Vi la presentación del Consell de la República en TV3. En directo. Inenarrable. Pensé que los responsables del panel gigante que presidia el acto se habían equivocado porqué ponía Consell per la República y no de la República, como se habia anunciado en las invitaciones, pero pronto caí en que no era un error sino un sutil deslizamiento semántico que dice mucho sobre el momento que vive el independentismo catalán. Lo dice todo sobre la improvisación y la desunión.
El hashtag previsto por TV3 cambió con la misma discreción, sin que nadie diera una explicación, y en las redes los CDR empezaron a calentarse. Las caras de los asistentes al acto recordaban las de la escalinata del Parlament el día de la declaración de independencia. Un poema. Más de funeral que de comienzo. Nada como ver aquel acto desangelado en el salón de Sant Jordi para ver cómo está el patio. Fatal. Tan mal, que si lo vieron también quienes sueñan con un 155 a lo Bolsonaro, que Dios nos coja confesados.
Nunca el independentismo había dado una muestra colectiva de tanta banalidad y de tanta debilidad. En directo, por TV3. Con parlamentos huecos, que en nada ayudan a mejorar la suerte de quienes padecen una injusta prisión provisional. Comín lo basó todo en la legitimidad del mandato del 1-O, sin explicar cómo se entiende, si es así, si hubo referéndum de autodeterminación, que el Consell sea para y no de.
Puigdemont justificó la iniciativa en dos argumentos que dan ganas de llorar. Primero, que el Consell permitirá mejorar la internacionalización de su causa. ¿Seguro? ¿Alguien se cree que una tarjeta que ponga Consell para la República le abrirá las puertas de Europa que permanecen cerradas para Quim Torra? Como no sea las de las Islas Feroé, lo veo difícil. Luego, el argumento era el de siempre. Dijo que el Consell permitirá hacer aquello que es imposible hacer aquí, porqué España es Venezuela o Turquía. Y lo dijo ante el personal reunido en Barcelona, sin que nadie lo objetara, más allá de alguna queja de los de siempre.
¿Cómo no se da cuenta de la contradicción? Impresentable. ¿Que debía pensar Junqueras si tenia acceso a TV3? Con una dansaire, en plan auresku de honor, dando la bienvenida a la República, fue uno de los actos más surrealistas que ha conocido el Palau de la Generalitat. Como sigan las cosas así, ni Republica ni Consell.


