El otro día, salí a dar una vuelta por el parque de la Ciudadela. En las actuales circunstancias, no viene mal pasear por un espacio que fue concebido para la ciencia y la cultura. Escampar la boira. Nada más cruzar una de las puertas de poniente, me encontré con un lazo amarillo que se le habría caído a alguien, con su imperdible. Me agaché, lo cogí y lo fijé en mi chándal.

Fue un gesto instintivo que me sorprendió a mí mismo. Yo no suelo llevar el lazo. Mejor dicho, nunca lo he llevado, por mucho que haya reclamado siempre, desde estas crónicas, la puesta en libertad de los presos del Procés. No lo llevo por su asociación equívoca con muchas de los artificios políticos que han contribuido a que estemos donde estamos.

Adentrándome en el parque, pensé en el sentido de mi gesto. En el fondo, aquel lazo medio embarrado no era como los demás. Era un lazo sin connotaciones. Nadie me había pedido que lo llevara. Era sólo para mí. Mi lazo amarillo. Por un momento, pensé que podía llevarlo sin asociarlo con actuaciones políticas que no comparto y que tanto daño han hecho a este país.

Para entendernos, era como si fuera un lazo de otro color. De un color que sólo sirviera para pedir el fin de una prisión provisional injusta y para decir que yo, que vivo en el rovell de l’ou, no he presenciado violencia alguna que justifique acusaciones de rebelión.

Con la intención de calmar mis pensamientos llegué hasta la cuadriga que domina la fuente y subí entre las náyades y los caballos marinos que rodean la cascada, hasta la estatua de Neptuno. Al bajar, vi unos activistas que llenaban de lazos king size una de las verjas del parque a la par que reclamaban lo de siempre, la libertad de los presos pero también todo lo demás. Para mañana mismo. Me quité discretamente el lazo. No quiero que me asocien con actitudes políticas contrarias a mi modo de pensar por muy legítimas que sean. Desde entonces, lo tengo guardado en un cajón por si un día es posible exhibirlo sin quedar identificado con quienes siguen empeñados en tomar atajos que no conducen a ninguna parte.

Share.

Periodista i escriptor

Leave A Reply