación de títulos de propiedad por parte de ejércitos de paramilitares; rapiña por recursos públicos por medio de la corrupción; rapiña por el dinero de las campañas políticas. Este retorno a la violencia más cruda en Colombia nos indica que hay un par de reglas nuevas que nos quieren enseñar. Creo que todavía no sabemos de qué se trata exactamente, ¿un nuevo orden paramilitar? ¿el surgimiento de un Estado más restrictivo en libertades cívicas? ¿la profundización de la economía extractiva? ¿hay una guerra por el control del dinero del narcotráfico? O tal vez, el dinero del narcotráfico es el que está en crisis.
Como planeamos el futuro habla de nuestro presente. Las ansias de control total tecnológico retratan muy bien el control actual. Aunque lo más probable es que la inteligencia artificial no venga a remplazar la pedagogía escrita con violencia sobre los cuerpos sociales, lo más probable es que venga para complementar el miedo con la sensación de vigilancia total. Así es como en el Mar Mediterráneo se pueden detectar pateras por medio de satélites, pero al mismo tiempo, el gobierno italiano toma la determinación como medida pedagógica de no aceptar una embarcación, ni permitir que desembarque en sus costas, llevando al límite esta ficción institucional que se vive en Europa de “respeto” de los derechos humanos. Tal vez al entender que formamos parte de la misma comunidad, sometida a formas de control similares, pueda desactivar algunas de las formas de destrucción de la empatía.


Catalunya Plural, 2024 