El corazón de Barcelona manchado de sangre, muertos, tristeza, desesperación, mientras la policía confirma que ha sido un ataque terrorista y que tiene relación con una explosión que ha sucedido la noche anterior en Alcanar (Tarragona). Los medios se movilizan de forma inmediata para informar de lo acaecido, las líneas de móvil colapsadas de tantas llamadas a familiares preguntando si están bien, los taxistas ofreciendo servicio sin cobrar, médicos y enfermeras trabajando por encima de sus propios límites, el caos se apodera de nuestra Barcelona y muchos miembros de la comunidad musulmana sufren enormemente, por cómo tendrán que explicar lo sucedido y justificarse por un acto que no tiene nada que ver con ellos, pero que se ha producido en nombre del islam.

Desde el principio la comunidad musulmana se involucró enormemente, para rechazar el terrorismo y condenar a todas aquellas personas que llevan a cabo estas atrocidades en nombre del islam. Como en tantos casos ocurridos en otros lugares de Europa, la comunidad musulmana se sintió una víctima más de este atentado.

Muchas jóvenes tuvieron miedo de salir con velo a la calle justo después del suceso, puesto que nunca se sabe hasta qué punto las personas pueden atacarte y culparte por lo que ha pasado, sin tener nada que ver. Yo misma sentí mucho miedo en aquel momento, si me pasaría algo al salir del trabajo, no quería coger el metro, no sabía qué hacer, cómo justificarme de una cosa que no iba conmigo, a pesar de que indirectamente mi vestimenta me podía vincular a ello. Mi sorpresa fue todo el contrario, que cuando salí a la calle sentía que las miradas no eran inquisitorias, incluso recibí alguna sonrisa, los ciudadanos de Barcelona, demostraron todo lo contrario a mis temores y dieron ejemplo una vez más de que la unión hace la fuerza.

Jóvenes de la comunidad musulmana lideraron la condena a estas prácticas antireligiosas, dando a entender que no tenían nada que ver con el islam, ni con su concepción religiosa.

La comunidad musulmana y el resto de ciudadanía unieron fuerzas, por una misma causa, que no es discriminar a la comunidad, que se les diera voz y que conjuntamente condenaran este atentado; así fue, cuando en poco menos de una semana, todas las asociaciones y entidades musulmanas de Cataluña se organizaron conjuntamente con asociaciones no musulmanas para movilizarse y manifestarse con el lema “no tengo miedo”, un grito unánime de toda la ciudadanía, todas las nacionalidades, todas las religiones, en contra de la barbarie sin razón.

¿Cómo explicar que jóvenes que habían vivido aquí toda la vida, estudiado en la escuela como el resto, podían llegar a cometer esta atrocidad?

En mi opinión todo esto va desgraciadamente muy ligado a las categorías sociales, los estereotipos y las etiquetas. Muchos jóvenes buscando formar parte de un grupo,”sentimiento de pertenencia”. Todavía hoy es difícil de aceptar que puedan existir identidades múltiples y plurales. Viven aquí y son los inmigrantes, en cambio van al país de origen de los padres y son los extranjeros, sin grupo, sin identidad, acaban en la “radicalidad”.

Y cuando hablo de radicalización, no sólo hablo en el ámbito del terrorismo, sino en todos los ámbitos. ¿Cuántas jóvenes son obesas o están rellenitas y como no entran dentro del prototipo de mujer perfecta acaban muriendo por anorexia? Un sentimiento que va ligado a gustar al resto, básicamente para sentirse aceptados por el grupo. ¿Cuántos jóvenes acaban consumiendo drogas para formar parte de un grupo que idealizan? ¿Cuántos jóvenes con núcleos desestructurados dejan de estudiar y tienen problemas legales relacionados con la delincuencia? Todos estos ejemplos forman parte de la radicalidad social en la que vivimos, no sabemos el  porqué ocurrió lo que ocurrió, ni qué les aseguraron, pero analíticamente podemos llegar a pensar que se sentían unidos a un grupo y sin una identidad firme, sin preguntarse si estaba bien lo que hacían, actuaron sin más ni menos, en este caso en nombre del islam, pero yo diría que en realidad lo hicieron en nombre de la ideología identitaria de pertenencia grupal.

Es difícil dar consuelo y mostrar solidaridad a todas las familias víctimas de este atentado, las palabras, las miradas, los gestos, se quedan cortos. Pasen los años que pasen, nunca olvidaremos lo que pasó el 17 de agosto del 2017, puesto que, como dice el Alcorán, “cuando se mata a una persona es como si se mata a toda la humanidad”.

Una parte nuestra murió en aquellos instantes, el silencio y el vacío se apoderaron de todos nosotros, pero sí que podemos decir hoy que el sufrimiento de todas las víctimas también es nuestro y que seguiremos trabajando como ciudadanía para erradicar estas prácticas y construir humanidad, con jóvenes con identidades fuertes y lejos de la vulnerabilidad o exclusión social.

17 de agosto, un día que todos llevaremos en el corazón y nunca olvidaremos.

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Estudiant de Ciències Socials a la UOC i membre de Comuns Federalistes.

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