A falta de menos de una semana para las elecciones, las encuestas dan una ligerísima ventaja a Ernest Maragall sobre la actual alcaldesa, Ada Colau. Si Maragall ganara, volvería al Ayuntamiento donde trabajó bajo los colores del PSC durante casi dos décadas de la mano de su hermano Pasqual. Por edad y trayectoria, hay pocos políticos que representen tan bien la figura del político profesional como la suya. Colau, por su parte, tendría la opción de revalidar cuatro años más la alcaldía y consolidar el paradigma de líder político que viene del movimiento y que considera la política institucional como vocacional y, sobre todo, transitorio. Hace cuatro años su victoria sorprendió a medio mundo, pero hoy ya no sorprendería a nadie.

En los últimos días de campaña, los reproches entre comunes y republicanos se acentúan, pero el lunes después de las elecciones se verán obligados a entenderse. Sabiendo con seguridad que ningún candidato ni candidata podrá gobernar en solitario, se da por hecho que habrá algún tipo de acuerdo de gobierno entre Colau y Maragall. Si entre las dos formaciones sumaran un total de 21 concejales (como muestran algunas encuestas), no necesitarían a ninguna otra formación política para formar gobierno. Ahora bien, de no llegar, se abre un escenario de geometría variable que les obligaría a buscar apoyo en otros partidos.

Esto lo saben tanto Colau como Maragall, pero también los otros candidatos a la alcaldía, que no desaprovechan la ocasión para recordárselo ello. Quien consiga quedar por delante del otro, no sólo ocupará la alcaldía sino que tendrá más capacidad de condicionar la agenda de pactos. A efectos prácticos, lo que implicaría esto es que una alcaldía de Maragall no tendría tantos problemas al girar hacia el centro-derecha y buscar el apoyo en los postconvergents, incidiendo en el relato de “ciudad republicana”.

Las dos últimas legislaturas en la Generalitat avalan esta posibilidad, y es que ERC en el pasado reciente ha hecho un viraje hacia el centro que le está dando sus frutos. La idea es ocupar el espacio central del pujolismo, pero ligeramente trasladado a la izquierda. Colau, por su parte, preferiría reencontrarse con la versión socialista pre-155, y mirar la CUP para afrontar algunos de los retos más difíciles de la ciudad como son el turismo o la vivienda.

El caso de Barcelona en Comú y ERC es interesante para debatir en torno a dos conceptos que en política se parecen mucho pero no significan lo mismo: el centro y la centralidad. Buscar el centro, en política, es el intento de la realización del principio aristotélico dore mediocritas o “la virtud está en el término medio”. Aquí, el medio o el centro, se basa en coger un extremo (pongamos que hablamos de la CUP) y coger el otro extremo (hablamos, por ejemplo, del Partido Popular y de VOX), y colocarse en el punto equidistante. Entre moderación y progresismo, o, si se prefiere, entre el seny y la rauxa. Para conseguir ocupar el centro, ERC ha tenido que hacer movimientos hacia ambos lados del espectro ideológico.

Por ejemplo, ERC ha apoyado el proyecto del dentista municipal, un proyecto innovador en todo el Estado que pretende garantizar la asistencia sanitaria bucal al 12% de la población barcelonesa que, según la Encuesta Nacional de Salud de 2017 no va al dentista por motivos socioeconómicos. Una propuesta que se aprobó con los votos de la CUP, BeC, y el PSC, aglutinando el voto de izquierdas del consistorio. Movimiento a la izquierda.

Pero en el proyecto de creación de un servicio de funeraria pública, ERC decidió abstenerse: a la izquierda, CUP y BeC apoyaron. A la derecha, PDECAT, PSC, C’s y PP votaron en contra. Posicionamiento al centro.

Pero para ocupar el centro también ha tenido que moverse a derecha. Por ejemplo, a nivel de Generalitat, ERC votó conjuntamente con el Partido Popular, Junts per Catalunya y Ciudadanos para rechazar subir el IRPF (el principal impuesto para redistruibuir la riqueza) a las personas con ingresos superiores a los 120.000€. Giro a la derecha que escondía una aceptación implícita: no se puede conseguir el centro sin el apoyo, o, como mínimo, con la animadversión de las elites.

En esta dirección también se debe analizar la posición que han adoptado respecto al independentismo. Lo que representaba antes CiU, lo representa ERC. Lo que representaba ERC, ahora lo asume Junts per Catalunya. Sea como sea, el plan funciona y ERC tiene más cerca que nunca tanto la alcaldía como el Palau de la Generalitat.

Si buscar o ir al centro significa situarse entre posiciones extremas, el concepto de centralidad es otro: se trata de situar en medio de la agenda política temas que, o bien eran inexistentes o bien estaban considerados como “radicales”. Este es, sin duda, el gran mérito de Colau. Hay que recordar que el modelo de turismo de la ciudad de Barcelona cuatro años atrás no era cuestionado por ninguna fuerza parlamentaria, a excepción de la CUP.

Antes de la llegada de BeC, el turismo era percibido como sector que creaba empleo y, por tanto, una fuente importante de ingresos. Ahora se percibe como un arma de doble filo: puede generar empleo y riqueza, pero también precariedad y sueldos de baja temporalidad laboral. Hoy, incluso el PDeCAT asume la necesidad de no sobresaturar determinadas zonas de la ciudad. Lo mismo ha pasado con la vivienda.

Si bien queda mucho trabajo para que ciudades como Barcelona tengan capacidad real de afrontar los procesos de especulación inmobiliaria y gentrificación que ahogan a los inquilinos, Colau ha situado en la centralidad el problema de la vivienda desde la institución. Es importante este apunte, porque a esta centralidad no se llega si antes no han existido movimientos como la PAH (de donde proviene la propia Colau) o, más recientemente, el Sindicato de Inquilinos.

Centro y centralidad, dos formas para conseguir el apoyo de la mayoría. Este domingo, los ciudadanos y ciudadanas de Barcelona decidirán también entre estas dos formas de concebir la política. Después, tocará cambiar la realidad.

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Llicenciat en Ciències Polítiques (UPF), MSc en European Politics and Policies a la University of London, Birkbeck College i Doctor en Filosofia amb menció Cum Laude (UAB). Co-autor del llibre "Cartha on Making Heimat" (Ed. Park Books). Director del mitjà Catalunya Plural.

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