Daniel Bastús ha elegido como escenario de su primera novela la PAH de Sabadell, entidad en la que milita y que, tal como asegura él, le permite “dotar de épica el día a día”. Y es que las batallas y luchas que afrontan los miembros de la PAH van mucho más allá de la acción para solucionar problemas materiales particulares, sino que forman parte de un proceso colectivo de empoderamiento y desalineación.
La novela tiene como hilo conductor la historia de Sandra Alcaide. Aquí hay tensión porque la novela intenta poner el foco sobre lo colectivo, a la vez que hay una figura protagonista. ¿Era tu planteamiento inicial?
La verdad es que no. Me gusta mucho Svetlana Aleksievich que hace la llamada novela de voces: a través de entrevistas a una multiplicidad de personas, yuxtapone sus voces de tal manera que queda un todo que tiene sentido, aunque cada una de sus partes apunte a direcciones diferentes. Esta era mi idea inicial, ya que la PAH es un movimiento colectivo con muchísimas historias. Al final, opté por una narrativa más convencional, porque me hacía más fácil avanzar en la historia.
Cuando detectas esta necesidad, ¿por qué Sandra?
Viven un proceso de desalineación a través de la organización que les permite coger su vida por las riendas. Ya sea deteniendo su desahucio, ocupando un piso, o cualquier otra medida directa, decidida colectivamente.
En el libro destaca la primera asamblea de Sandra, en la que se da cuenta de que su caso no es único. Llega pensando que hablará con unos abogados que le asesorarán y se encuentra con 200 personas que están en la misma situación que ella. Esta es la primera rotura.
Este es un proceso del que me han hablado muchas compañeras de la PAH y que tiene que ver con que las necesidades individuales y materiales por las que se entra en la PAH van perdiendo importancia para las personas afectadas en favor de la importancia que le otorgan a la organización, la comunidad o la lucha en sí mismas. Y todo este proceso genera una serie de necesidades que antes no tenían: necesidades humanas radicales.
Todos los miembros de la PAH recuerdan mucho este primer contacto con la asamblea, porque les invierte la impresión que tenían de la PAH. Venían de pensar que era una organización existencialista, como una rama ilegal de servicios sociales que les aconsejaría de forma vertical y se percatan que lo que tienen es un sindicato horizontal en el que hay que tomar partido y convertirse en protagonistas de la resolución del su caso.
Esta es la primera rotura, porque es estimulante. Hasta el punto de que Sandra, como muchas otras personas, a la que llevan unas semanas en la PAH, olvidan su caso y se implican por la simple ilusión de la participación y de ser protagonistas.
Se ha escrito mucho sobre la burbuja inmobiliaria y sobre la PAH, pero pocas veces se ha hecho de manera personal y haciendo hincapié en la vertiente emocional. ¿Por qué decides centrarte en los procesos de cambio personal?
Nos gusta mucho pensar la PAH con aquella famosa frase feminista de los años 70 que dice que lo personal es político. Nosotros la complementamos diciendo que lo político también es personal. Lo que nos ha enseñado la PAH, particularmente la de Sabadell, es que los grandes procesos de cambio, de desalineación y de toma de conciencia política no vienen nunca dados por el discurso, sino por la acción política. Y a través del día a día y de lo cotidiano.
Las personas que llegaron a la PAH hace años, preocupadas sólo por su caso y que hoy son militantes anticapitalistas de primer orden, han hecho este proceso de forma lenta, compartiendo batallas de manera horizontal, sin paternalismos. El libro quiere hablar de este proceso de desalienación en el que prevalecen las emociones, los miedos, las ilusiones, los deseos.
Las acciones de la PAH y la manera en cómo se comunican generan una épica propia que explica la importancia que tiene para los activistas estar viviendo y creando historia. El recuerdo de esto ya tiene capacidad de movilización
Brecht planteaba que el arte siempre había tendido a crear una emoción que no era positiva para los partidarios de la emancipación social. Decía que se debía activar la razón al margen de las emociones; cada vez estoy menos de acuerdo y pienso que necesitamos una épica que nos emocione. Debemos romantitzar el mundo y atribuir un tono épico al día a día, porque estamos viviendo batallas que tienen una gran dimensión y no somos capaces de verla porque no tenemos perspectiva. Porque hay héroes de la historia de la literatura que tienen historias mucho más planas que las compañeras de la PAH
Hay una parte del libro que sirve mucho para explicar la evolución de Sandra, que es la ruptura de la relación con su mejor amiga, una Mosso d’Esquadra
Narrativamente es muy útil, porque cierra el ciclo de evolución del personaje, pero es un hecho que nos trajo la realidad misma. En las entrevistas con Sandra intentaba buscar si su participación en la PAH y los cambios que había implicado habían afectado a sus relaciones. Y fue ella la que me dio la historia hecha. Haber evolucionado tanto ideológicamente, hacia una dirección contraria a la de su amiga, las llevó a distanciarse tanto que rompió con la que era su mejor amiga desde pequeña.
A veces parece que en el libro haya una construcción muy novelesca de la realidad, como si yo hubiera intervenido mucho, pero la de Sandra es una historia que en sí misma tiene convulsiones y sacudidas muy fuertes y sólo tuve que escucharla.
En el epílogo explicas qué ha pasado en la PAH desde el momento en que escribes el libro. El cambio de ciclo, en el que el problema de la vivienda se traslada de las hipotecas a los alquileres ha cambiado los procesos de politización
En la PAH estábamos acostumbrados a trabajar con ciclos muy largos de lucha y empoderamiento, porque los tempos de los procesos hipotecarios eran largos. En la medida en que cada vez nos encontramos con menos casos de este tipo y con más problemas de alquileres u ocupaciones, se nos reducen los tempos de los ciclos de lucha. Precisamente por lo que decía antes, que uno de los grandes aprendizajes de la PAH es que los procesos de empoderamiento son lentos y requieren tiempo, persistencia y calma, ahora habiendo reducido estos tiempos también se reducen los resultados políticos de la lucha y la organización. ¿Es un problema? Sí.
A raíz de ello estamos impulsando el Sindicato de Inquilinos de Sabadell, para intentar tener una herramienta nueva para afrontar los nuevos conflictos materiales que, aunque tengan mucho que ver con los conflictos que trabajábamos antes, tienen también particularidades. Queremos una herramienta nueva para poder generar los mismos procesos de cambio y desalineación que teníamos en la PAH, que al final es para lo que estamos. Para solucionar problemas habitacionales, pero sobre todo para favorecer a personas que simplemente venían preocupadas por sus hipotecas y acaban actuando como militantes anticapitalistas que trabajan por los derechos de todos y todas.



