La jubilación masiva de médicos y enfermeras de la generación del baby boom se acerca inexorablemente sin que nadie parezca ponerse demasiado nervioso. Los sindicatos y los colegios profesionales han publicado unas predicciones escandalosas sobre la falta de profesionales que no generan reacciones. La plantilla sanitaria está envejecida. Se van los formados en los años 70, en su mayoría hombres, y se incorporan a un ritmo inferior unas jóvenes enfermeras y médicas.

Este mismo fenómeno se reproduce en toda Europa, aunque los países lo viven de forma muy diferente. El mercado global hace que, como siempre, las consecuencias negativas recaigan en los países más pobres. Los ricos palian la falta de profesionales con la inmigración. Un 20% de los médicos de Noruega, Suecia, Suiza y el Reino Unido se han formado fuera de sus fronteras.

Las empresas sanitarias públicas catalanas no muestran signos de disponer de una estrategia clara para hacer frente a la situación que nos afecta actualmente. No parece que quieran atraer y retener a los profesionales. A diferencia de otras autonomías, aún no han revertido los recortes retributivos de la crisis. Es significativo que cuando recientemente los sindicatos reclamaban el cumplimiento de los acuerdos firmados en la atención primaria de la Metropolitana Norte para hacer más llevaderas las consecuencias de los recortes, los responsables del ICS se limitaban a responder que: “el acuerdo era cosa del equipo anterior, nosotros no tenemos recursos”. 

Hoy las carencias de plantilla se resuelven cargando de trabajo al resto del equipo o favoreciendo la inmigración de profesionales de Sudamérica. Son actuaciones para tapar agujeros e ir tirando sin saber muy bien hacia dónde. La solución tampoco pasa por seguir creando facultades de medicina. Con una cada millón de habitantes hemos superado con creces la capacidad docente del país y el mercado global no asegura que los médicos que formamos con recursos públicos terminen trabajando en nuestro país.

Según la OCDE nos encontramos junto con Bulgaria, Italia, República Checa, Portugal y Austria en el grupo de países que tienen una alta densidad poblacional de médicos y una baja de enfermeras en relación a la media europea. Según estos datos, que coinciden con el HiT 2018 que ha elaborado el Observatorio Europeo de Políticas de Salud y Servicios de la OMS, la carencia más importante de plantilla se produce en el campo de la enfermería.

Así, no se trata sólo de reponer las vacantes como parecen pensar los responsables de recursos humanos. La situación es mucho más compleja. El envejecimiento, los avances tecnológicos y el aumento de la comorbilidad obligan a hacer crecer una plantilla y a adquirir nuevas competencias profesionales. Para hacerlo más difícil, todos estos cambios se aplicarán de forma sostenible, ya que el actual contexto económico no es favorable ni se espera que lo sea a medio plazo. Huelga decir que desconocemos el efecto que a largo plazo pueden tener sobre la plantilla la robotización, el bigdata, la genómica o las futuras tecnologías diagnósticas o terapéuticas.

Es fácil pensar que se abren muchas oportunidades para las diferentes y nuevas profesiones sanitarias y para la enfermería. También para los médicos, ya que un contexto de plantilla más ajustada hará que realicen actividades más específicas de su profesión y que se descarguen de trabajos que pueden realizar otros miembros del equipo. Para que esta reforma sea posible hay que ajustar los planes formativos, cambiar la legislación de las diferentes competencias profesionales, optimizar la organización del trabajo, modificar las condiciones laborales, facilitar la conciliación familiar y profesional, favorecer el desarrollo profesional y muchas otras cosas que tampoco están sucediendo.

Como siempre esperamos que los cambios surjan espontáneamente. Los diferentes actores implicados ofrecen una resistencia pasiva y la autoridad sanitaria no ejerce un liderazgo que marque unas políticas que nos permitan afrontar con éxito el nuevo escenario. Pero la realidad es tozuda. El impacto negativo sobre la calidad asistencial que producirá la falta de profesionales nos obligará a cambiar tarde y mal. Quizás si actuáramos de forma proactiva sobre este fenómeno que ya tenemos encima podríamos conseguir que las jubilaciones y las nuevas incorporaciones tuvieran un impacto positivo sobre la salud de la población y la eficiencia del sistema. Pensamos que seguramente este es el problema sanitario más importante que tienen actualmente sobre la mesa los responsables sanitarios de nuestro país.

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Metge de família

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