En 2017, 8 de cada 10 personas adultas tenían Smartphone en Catalunya. El teléfono conectado a Internet no es sólo una herramienta de comunicación muy potente, sino que ha permitido, por ejemplo, a muchas personas convertirse en cronistas de la actualidad, pagar en algunos establecimientos, llegar a lugares desconocidos sin perderse, ligar … sin embargo no todas las consecuencias de tener Smartphone son tan evidentes. Una de ellas es que empresas como Google conozcan los datos, desplazamientos, hábitos de consumo y vivienda de millones de personas. La comercialización de estos datos, por un lado, constituye un gran negocio y, por otro, abre la puerta al control social similar al gran hermano que por ejemplo práctica el gobierno chino, de manera brutalmente eminente y que no estamos seguras que no se haga en Europa de manera más sutil.

De Coach Surfing a Airbnb

Desde hace muchos años existen colectivos de personas que intercambian casas para ir de vacaciones, ahorrándose muchos gastos y estableciendo relaciones humanas de confianza mutua. Con la extensión de la web 2.0 llegó la iniciativa Coach Surfing, que permitía a personas viajeras ser recibidas por anfitrionas locales que les enseñaban la ciudad desde el punto de vista de una persona local por el placer de compartir. Con el tiempo las usuarias iban generando una comunidad que permitía que las anfitrionas se pudieran mover por el mundo mediante una relación humanista.

Airbnb y plataformas similares dieron una vuelta al concepto e introdujeron la palabra “monetizar” es decir mercantilizar la relación y pasar a cobrar por el sofá o habitación ofrecidos. Desde el punto de vista teórico, la tarea concreta y placentera de recibir invitadas a casa por el simple hecho de compartir y conocer se transformó en un trabajo abstracto de limpiar sábanas y dar y recoger llaves. El mercado conquistaba así una nueva esfera de las relaciones personales y aprovechaba la carestía de la vivienda en las ciudades para poder extraer nuevas rentas de la gente trabajadora, mediante la comisión que las plataformas que cobran por el uso de la aplicación.

Uberitzación = precarización vía teléfono móvil

Las leyes del capitalismo descritas por Karl Marx nos dicen que las personas sin trabajo remunerado constituyen un “ejército de reserva” para los empresarios, por lo que si las trabajadoras con empleo exigen más derechos, siempre se las puede amenazar con el despido si no aceptan “lo que hay”. Por otra parte el beneficio empresarial se obtiene de restar los gastos del valor producido por las trabajadoras. De ahí que los empresarios siempre quieran que cada persona produzca más y pagar lo mínimo.

Deliveroo, Glover, Uber, Cabify fundamentan su éxito económico en unificar los dos aspectos, por un lado con un fuerte gasto en publicidad muy importante consiguen ponerse en el bolsillo de las trabajadoras y clientas, mediante el omnipresente smartphone. Así las aplicaciones móviles tienen dos partes: una que es la que produce (trabajadora, conductora rider) y la otra, en la que se realiza la transacción (restaurante, tienda, cliente ..). Estas empresas fundamentan su éxito en el volumen, de hecho obtienen poco beneficio por pedido pero pudiendo llegar a miles o millones de clientes y poder contar con un número prácticamente ilimitado de trabajadoras, que no tienen derechos, con todo tipo de jornadas, consiguen grandes economías de escala.

Al final Deliveroo, Glover, Uber, Cabify lo que hacen es de intermediarias entre la clientela y las trabajadoras cobrando comisión en ambos lados. Para poder mantener este modelo de negocio se aprovechan de la desregulación laboral que años de gobiernos neoliberales han introducido y enmascaran las relaciones laborales, que dan derecho a vacaciones, seguro en caso de accidente o enfermedad, permisos por crianza, como relaciones mercantiles entre 3 o 4 partes.

Las huelgas en Deliveroo o Glovo, así como las resoluciones de la inspección de trabajo muestran que sí existe relación laboral y que la figura del falso autónomo es un cáncer tanto por las condiciones laborales como por el mantenimiento de los servicios públicos.

En resumen estas empresas han encontrado una manera de obtener beneficios extendiendo una gran red de relaciones mercantiles a los ámbitos cotidianos de la vida y aprovechándose de las necesidades de las trabajadoras más precarias, mujeres, jóvenes y migrantes a las que niegan cualquier derecho laboral. Además la idealización de la persona como un producto en sí mismo que se puede vender mediante diferentes aplicaciones en las diferentes horas del día, forma parte del intento de las élites neoliberales de acabar con la dimensión colectiva de la vida, de la que la lucha sindical forma parte consustancial.

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Òscar Simón és professor interí i membre de la IAC.(USTEC-STES)

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