Una sala de juegos cualquiera, de cualquier guardería, de cualquier ciudad. Dos niñas juegan a cocinar: hacen ver que preparan la comida para sus hijos, dos muñecos bebés que se sientan pacientes en la mesa. Mientras tanto, rompiendo la quietud, dos niños ríen y gritan mientras se persiguen con sus motos de juguete. Hasta aquí todo normal. De repente, uno de los niños derrapa con su vehículo al borde de la pequeña cocinera y le levanta la falda, para luego irse revoloteando. ¿Esto también es normal?
“Son cosas de niños”, dirían algunos. Pero no, “esto es violencia. Y hasta que no nos demos cuenta de que si un niño ha levantado las faldas a una niña significa que ha sido víctima de acoso, no podremos eliminar los roles de género ni combatir el machismo”, sentencia Rosalina Alcalde. Ella es Doctora en Sociología e imparte clase en la facultad de Educación de la Universidad Autónoma de Barcelona. Junto con la universidad, participa en un proyecto con el Ayuntamiento de L’Hospitalet de Llobregat para identificar y erradicar de raíz los comportamientos discriminatorios y los roles de género que se pueden dar ya a la pequeña infancia.
“No hay una mano mala que organice los comportamientos diferenciados de niños y niñas; son unos procesos que reproducen las pautas de socialización”, apunta Alcalde. Y es que, en la etapa educativa de la guardería (de los 0 a los 3 años) aún no se dan acosos y discriminaciones claras, sobre todo porque la sexualidad aún no tiene un papel relevante, pero sí se pueden dar comportamientos que, aunque pueden ser parte de un juego simbólico, revelan que poco a poco se están asumiendo los roles de género que imponen los hombres sobre las mujeres.
“Había un niño en clase que todos los días le decía a una niña tú eres mía. Ella le decía que no, pero él insistía. No pasaba aquí, ni la pegaba, ni le levantaba las faldas. Sólo quería ir cogido de su mano todo el día”. Esta escena, que explica Olga del Amo, directora de la escuela La Casa dels Arbres, de Hospitalet de Llobregat, podría darse en cualquier centro: “a primera vista no es preocupante, porque nos hemos acostumbrado a identificar la violencia sólo con agresiones físicas, pero que este niño tenga esta actitud significa que ha vivido y normalizado esta situación”, reflexiona Del Amo.
La Casa dels Arbres, junto con el centro La Casa dels Contes, también de L’Hospitalet, son las dos guarderías que han participado en el proyecto piloto conjunto entre el Ayuntamiento y la UAB que pretende bajar las políticas municipales y educativas de coeducación y prevención de la violencia de género a la pequeña infancia. Así, desde la prevención, el proyecto nace de una serie de Trabajos Finales de Grado de la facultad de educación infantil basados en la investigación de los roles de género en varias guarderías. A partir de los datos extraídos, se diseñaron sesiones formativas en las escuelas y las familias.

La violencia del movimiento
Uno de los seis trabajos que salieron de la UAB fue el de Clara Rivas, que investigó sobre comportamientos incipientes de machismo entre niños y focalizó en algo que parece intuitivo pero que también se ve condicionado por la socialización de género: el movimiento y la manera en que se ocupa el espacio. “Las expectativas según el género se empiezan a dar desde que se nace, pero la manifestación de roles empoderados y sumisos se ve desde la guardería”, apunta Alcalde, quien tutorizó el trabajo.
Así, tal y como las expectativas son diferentes según el género, también lo es la manera de motivar a los niños a que se relacionen, jueguen o ocupen el espacio. “Incitamos más a los niños a la movilidad y a las niñas al juego simbólico; por eso ellas desde los dos años siguen claramente estrategias de adaptación, aunque no sean conscientes. Nadie les dice que se retiren ante el juego de los niños, pero poco a poco van asumiendo quién puede moverse libremente y quién no”, apunta Rivas. Así, las niñas tienden más al juego simbólico -cocinitas, etc.- y los niños al juego motor. “Sucede a menudo que las maestras inducen a los niños a que jueguen a cocinar, pero poco que insten las niñas a jugar con las motos”, apunta Rivas.
Así, las niñas continúan con la imagen que se les ha dado en casa, de mujeres encargadas de los cuidados, mientras que los deseos de juego de los niños condicionan toda la socialización. “Hay juegos que intimidan y someten, que hacen ruido, cuando se corre por todo el espacio … es una actividad que invalida el juego de las niñas y, si ellas no hacen nada, sino que se adaptan, asientan comportamientos de género”, apunta Alcalde. Y, tan importante es el movimiento, que según la investigación realizada en la UAB, éste tiene también relación con la adquisición del lenguaje: “el juego simbólico te hace capaz de negociar, mientras que los niños tienen más limitaciones para expresar verbalmente el malestar y lo transmiten de manera agresiva”, asegura la socióloga.
Imitar una cotidianidad sexista
“La deconstrucción de género es la que más resistencia genera, porque toca comportamientos personales”, sentencia Alcalde. Y es que, muchas escuelas y maestros, desde la coeducación, no son conscientes de los comportamientos sexistas que pueden llegar a llevar a cabo. Es el caso de Del Amo, que asegura que la formación que recibieron las docentes antes de participar del proyecto “nos tambaleó muchísimo, porque no éramos conscientes de la violencia sexista que ejercíamos sobre nosotras mismas”.
Del mismo modo, Ana González, directora de La Casa dels Contes, otra escuela que participa del proyecto, explica que se tuvieron que replantear cosas muy básicas como “no afirmar que son las mamas las que peinan y los papas los que trabajan “. Así, Alcalde considera que la escuela tiene una postura “muy pasiva respecto la violencia en general y en particular la de género. Tenemos que dejar de decir que son cosas de niños: una madre debe dejar de ver normal que le levanten la falda a su hija y empezar a entender que esto es una agresión “.
Así, la socióloga apuesta por visibilizar desde la pequeña infancia un rol empoderado de las mujeres: “debemos llenar las paredes de fotos de mujeres haciendo cosas para que las mujeres que rodean a los niños y que, al mismo tiempo, son sus referentes, sólo se dedican a las tareas de cuidado y la reproducción: las madres, las maestras, las cocineras o las mujeres de la limpieza “. Y es precisamente con las madres -antes de que con la familia al completo- que hay que hacer mucho trabajo, según apunta Alcalde. “Tienen que ver que ellas mismas están sometidas a millones de micromachismos. Deben romper como mujeres para ser un referente empoderado y positivo para los niños y niñas. Pero primero deben hacerlo como mujeres, porque a veces olvidamos que no es lo mismo ser madre que ser mujer “.



1 comentari
Excelentes reflexiones. También puede ser una agresión que a niños altamente sensibles no se les permita expresarse. O se les aparte por parte de sus compañeros.
En las escuelas como en casa queda mucho por hacer.
Los niños y las niñas tienes que aprender que el cuerpo y el espacio de los demás debe respetarse.