Un puñado de sillas se amontonan en uno de los extremos de la sala. Son muchas para el vacío que se respira aquí un mediodía de julio. En la asesoría legal de la tarde, tal vez queden cortas: media docena de personas se sentarán en ellas para exponer sus problemas con la gestión de sus documentos; la falta de citas previas en Extranjería; o la imposibilidad de reagrupar por el tamaño de una habitación.

Son muchas las personas migradas que viven a diario las trabas que emanan de la ley de Extranjería y que se extienden por un sistema judicial que les discrimina. Así lo creen Luciano Banchio, Guillem Bernat Pérez y Natalia Caicedo (los dos primeros abogados y la última también profesora de Derecho en la Universidad de Barcelona), que hace más de tres años que ofrecen un servicio de asesoría legal presencial pionero en el Espacio del Inmigrante del Raval. También disponen de un correo electrónico de consulta.

El Espacio, donde también se atiende normalmente por cuestiones sanitarias desde la reforma del PP que acabó con la universalidad para las personas migradas, acoge dos días por semana dicho servicio de asesoría legal. Sus abogados esperan que la labor sirva para “racializar la justicia” ante la “discriminación institucional” que viven las personas migradas.

“Se debería de juzgar con perspectiva de raza, igual que de género; las situaciones son diferentes para las personas migradas y hay mucho juez con estereotipos. Si no es así, llega un punto en que el migrante deja de confiar en el sistema judicial”, comenta Pérez, abogado laboralista que contribuye al Espacio desde hace unos meses. “Se debe repensar el servicio de justicia. Es un sistema burocrático y que no llega a las personas. La abogacía debería bajar a la calle, la institución es lejana y el que es vulnerable no llega a ella. Por eso hacemos abogacía de calle”, añade Caicedo, que lleva algo más de tiempo ofreciendo asesoría legal.

Según los tres abogados, tan importante como la ronda que pasan entre las paredes del Espacio también lo son sus batidas por el Raval, así como los acompañamientos a otros abogados, a los que les dan asesoramiento antiracista. Además, a partir del próximo curso pretenden hacer formación política a colegas para “racializar la justicia empezando por los abogados”, así como unas jornadas que pongan el foco en “qué es juzgar con perspectiva de raza”.

Pero su acción no se limita a la calle o al Espacio del Inmigrante, también pretenden seguir haciendo mella en los organismos institucionales, empezando por el propio Colegio de Abogados. “En el Colegio de Abogados hay ciertos espacios ya abiertos, como la comisión de Extranjería, pero no deja de ser un reflejo de la sociedad… Hay gente que todavía no entiende qué es llevar el caso a un ciudadano discriminado”.

Es la hora de comer, y poco después tocará empezar a pasar cita durante dos horas. Los habrá que se quedarán a la espera para el próximo día; los miércoles y viernes quedan cortos en algunas ocasiones para atender a todo el que lo necesita. Por ello, Banchio, Pérez y Caicedo ni siquiera anuncian el servicio por redes, lo limitan al boca-oreja, sino no podrían atender las peticiones. Por ese motivo, los tres hacen un llamamiento a sus colegas ante la avalancha de peticiones.

Las balanzas de la abogacía, a parte de equilibradas, deben ser antiracistas y universales. “¿Qué pasa con el caso que no es estrella? ¿Debe tener repercusión mediática para ser atendido? Los problemas de los migrantes van mucho más allá de los casos con la suerte de ser mediáticos”.

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Besòs, 1990. Periodista. Ha contado historias en 'Cafèambllet', 'Sentit Crític', 'ARA', 'MondoSonoro' o 'eldiario.es', y se ha formado para ello en el Máster en Comunicación, Periodismo y Humanitades de la UAB. Miembro del colectivo de periodismo narrativo y acción social, SomAtents. Sobre todo Barcelona en 'Catalunya Plural'.

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