El independentismo tiene nuevo líder. Este líder no es Puigdemont, cuyos gestos en su exilio no acaban de cuajar, ni Torra, intrascendente, ni Artur Mas, quién siempre fue acogido por los independentistas de pata negra como un arribista. Es Oriol Junqueras.

Avalado por la cárcel y consagrado por su intervención en el Tribunal Supremo, lo tiene todo a su favor para recoger el legado de Companys y Macià. Tontear con los extremos, como han hecho los convergentes en los últimos años, tiene estas cosas. Se impone aquella implacable ley de la política según la cual no hay copia que pueda sustituir el original, sobre todo si éste tiene más de ochenta años.

Los ideólogos de la deriva independentista de Convergència nunca creyeron que fuera a suceder. Ungido por Pujol y engreído por la coba de la burguesía catalana, Artur Mas siempre despreció a este oscuro historiador y alcalde de un pueblo del Baix Llobregat. ¿Junqueras? Imposible.

Esperemos que pase el vendaval mientras unos se queman en Sant Jaume o Waterloo, y otros se pudren en la cárcel, que en el 2020 estaré de vuelta. Mas no ha dejado de pensar en este escenario desde que la CUP le humilló. Olvidó que el exceso de cartesianismo suele jugar malas pasadas a la política. Sus previsiones se han derrumbado con las maneras que Junqueras exhibió ante el Supremo y que se pueden reconocer sin ser de su palo. Autenticidad y credibilidad. Dos atributos de los que Mas siempre ha carecido.

La pugna por ver quien se hace con el liderato no está cerrada porqué el futuro político de Catalunya sigue condicionado por el Supremo, pero con su intervención, Junqueras dio un paso decisivo para ganar esta larga partida. Supo dirigirse a los independentistas, sean de su partido o procedan del universo convergente que Mas condujo hasta la Tierra Prometida y el suicidio político.

Y Junqueras lanzó un mensaje a los españoles que observan Catalunya sin anteojeras. “Amo España”, les dijo. A muchos les dio la risa, cuando no hacía sino emular aquel Companys que gritó ‘¡Madrileños! Catalunya os ama’ en la Monumental de Madrid (1937). Las elecciones del 28 de abril permitirán comprobar hasta donde alcanza su liderazgo.

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