Elisenda Alamany ya no es la Portavoz del grupo parlamentario de Catalunya en Comú. A través de un comunicado en sus canales de Twitter y Telegram, anunciaba su dimisión argumentando tensiones y presiones internas, sin concretarlas en profundidad. La dimisión de Alamany era esperable: el pasado 11 de Octubre, en la sesión plenaria del Parlament de Catalunya, se aprobaba por 69 votos a favor, 57 en contra y cuatro abstenciones, una moción que reprobaba el Rey por su discurso del 3-O, que apostaba decididamente por la abolición de la Monarquía.

Después de cuarenta años de democracia, el Parlament de Catalunya era el primero en atreverse a hacerlo. La propuesta no era presentada por las fuerzas independentistas, sino de Catalunya en Comú Podem. Pero habían voces disonantes dentro del partido que criticaron Alamany por la propuesta. ¿Un preludio de lo que vendría?

La semana anterior a su dimisión, Alamany creaba una corriente interna de partido bajo el nombre de Sobiranistes conjuntamente con Juan Josep Nuet, Coordinador de EUiA. Mientras nadie salga a poner nombres y apellidos no dr puede saber con exactitud los motivos reales de esta dimisión. Pero sí parece posible deducir algunas cosas.

La primera es que no estamos en ningún otro lugar en el que no hayan estado todos los partidos en alguna etapa de su vida, sin excepción. En los partidos políticos hay luchas de poder. En la derecha, estas luchas tienen lugar en silencio, bajo la alfombra. La izquierda, por otra parte, tiende a hacer de la discrepancia un sello de identidad (aunque la CUP sería una excepción). Aunque buscan la discreción. Porque lo que se lee desde fuera no es una lucha fruto de un embate ideológico entre partes, pero sí una lucha de poder camuflada con excusas ideológicas.

La segunda, y siguiendo el hilo, es que si creas una corriente interna es porque quieres crecer y hacerte fuerte dentro del partido, no porque quieras dejar la política tal y como hizo Xavier Domènech. En el caso de Alamany, la corriente interna presentaba su manifiesto bajo el nombre de “Som Comuns. Som soberanistes”. Sus impulsores argumentaban que la corriente nacía principalmente porque “hoy, muchos soberanistas se sienten completamente huérfanos dentro de este espacio político”.

Según el manifiesto, pues, Catalunya en Comú se habría alejado de estos valores originales. Pero, ¿qué es el soberanismo? Cómo se defiende el soberanismo? Tradicionalmente la soberanía se entiende como la capacidad de un territorio para tomar decisiones que afectan de manera autónoma, o, en todo caso, ampliar el abanico de decisiones posibles. Pero el soberanismo no es el independentismo. Sobrevuela en todo este conflicto intra-partido la idea de que Elisenda Alamany era “demasiado” independentista para el partido. Pero en el manifiesto de Som Comuns. Som soberanistes no hay mención explícita al independentismo, lo que nos hace volver a la hipótesis inicial: debemos pensarlo como una lucha de partido.

Hay dos pruebas que avalan esta hipótesis: tanto Nuet como Alamany, dos pesos pesados ​​dentro del universo de los Comunes, quedaron fuera de la dirección del partido tras las elecciones internas que siguieron a la dimisión de Domènech. La nueva dirección está formada por Ada Colau, Ramón Arnabat y Candela López. No sólo este hecho les habría alejado del centro neurálgico de decisiones, quedando a expensas de la voluntad política de Ada Colau, sino que tanto Arnabat como López son miembros de Iniciativa per Catalunya Verds. ICV estaría en el corazón del conflicto con Alamany. La segunda, es que el que era Coordinador del grupo parlamentario en el Parlament y afín de Alamany, Marc Grau, era cesado el día después de la formación de Sobiranistes.

Y es que sabemos quién es Ada Colau; sabemos qué es ICV, y sabemos qué es Podemos. Pero, ¿qué es Catalunya en Comú? Definitivamente, no es la simple suma de los tres factores anteriores. El universo de los Comunes es extenso, diverso, y está en constante expansión. La génesis parte de Barcelona en Común, que originariamente debía llamarse “Guanyem Barcelona”, y que pretendía ser un kit de herramientas políticas para asaltar, no sólo el Ayuntamiento de Barcelona, ​​sino de todos los pueblos y ciudades de la Estado que harían de “Guanyem/Ganemos” el símbolo de la nueva política que emergía. El cambio de nombre no impidió que Ada Colau y Manuela Carmena se convirtieran en símbolos de una ruptura con el antiguo orden político. Pero al contrario de Carmena y Ahora Podemos, Barcelona en Comú ha ido aumentando su espectro de interferencia, hasta convertirse en una fuerza propia de ámbito autonómico.

¿Cuál es el espacio de los “Comunes”?

Los Comunes no son Iniciativa per Catalunya Verds (ICV). Tampoco son Podemos, ni el PSC. Pero tienen cosas de cada una de estas formaciones políticas. Vemos porque:

  1. No son ICV, aunque ICV está en el corazón de los Comunes. Aquí la pregunta es: ¿quién utiliza a quién? Los verdes apostaron por unirse a Colau en un momento en el que el partido afrontaba una elevada deuda económica, al tiempo que los vientos de la nueva política les amenazaban con caducarlos de golpe. Colau, por su parte, se aprovechó de la estructura de un partido político ya existente para tener un acceso más directo a altos cargos funcionariales de la ciudad, así como la posibilidad de acceder a la rueda de debates electorales. Pero pasa el tiempo, y parece que ICV no se integra, sino que se hace fuerte en el interior del mundo de los Comunes. ¿Qué pasará, cuando Ada Colau no esté en primera línea? ¿Asistiremos a la refundación de Iniciativa?
  2. No son Podemos, aunque sin Podemos dejan de ser “Comunes”. Precisamente Podemos consigue llegar electoralmente allí donde a Iniciativa se le hacía complicado: la clase trabajadora del país. La identidad política de Podemos tiene el corazón en Madrid; por esta razón, y asumiendo que Catalunya en Comú quiere mantener una identidad vinculada al territorio, Catalunya en Comú no se convertirá nunca en una filial de la formación morada. Pero sin ellos todo sería mucho más complicado.
  3. No son el PSC, aunque, de fondo, es a quien más admiran los Comunes. Quizá no tanto por ideología (sería discutible) sino por estrategia: la idea de los Comunes no pasa por convertirse, como ICV, en un one-party issue (partidos de una sola dirección), como sería el ecologismo en el caso de los verdes, sino que apuntan a conquistar lo que consiguieron Jordi Pujol y Pasqual Maragall: hegemonizar el catalanismo político. Este catalanismo bebería de lo popular, de lo sencillo, de lo ‘común’ entre la población. Por ello la relación que mantienen es tensa; deben sobrepasar, pero sin ofender a su votante y su tradición.

Catalunya en Comú es una formación reciente que ambiciona el poder. Pero para conseguirlo, primero deberán hacer encajar sus propias piezas. Un desequilibrio de una de las ramas sobre alguna de las otras puede ofender orgullos personales y alterar dinámicas positivas; e ICV, al parecer, va ganando.

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Llicenciat en Ciències Polítiques (UPF), MSc en European Politics and Policies a la University of London, Birkbeck College i Doctor en Filosofia amb menció Cum Laude (UAB). Co-autor del llibre "Cartha on Making Heimat" (Ed. Park Books). Director del mitjà Catalunya Plural.

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