Los líderes políticos catalanes suelen enorgullecerse desde hace años del escaso apoyo electoral que los partidos ultraderechistas han registrado tradicionalmente en Catalunya. Los catalanistas incluso la han esgrimido como otra señal de distinción de la que jactarse no sólo en España sino en el resto de Europa: las formaciones de la derecha extrema e incluso del conservadurismo moderado españolista del PP tienen poco predicamento en el Principado desde la restauración de la democracia (la victoria de Ciudadanos en las últimas autonómicas se prefirió interpretar como una reacción de los electores antisoberanista, pero no necesariamente de derecha).
Vox obtuvo en las elecciones legislativas el 10,3% de los votos en toda España. En Catalunya alcanzó el 3,6%. En las municipales cayó en España hasta el 5% y en Catalunya hasta el 2,1%.
¿Es Catalunya tan rara respecto al resto de Europa? ¿Se puede asegurar que es una colectividad tan progresista que es la única nación europea en la que la ultraderecha cuenta con un apoyo inferior al 4%?
Las respuestas intolerantes -por no decir de incitación al odio- que se perpetraron en numerosos ayuntamientos catalanes debido a los pactos que establecieron (con toda la legitimidad y legalidad) determinados partidos no tienen nada que envidiar a las reacciones airadas de los seguidores de Santiago Abascal. El paroxismo llegó a la plaza de Sant Jaume de Barcelona el sábado pasado.
La globalización caótica, los cambios demográficos y sociales causados por la inmigración y el envejecimiento de la población autóctona, el desmantelamiento parcial del Estado del bienestar para las hegemónicas consignas neoliberales, el desencanto hacia la socialdemocracia, la recesión económica del 2008 todavía en fase de superación son algunas de las causas de una indignación y desafección compartidas en muchos países desarrollados. Sus respectivos ciudadanos han reaccionado de manera diferente, como diferentes son las circunstancias históricas de cada geografía. En el Reino Unido, algunos, abrazaron el brexit. En Francia han crecido el lepenismo y chalecos amarillos. En Italia, Salvini. Al norte y el centro de Europa, los democristianos y los socialdemócratas han tenido que endurecer sus políticas migratorias para no ser engullidos por los neonazis con corbata.
Y ¿en Catalunya? ¿Habría crecido tanto el independentismo si no hubieran caído a plomo sobre los catalanes todas las causas mencionadas en el anterior párrafo?
Seguir viviendo con la convicción -por tranquilizar la conciencia- de que el independentismo tiene el monopolio de la verdad democrática porque su causa es justa y que, por tanto, todo aquel que atente contra sus intereses o sus seguidores merece ser despreciado o atacado en la calle, en las tribunas y en las redes sociales. Esto es permitir que en su seno crezca, escondido, el huevo de la serpiente. Muy minoritario, ínfimo, sí, pero tan peligroso para la convivencia y el futuro de la colectividad como Vox. Probablemente el 99% de los independentistas no son ultras. Pero se puede llevar la estelada y ser tan fascista como quien se envuelve con la bandera de la gallina.



3 comentaris
y ahora se empiezan a unir en toda cataluña los hondureños con los violentos. le llaman ” tsunami catracho ” porque dicen que cataluña es su segunda patria
Creo que el PDeCAT (antiguamente parte de CiU) esconde bastante ultraderecha, de hecho se conocen escrito bastante prejuiciosos y estereotipados de Quim Torra y Jordi Pujol hacia los españoles y sobretodo andaluces allí llamados charnegos, ahora todo este ultraderechismo esta oculto bajo la obtención del independentismo pero si algún día se consiguen independizar mucho me temo que en el PDeCat aflorara todo sus conservadurismo muy de ultraderecha.
En CiU ya había mucha xenofobia es algo que han heredado pdecat y jxcat