La sociedad estadounidense ha resistido los primeros dos años de presidencia de Donald Trump. Las elecciones legislativas han demostrado que los Estados Unidos siguen fracturados en dos. Pero también la fortaleza de quienes se oponen a la regresión que representa Trump. La movilización de las mujeres ha sido una de las claves. Otra ha sido el papel de la prensa, como una pieza capital de la democracia. Pienso que analizar la experiencia que ha vivido el periodismo en Estados Unidos puede ser provechosa también aquí.
La victoria de Trump, en noviembre de 2016, provocó un estado de shock en el ecosistema mediático de Estados Unidos. Pero la prensa logró superar el desconcierto inicial y protagonizar una reacción que marca un antes y un después en el debate sobre el papel de la prensa en la sociedad.
El debate intelectual sobre periodismo y ética es permanente. Pero fue especialmente intenso tras un resultado electoral que interpelaba directamente al periodismo. Primero, por el hecho de no haber detectado la verdadera profundidad del fenómeno Trump. Y, después, por la revalorización de su papel como frontera cívica en defensa de la democracia.
Recuerden que, en el intermedio de la ceremonia de los Oscar, The New York Times emitió un anuncio en el que decía: “La verdad es difícil … Difícil de encontrar … Difícil de saber … Y más importante ahora que nunca”. El anuncio ponía el foco en ‘la verdad’, que se ha convertido en el epicentro de la batalla del periodismo. The Washington Post también está en la misma batalla, y desde la victoria de Trump, debajo de la cabecera puede leerse: “La democracia muere en la oscuridad”.
El combate por la verdad comenzó el mismo día de la toma de posesión de Donald Trump como presidente de Estados Unidos. El equipo de Trump proclamó que la ceremonia pública en Washington había sido más concurrida y más vista que la de Barack Obama. Pero no fue así. Preguntado por esta falsedad, el jefe de prensa de Trump, Sean Spicer, defendió los “hechos alternativos”. Es decir, la posibilidad de crear una realidad paralela basada en falsedades.
El primer acto de Trump como presidente de los Estados Unidos fue visitar la CIA, la agencia de inteligencia. Y ante los responsables del servicio de espionaje explicó que estaba “embarcado en una guerra con los medios de comunicación para que los periodistas están entre los seres humanos más deshonestos de la Tierra”. Así comenzó la relación con la prensa y así sigue dos años después. Barack Obama se había despedido con una defensa encendida de la libertad de prensa y del derecho de los periodistas a pedir cuentas al poder.
Trump alimenta lo que el diccionario de Oxford llama “postverdad”; es decir, la aceptación de la mentira por parte de personas que ponen sus intereses y prejuicios por encima de la verdad. Esto significa que “las llamadas a la emoción y de la creencia personal influyen más en la gente que los hechos objetivos”. Una manera de construir mentiras para personas que están dispuestas a creer para que encajan con sus prejuicios. Las mentiras han existido siempre, aunque ahora se multiplican debido a las redes sociales.
Pero también ha sido exponencial durante estos dos años la reacción ciudadana en contra de la ‘posverdad’. En el último trimestre de 2016, la edición digital de The New York Times ganó 276.000 suscriptores y la edición en papel, 25.000. Ahora acaba de superar los cuatro millones de suscriptores digitales. El primer trimestre de la era Trump fue también el mejor para CNN de los últimos trece años, con un 50% más de audiencia. Con un efecto significativo sobre la audiencia entre los jóvenes, que hasta ahora prescindían de las noticias en la televisión.
Una parte significativa de la ciudadanía de los Estados Unidos ha comenzado a tomar su apoyo a los medios como una especie de militancia. Ante los ataques de Trump, millones de personas han tomado conciencia de que una prensa libre e independiente, que ejerza la crítica y la vigilancia en el poder, es imprescindible. Una prensa que explique el porqué de lo que ocurre. Que luche por la verdad cuando, a menudo, la mentira viaje por las redes. Esta ha sido la fortaleza de la sociedad de los Estados Unidos. Y debería ser también la nuestra.


