Cuando hablamos del sistema de tutela de niños y jóvenes, pocas veces el amor es el centro del debate. En Escocia, hace dos años, una veintena de jóvenes tutelados iniciaron una campaña para replantear el sistema y poner justamente el amor en el centro.

Nadie creía que sería tan rápido, pero en octubre de 2016 la primera ministra de Escocia, Nicola Sturgeon, anunció una revisión independiente del sistema de protección escocés, la Independent Care Review. Escucharía a un millar de jóvenes que formaban parte de él porque consideraba que “todos merecen ser amados”.

Para valorar el sistema escocés y la necesidad del proceso de revisión hemos hablado con Elizabeth Brabender, coordinadora del Secretariado del Independent Care Review, y Beth-Anne Logan, codirectora de uno de los grupos de trabajo. Estuvieron en Barcelona con motivo del ciclo ‘Perspectiva y perspectivas +18: la atención a la juventud extutelada’, organizado por la Federación de Entidades con Proyectos y Pisos Asistidos (FEPA) que tuvo lugar en el Palau Macaya de la Obra Social ‘La Caixa’.

¿Por qué era importante revisar el sistema de protección de la infancia i la adolescencia?

Beth-Anne: Creo que nuestros jóvenes lo estaban pidiendo. Las oportunidades vitales y los resultados de las personas tuteladas en comparación con los de la población general no son lo suficientemente buenos. Esto no es porque un servicio concreto o una persona determinada haya hecho algo mal, sino que es sistémico.

¿Qué hizo que esos jóvenes reclamaran cambios en ése momento?

BA: Se podría decir que se encontraron a las personas adecuadas en el momento adecuado. Pero lo que fue definitivo fue el coraje de estos jóvenes que se habían sentido prisioneros durante tanto tiempo. Empezaron a hacer propuestas, no decían que todo estaba mal sino que eran proactivos.

Los jóvenes tutelados han continuado estando en el centro del proceso de revisión. ¿Qué ha sido positivo de implicarlos?

Liz: Esta revisión es muy diferente del resto que he realizado. Desde el principio se vio que los niños, los jóvenes y las familias eran los expertos, así como los trabajadores del sistema. No se podían hacer cambios sin juntar a estos agentes y escucharlos. No haríamos una revisión sobre ningún otro servicio en Escocia sin escuchar a los usuarios. Por tanto, en este caso hay que reconocer que ellos son los que más saben. Además, la bondad y la capacidad de los niños y jóvenes para plantear ideas y soluciones de temas complejos me ha sorprendido mucho.

Beth-Anne Logan al Palau Macaya de l’Obra Social “la Caixa” / Victòria Oliveres

Cuando anunció la revisión, la primera ministra habló del rol que juega el amor en el sistema de atención y tutela de niños y jóvenes. ¿Por qué cree que es importante?

BA: El amor es muy complejo, pero creo que la convicción básica es que todo el mundo debería saber lo que es ser amado y debería experimentar una estima sana. En estos momentos el sistema no está diseñado para querer a la gente o dejar que la gente quiera. Esto crea muchas consecuencias no intencionadas. Por ejemplo, que los jóvenes no sepan lo que es querer. Como no se lo enseñamos, pueden caer en relaciones de violencia doméstica. Además, es una necesidad fundamental: la gente debe ser querida.

L: El amor significa lo mismo para la mayoría de la gente. Se trata de tener a alguien cuando las cosas van bien y cuando van mal, saber que tendrás una tercera o una cuarta oportunidad porque hay alguien que te entiende. Y esto es igual para los trabajadores y los padres que para los niños y jóvenes.

En la revisión también se habla del estigma. ¿Hasta qué punto la arrastran los niños y jóvenes tutelados?

BA: El estigma es una parte intrínseca de sus vidas. Encuentran barreras, falta de entendimiento, de conocimiento y de conciencia. La gente no los ve como personas sino como una etiqueta, alguien de quien te tienes que apartar. No hay que avergonzarse de haber estado bajo tutela pero supongo que, según las estadísticas, tengo más probabilidades de ver una celda de prisión que un aula universitaria.

Ya está en la segunda etapa del proceso de revisión y por tanto os habéis reunido con cientos de jóvenes. ¿Qué ha sido lo más revelador que habéis encontrado hasta ahora?

L: Una de las cosas que más hemos sentido es la importancia de las relaciones. Debemos reconocer el papel que tienen las familias con los niños y la necesidad de mantenerlos juntos siempre que sea seguro. Hemos sido conscientes especialmente del rol de los hermanos y las hermanas. No entender por qué se les separa o por qué no los pueden ver les causa un dolor terrible.

También nos han dicho que el lenguaje que utilizamos en la información que damos no ayuda a la gente a entender lo que pasa. En una de las primeras conversaciones que Fiona Duncan – presidenta del proceso de revisión – y yo tuvimos con uno de los chicos, nos explicó que cuando le dijeron que estaría tutelado no entendió qué significaba. No son cosas que no supiéramos pero su importancia se ha hecho mucho más patente.

Elizabeth Brabender al Palau Macaya de l’Obra Social “la Caixa” / Victòria Oliveres

¿Qué habéis aprendido de dar vueltas por todo el país?

L: Escocia es un país pequeño y a veces pensamos que no somos lo suficientemente buenos. Tenemos que crear oportunidades para que la gente aprenda entre sí cuáles son las mejores prácticas. Sin embargo, también debemos ser claros en decir que por mucho que algo brillante pase en un lugar no podemos copiarlo directamente en el otro lado del país.

¿Qué esperáis de este largo proceso?

L: Lo que no queremos es hacer cambios sólo por hacerlos. Queremos estar realmente seguros de que son los correctos y que entendemos porque tienen sentido desde la experiencia y la investigación. Por ello, la revisión debe tomar tiempo para hacerse correctamente. Muchos nos han preguntado si la revisión será radical o no pero aún no lo sabemos.

BA: Me gustaría conseguir que la sociedad entienda estos jóvenes y tengan más curiosidad. También quiero que nuestros trabajadores sean valientes en la toma de decisiones y que todo el mundo dentro del sistema deje de tener miedo de preguntarse si somos lo suficientemente buenos y si estamos haciendo lo suficiente para nuestros niños y jóvenes.

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